La humanidad ha caído en pecado, suele decir la doctrina de la Biblia. De hecho, el Antiguo Testamento es un acopio de experiencias y dictámenes afines a un pueblo prototipo de la elección de Dios. Los israelitas fueron concebidos para portar el libro de Dios en la antigüedad, para que aun así muchos de ellos fuesen incrédulos y se mostrase la fidelidad de Dios, pero sobre todo para exhibir la manera en que ese Dios salva a su remanente (Romanos 3). El Nuevo Testamento refiere especialmente a la salvación alcanzada por los gentiles (el resto del mundo no judío), sin negar en ningún momento que haya miembros de la raza judía que sean creyentes.
La pregunta que aparece en la carta a los romanos sigue vigente: ¿Por qué, pues, Dios inculpa? Ya que si Dios hubiese querido salvar a toda la humanidad lo habría hecho, pero como no lo quiso hacer la interrogante se mantiene. La razón de la pregunta sigue el trazo de la proposición bíblica. Pablo viene diciéndonos que Dios amó a Jacob antes de que hiciese bien o mal, pero que odió a Esaú también antes de que hiciese bien o mal. Es decir, los gemelos de Isaac no habían aún nacido y ya tenían un destino prefijado e inmutable. Por esta razón se ha objetado la justicia divina, se ha puesto en tela de juicio el equilibrio de justicia del cielo.
Importa resaltar que no se objeta la culpabilidad humana por incumplir el mandato de Dios, sino se critica la falta de misericordia de Dios para con la humanidad en su totalidad. El argumento de cantidad impera en este contexto de juicio, pero se refuta con otro argumento, el de la soberanía divina. La respuesta dada no fue otra que la incriminatoria a la criatura insignificante que se atreve a discutir con Dios.
La metáfora del alfarero que moldea su arcilla (que también hizo y es su dueño de origen) es presentada para ilustrar la relación que Dios tiene con su creación. La soberanía planteada deja perpleja a la criatura que toma conciencia frente a lo inconmensurable del abismo que lo separa de su Creador. El resumen de la proposición bíblica es que Dios es soberano y hace como quiere.
Pablo expuso dos razones básicas de la condenación que Dios hace de los réprobos en cuanto a fe. Con la primera nos dice que por medio de ella Dios muestra su ira y hace notorio su poder; con la segunda nos instruye que sirve de contraste para que resalten las riquezas de su gloria sobre los vasos de misericordia. Por supuesto, judicialmente el hombre se muestra incurso en delitos y pecados de manera que no tiene excusa para el reclamo. Cada quien podrá revisarse y confrontarse con la naturaleza de Dios para que se dé cuenta de lo distante que se encuentra del parámetro comparativo.
No obstante lo dicho, la pregunta permanece firme. ¿Por qué Dios inculpa? Podríamos llevarla a otra forma argumentativa: ¿Por qué no quiso tener misericordia de toda la humanidad? La Biblia nos declara que lo necio de Dios es más sabio que lo sabio de los hombres. Jesucristo, el Hijo de Dios, declaró frente a muchos que estaba de acuerdo con el hecho de que el Padre hubiese escondido de los sabios y entendidos las cosas doctrinales del evangelio. ¿Por qué Dios no hizo los milagros de Carpenaún en Sodoma? ¿No dijo Cristo que si se hubiesen hecho Sodoma habría permanecido sin destrucción? Esta interrogante se puede hacer desde otro ángulo: ¿Por qué escondió Dios de los sabios y entendidos estas cosas doctrinales del evangelio?
Ciertamente, la Escritura abunda en ejemplos que desesperan a la criatura. Nadie puede ir a Cristo si el Padre no lo envía; si no se es oveja no se puede creer; Cristo vino a salvar a su pueblo de sus pecados; Jesús no rogó por el mundo la noche antes de su expiación, diciéndonos con ello que no lo representaría en la cruz al día siguiente; no todos son llamados, sino muchos, pero de entre ellos solamente pocos los escogidos; nos llamó manada pequeña contrariamente a lo que el criterio humano de justicia indica; Judas Iscariote fue escogido por Dios para ser el traidor, pero de él Jesucristo dijo lo siguiente: ¡Ay de aquel hombre por quien el Hijo del Hombre es entregado!
Esaú fue odiado por Dios antes de que hiciese bien o mal, de manera que el objetor bíblico sigue con su reclamo de por qué razón Dios lo inculpa, ya que nadie puede resistir a su voluntad. Esaú tenía que vender su primogenitura, como consecuencia del odio de Dios hacia él. El reclamo por Esaú presentado ante Dios se puede hacer por Judas Iscariote.
El planteamiento de las Escrituras desespera al incrédulo, pero el camino a la salvación arranca con la voluntad de Dios y sigue con la humillación de la criatura. El desespero que producen las palabras de la Biblia sirve como punto de partida en aquellos que el Padre escogió desde antes de la fundación del mundo para ser objetos de su gracia y amor.
La soberbia humana es resistida por Dios, quien da gracia a los humildes. Pero la humildad de corazón solo es posible en aquellos en quienes se ha operado el nuevo nacimiento, a quienes se les ha cambiado el corazón de piedra por uno de carne, en quienes se les ha colocado un espíritu nuevo. !Oh profundidad de las riquezas de la sabiduría y de la ciencia de Dios! !Cuán insondables son sus juicios, e inescrutables sus caminos!
César Paredes
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