Viernes, 05 de diciembre de 2014

Hemos conocido la historia del buen pastor, el que da su vida por las ovejas. Pero ¿habrá algún pastor que dé su vida por las cabras? En el relato bíblico no existe tal proposición, por el contrario abundan los casos en que las cabras son lo opuesto a las ovejas. De manera que si las ovejas tienen un pastor para expiar sus pecados, las cabras no tienen ninguno. La contraparte surge del otro evangelio, del que es diferente y anatema, al predicarse la expiación universal que abarcaría tanto a las ovejas como a los cabritos.

Uno puede escuchar cánticos para los infantes que hablan de como una cabrita llegó a ser una ovejita. La confusión abunda, pues incluso hay quienes aseguran que el ser hijo de la ira (lo mismo que los demás) equivale a ser hijo del diablo. Pero eso es diferente, nosotros éramos por naturaleza hijos de la ira, siguiendo los mandatos del príncipe de este mundo, estando en sus prisiones de oscuridad. Sin embargo, la Escritura no asegura que ese hecho equivale a ser hijo del padre diablo. Jesús le dijo a un grupo de judíos que ellos eran hijos de su padre el diablo y querían hacer su deseo; eso implica ser hijo de la ira, pero el ser hijo de la ira no implica ser hijo de Satanás.

Bajo el crisol de la expiación universal las cabras pueden llegar a ser salvas, solamente que se les pide un poco de voluntad, una decisión personal por Jesucristo como Señor y Salvador. Dos conceptos separados donde el primero priva sobre el otro, de acuerdo a los patrocinadores de la doctrina del Señorío de Cristo (Lordship salvation). No es que Cristo no sea Señor, pero no existe un requisito para la salvación que no sea cumplido por Dios mismo: ser nacido de nuevo es un acto operativo del Espíritu Santo, creer el evangelio es una actividad que presupone un cambio de corazón (realizado por Dios), abrir los ojos y los oídos (como se relata de Lidia que pese adorar a Dios no entendía el evangelio hasta que el Señor abrió su corazón para que recibiera lo que Pablo decía), tener nuestra fe en el Hijo de Dios (asunto que nos es dado en un paquete): por gracia sois salvados, por medio de la fe; y esto no de vosotros, pues es un regalo de Dios (Efesios 2:8).

Los propagadores del Lordship salvation aseguran que un pecador debe reconocer primero que Jesucristo es el Señor de su vida para poder ser salvo por ese Señor. Esta teología entra dentro de la tipología de la salvación por obras humanas. Alcanzas gracia siempre y cuando hagas algo. Es el mismo principio que preexiste en la expiación universal: Ya Jesucristo hizo su parte, ahora te toca a ti hacer la tuya. Por cierto, quienes así piensan no dan cuenta de la inmensa cantidad de almas que no han escuchado esta noticia mientras han vivido en esta tierra. Ellos han muerto sin saber siquiera que Jesucristo murió en la cruz para hacer posible su salvación, de manera que no pudieron beneficiarse de tal regalo potencial. ¿Eso no es igualmente injusto, a la luz del objetor de Romanos 9?

Jesucristo fue ofrecido una sola vez por el pecado de muchos (Hebreos 9:28) y vendrá por segunda vez. Pero ese Jesús dijo que él era el buen pastor que ponía su vida por las ovejas (Juan 10:11). En ese parlamento excluyó a las cabras, más bien a éstas mencionó en un contexto diferente diciéndonos que el pastor separaría las ovejas de los cabritos (Mateo 25:32).

Cabe destacar un texto que excluye en forma absoluta a las ovejas de las cabras. En una oportunidad Jesús le dijo a un grupo de personas que ellos no creían en él porque no eran de sus ovejas. Ese texto lo encontramos en Juan 10 verso 26. Si momentos antes había expresado que daría su vida por las ovejas, que tenía incluso otras ovejas que no eran de ese redil (se refería a los Gentiles que entrarían después con la propagación del evangelio), lo que está diciendo ahora en relación a estos cabritos que tiene en frente es que él no iba a morir por ellos porque no eran parte de sus ovejas.

En este contexto de Juan 10 uno puede ver la delimitación de la expiación de Jesús; lo mismo  se observa en lo descrito en Juan 6, cuando Jesús habla de que nadie irá a él si el Padre no lo llevare. En Juan 8:44 se refirió a esos cabritos a quienes les dijo eran de su padre el diablo, por lo cual procuraban cumplir su deseo homicida. De igual forma, en Juan 17 se narra la oración intercesora y sacerdotal de Jesús, la noche antes de morir. En ella se recoge un elemento separatista muy relevante: no ruego por el mundo. De manera que si la noche previa a su expiación no rogó por el mundo, sino solamente por los que el Padre le había dado (los creyentes de todos los tiempos), el día de su crucifixión no murió por todo el mundo sin excepción. Más bien, lo que el texto dice es que Jesús murió por los que el Padre le había dado, los incluidos en su oración intercesora, y dejó por fuera a las cabras, a los hijos de Satanás, al mundo.

