Mi?rcoles, 03 de junio de 2015

Si el hombre es bueno por naturaleza, tiene un potencial de elección enorme. Más allá de que sea la sociedad quien lo corrompa, el régimen de libertades individuales lo encaminará a elegir en virtud de su facultad intelectual desarrollada. Hablar de solo la gracia es una locura para un hombre acostumbrado a tomar decisiones en todas las instancias de su vida. En términos cartesianos, el aforismo de hoy sería, elijo, luego existo.

La Biblia nos enseña acerca de los efectos del pecado. En forma categórica anuncia que la humanidad entera murió en sus delitos y pecados, que no existe ni siquiera un justo, que no hay quien haga lo bueno ni quien busque a Dios. Frente a la humanidad caída, el príncipe de este mundo gobierna sin impedimento, como director de orquesta que instruye en sus pupilos lo necesario para la armonía de su imperio. Como ese príncipe fue homicida desde el principio, y tiene el apodo de padre de la mentira, uno puede imaginar las características de su mandato.

De pocos días y de mucha turbación es el hombre nacido de mujer. De su impureza no puede brotar limpieza, como tampoco el etíope puede cambiar su piel ni el leopardo mudar sus manchas. El pecado del hombre no es un tatuaje que pueda quitarse por tratamientos complicados, sino una costumbre natural desde el seno de la madre. Hemos sido formados en maldad, y hablamos mentira desde que estamos en el vientre de quien nos concibió (Salmo 58:3). De hecho, Dios nos mira como trapos sucios (Isaías 64:6), o como nada y menos que nada (Daniel 4:5). Respecto a la conducta de los hombres que pretendían andar con Dios fue dicho por Él mismo: ... como la impureza de una mujer en su menstruación fue su conducta delante de Mí.(Ezequiel 36:17).

Del corazón humano salen los malos pensamientos, los asesinatos, los adulterios, la inmoralidad sexual, el robo, el falso testimonio, las calumnias (Jesucristo en Mateo 15:19). Aún cualquiera que se enoje contra su hermano será culpable de juicio, o quien mire a una mujer para codiciarla en su corazón ya cometió adulterio. El código moral de Jesús era tan elevado que los discípulos llegaron a preguntarle quién podía realmente salvarse. El respondió que lo que resultaba imposible para nosotros solo era posible para Dios.

Hablamos de condenación y de salvación porque la Escritura expone que la paga del pecado es la muerte. De la misma manera dice que el regalo de Dios para el hombre es su perdón, lo cual constituye la vida eterna. Sin embargo, la dádiva de Dios no ha sido dada para toda la humanidad, sin excepción, sino para quienes el Padre ha querido. Estas aseveraciones se desprenden de una gran cantidad de textos reiterativos en el tema, que van desde el Génesis, que nos habla de la promesa de un Redentor, hasta el Apocalipsis, que nos dice que quien no tiene su nombre escrito en el libro de la vida del Cordero desde la fundación del mundo no es salvo (Génesis 3:15; Apocalipsis 13:8 y 17:8).

Podríamos llenar hojas enteras anotando apenas las citas de referencia de los textos que hablan de la predestinación y elección de Dios. Nadie puede venir a mí, si no le fuere dado del Padre; predestinados para salvación, desde antes de la fundación del mundo; Dios tiene misericordia de quien quiere tenerla, y a quien quiere endurecer endurece; no es de todos la fe; la fe es un don de Dios; Cristo es el autor y consumador de la fe; ¿no os he escogido yo a vosotros y uno de vosotros es diablo?; no me elegisteis vosotros a mí, sino que yo os elegí a vosotros; le amamos a él porque él nos amó primero; vosotros de vuestro padre el diablo sois; no creéis en mi porque no sois de mis ovejas. Por causa de estas enseñanzas muchos de sus discípulos se fueron murmurando y decían: dura es esta palabra, ¿quién la puede oír?

La mente pecaminosa está en enemistad con Dios, no se somete a Él ni tampoco puede, ya que la carne desea lo que es contrario al Espíritu. Pablo hizo una rápida taxonomía en su carta a los Gálatas acerca de las obras de la carne: adulterio, fornicación, inmundicia, disolución, idolatría, hechicería, enemistades, pleitos, celos, ira, contiendas, disensiones, divisiones, envidia, borracheras, orgías y cosas semejantes a éstas. Se ha escrito que el dios de este siglo cegó el entendimiento de los incrédulos para que no vean el resplandor del evangelio de la gloria de Cristo; por esta razón, Dios les enviará una fuerza de engaño para que crean la mentira, a fin de que sean condenados todos los que no creyeron a la verdad, sino que se complacieron en la injusticia.