Otra de las implicaciones de lo narrado en Juan 10 es que nadie llega a ser una oveja por creer en Jesucristo, ni como Señor ni como Salvador. Toda esa parafernalia lingüística derrochada en los centros propagandísticos de la predicación del otro evangelio constituye una gran mentira. Por esa razón Pablo llama a ese evangelio anatema. Háganse creyentes y sus problemas desaparecerán, verán prosperidad porque Dios tiene un hermoso plan para sus vidas. Cuando así hablan valdría la pena preguntarles si Dios tenía un maravilloso plan para la vida de Judas, el traidor. ¿No había sido elegido como diablo y anunciado por los profetas siglos antes de que apareciera en la historia? ¿Y qué del maravilloso plan para la vida de Esaú, a quien Dios odió aún antes de nacer, sin tomar en cuenta sus obras buenas o malas? Por eso creer no hace a nadie una oveja; hacer milagros tampoco. Pero ser oveja garantiza que en un momento de la historia se llega a creer.

Si Jesús murió por el pecado de toda la humanidad, sin excepción, entonces toda la humanidad es salva, sin excepción. Sí, fijémonos que la incredulidad por la que muchos van al infierno es un pecado, y ese pecado también fue lavado en la cruz por la sangre del Cordero. De manera que bajo el principio universalista todos los pecados fueron representados en la cruz junto a sus hacedores, por lo tanto todos son salvados en virtud de la eficacia del trabajo de Jesús. Por cierto, él dijo al final de su respiro Consumado es. El acabó la obra encomendada por el Padre, de manera que si expió a toda la humanidad el infierno no contiene ningún alma humana.

LAS CABRAS Y LA IRONIA APOSTOLICA

No es un secreto que la Biblia contiene muchas ironías referidas a los hombres que creyendo ser sabios se han hecho necios. Algunos son llamados cerdos y otros perros, pero uno comprende que allí no hay literalidad alguna sino metáfora. De la misma forma Pedro ha hablado irónicamente en varias oportunidades, una de ellas dice que el perro vuelve a su vómito y la puerca lavada a revolcarse en el cieno (2 Pedro 2:21-22).

Al inicio de ese capítulo el apóstol ha ironizado en forma elocuente al hablar de los falsos maestros, que son los mismos que pregonan el otro evangelio del que hablara Pablo, el evangelio anatema. El apóstol que caminó junto a las aguas con Jesús dijo de estos falsos profetas que negarían al Señor que los rescató o compró. Mucho se ha escrito sobre ese texto, afirmando que Jesucristo redimió a los tales pero ellos perdieron su salvación. Nada más lejos de la realidad bíblica esta paradoja argumentativa. En realidad, el sentido irónico del apóstol está presente una vez más. Si estos maestros se presentan como verdaderos debe ser porque el Señor los rescató. Pero dado que los está señalando como falsos entonces no hubo ningún rescate. Eso queda absolutamente claro, pero la ironía se añade en lo que el apóstol sugiere a continuación: que los falsos maestros y profetas negarán de tal manera el evangelio que lo mismo harán con el que los rescató.

En otros términos, Pedro dice que si son verdaderos tuvieron que haber sido rescatados por el Señor, pero su falsedad niega tal rescate. De allí que son como puercas lavadas o perros que vuelven a su propio vómito. También los compara a manantiales sin agua, a bruma impulsada por la tormenta, para quienes está reservada la oscuridad de las tinieblas.

Judas dice de ellos que son nubes sin agua llevadas por los vientos, árboles de otoño sin fruto, dos veces muertos y desarraigados. En un texto paralelo al de Pedro, Judas nos asegura de los falsos maestros lo siguiente: Ellos son hombres impíos, que convierten la gracia de nuestro Dios en libertinaje y niegan al único Soberano y Señor nuestro, Jesucristo.

De igual forma son árboles marchitos sin fruto, desarraigados; fieras olas del mar que arrojan espuma de sus abominaciones. Estrellas errantes a quienes se les ha reservado la profunda oscuridad de las tinieblas. La ironía de Judas apóstol es tan elocuente como la de Pedro, y así como en general ha sido expuesta por los escritores bíblicos. Pablo habló de la falsamente llamada ciencia, de como Dios quiso salvar al hombre por medio de la locura de la predicación del evangelio. Y eso hacemos, pues a pesar de que todo está predestinado desde la eternidad no podemos callar, porque los medios también han sido ordenados para alcanzar los fines de gloria.

César Paredes

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Tags: SOBERANIA DE DIOS

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