La humanidad está bajo doble fuego, el del dios de este siglo (Satanás) que ciega el entendimiento (2 Corintios 4:4), y el del Creador que castiga esa ceguera con un espíritu de engaño para que terminen de perderse los que se complacieron en la injusticia (2 Tesalonicenses 2:11). De allí que solo la gracia salva, que solamente por medio del milagro de la salvación podamos tener la esperanza de paz. No puede un muerto escuchar el anuncio del evangelio de salvación, pero si es llamado directamente por la voz de Dios despertará como Lázaro para salir de su tumba.

En tal sentido, Jesús le enseñó a Nicodemo, maestro de la Ley, que era indispensable nacer de nuevo para poder ver el reino de Dios. Esta operación no depende de voluntad humana alguna, sino exclusivamente de Dios. Que así como el viento sopla de donde quiere, y no sabemos ni de dónde viene ni adónde va, el Espíritu hace nacer de nuevo a quien quiere. Para esto nadie es suficiente, por lo que estamos seguros de que de no haber sido por la gracia de Dios nadie sería salvo.

Es por la predicación del evangelio que Dios da el nuevo nacimiento a sus elegidos. La predicación de Cristo crucificado, que muere por los pecados de su pueblo, hace posible que sea vivificado por el Espíritu todo aquel que cree por la gracia de Dios.  Dios hace un trabajo creativo, produciendo nueva vida, vivificándonos juntamente con Cristo, haciéndonos copartícipes de su resurrección, por lo cual somos llamados una nueva criatura. 

La vida eterna se adquiere al creer que Jesús es el enviado del Padre para morir por los pecados de su pueblo (Mateo 1:21). El que oye a su palabra y cree al que lo envió tiene vida eterna, no viene a condenación sino que ha pasado de muerte a vida. Este es el tiempo cuando los muertos (espirituales) oirán la voz de Jesucristo y quienes la oyen vivirán (Juan 5). Esta es una resurrección espiritual para vida, equivalente al nuevo nacimiento que le explicó a Nicodemo, y a esto se llama solo de gracia. Aunque la salvación sea un regalo de Dios no viene por ósmosis, sino que así como fueron predestinados los fines los medios también lo fueron. Si la fuente de la salvación es la elección del Padre en Cristo, su muerte vino a ser la vía concreta en la historia para testimonio a todas las naciones. Con todo, quiso Dios darnos el mecanismo de la predicación para alcanzar a sus elegidos. Quiso Dios salvar al hombre por medio de la locura de la predicación a los creyentes (1 Corintios 1:21).

El solo de gracia es una realidad en la evangelización y en el anuncio de la buena noticia para los elegidos del Padre, para quienes fue prometida la simiente de Dios. No hay otra vía, por cuanto en la sabiduría de Dios el mundo no conoció a Dios por medio de su propia sabiduría.

Los que añaden obra al trabajo de Cristo mezclan gracia con trabajo humano sin que les aproveche. El evangelio espurio predica por doquier que el hombre tiene la última palabra, que Cristo murió por todos sin excepción y aguarda la aceptación de su regalo. Pero eso es una mentira que proviene del padre del engaño, es otro evangelio, uno diferente al que fue enseñado por Jesucristo, por los apóstoles y por los profetas.

Los que así creen tienen todavía entenebrecido el entendimiento por el dios de este siglo, por lo cual Dios mismo les ha enviado un espíritu de estupor para que crean la mentira y terminen de perderse. Por esta razón en el día final Jesús les dirá, apartaos de mí, hacedores de maldad, nunca os conocí. Allá no valdrá el argumento de hacer o no hacer que tanto pregonan hoy día, pues sus milagros y señales les será contado por basura, como producto del engaño que son. Ahora es el tiempo aceptable, el día de salvación. Los dones de Dios y su llamamiento son irrevocables, de manera que Dios no comienza algo en lo que va a perder interés, sino que termina la obra que un día comenzó. Esa es nuestra esperanza.

César Paredes

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Tags: SOBERANIA DE DIOS

Publicado por elegidos @ 10:18
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