Viernes, 27 de junio de 2014

Tal vez nos conviene leer más la Biblia, indagar en sus páginas y buscar la forma como es definido el Dios que allí se menciona. En las iglesias se ha cambiado la soberanía de Dios por la soberanía del hombre. Es cierto que el ser humano no es un dios, pero Dios parece estarle sujeto a su beneplácito. Es como si un dios necesitase de Dios para convertirlo en el genio que sale de la lámpara.

La soberanía que se predica en las sinagogas cristianas es la sombra del poder de una falsa divinidad. No hay tal cosa como un Dios esclavo del hombre, pero la humanidad parece correr detrás de esta idea: la de un Ser Supremo que es demasiado bueno como para no querer lo malo, la de un Ser Supremo que espera que el hombre vaya a buscarlo. Sería una falsa divinidad aquella que pretenda lo que los falsos maestros enseñan en sus sinagogas, que la humanidad no ha muerto en sus delitos y pecados, que todavía queda gente justa con el deseo de buscar a Dios, que hay gente haciendo lo bueno.

Pero ese dios creado a la imagen del hombre trabaja en coordinación con la voluntad humana. El poder que lo hace divino es colocado a un lado para ceder expectante ante la voluntad humana; ese dios se ha convertido en un caballero que no irrumpe en la vida de nadie, que respeta la intención del corazón humano, que hizo su parte y espera que el hombre haga la suya.

Nada más lejos de la revelación. El hombre no puede torcer el plan de Dios, jamás podrá alterarlo aunque sea en una jota o una tilde. Pues si Dios depende de alguna de sus criaturas o si queda frustrado por cualquiera de las acciones de un ser que haya creado, será un dios creado a la imagen y semejanza humana. Ved ahora que yo, yo soy, y no hay dioses conmigo: Yo hago morir, y yo hago vivir: Yo hiero, y yo sano: Y no hay quien pueda librar de mi mano (Deuteronomio 32:39).  El Dios de la Biblia está en los cielos y ha hecho todo lo que ha querido (Salmo 115:3). ¿Cómo podría Dios cumplir sus promesas si no controla cada actividad o acción en cada una de sus criaturas? La Biblia tendría que escribirse cada vez que una profecía no llegue a su cumplimiento en el tiempo señalado. Pero más bien ella dice lo contrario: He aquí se cumplieron las cosas primeras, y yo anuncio cosas nuevas; antes que salgan a la luz, yo os las haré notorias (Isaías 42:9).

¿QUIEN SERA AQUEL QUE DIGA QUE SUCEDIO ALGO QUE EL SEÑOR NO MANDO?

De la boca de Jehová sale lo bueno y lo malo y aún lo terrible que acontece en una ciudad lo ha hecho el mismo Dios. A un rey lo convirtió en una bestia de campo, hasta que sus pezuñas crecieron y sus cabellos se extendieron sobre su cuerpo. El soberano de Babilonia llegó a comer hierba del monte y perdió por un tiempo la razón. Llegado el momento, miró al cielo y su sentido le fue devuelto, por lo cual pudo alabar y glorificar al que vive para siempre. Reconoció Nabucodonosor que los moradores de la tierra son contados por nada y no pueden estorbar la mano  de Dios ni decirle ¿Qué haces? El reconocimiento mayor que hizo el corazón transformado del rey fue el siguiente: Ahora yo Nabucodonosor alabo, engrandezco y glorifico al Rey del cielo, porque todas sus obras son verdad, y sus caminos juicio; y humillar puede a los que andan con soberbia (Daniel 4:37).

El argumento por sentido contrario es que quien niega la grandeza del Rey del cielo anda con soberbia. Los que así actúan son resistidos por Él y entregados a sus propias concupiscencias. Los habitantes de la tierra que no tienen en cuenta a Dios y detienen con injusticia la verdad enfrentan la ira de Dios. El ser humano ha conocido a Dios a través de la creación, pero ni siquiera agradeció por la vida y la salud que ha tenido. En tal sentido, su discurso se ha desvanecido en el argumento de que apareció en la tierra producto del azar y de la ameba.

El creer que uno se hizo a sí mismo y no Dios a nosotros es un rasgo de altivez, que produce en Dios el deseo de entregarnos a la inmundicia y a la concupiscencia del corazón. Dice la Biblia que el hombre mudó la verdad de Dios en mentira, dando honra a la criatura antes que al Creador. El ser humano prefiere estar de rodillas ante sus semejantes y no frente a su Señor; prefiere recibir humillaciones de sus semejantes, los cuales andan en bajezas, entregados a efectos vergonzosos, pero jamás inclinarse ante quien hizo los cielos y la tierra.  La corona de la soberbia coloca al caballo detrás de la carreta y ahora el hombre llama orgullo a lo que es vergüenza natural. Aun sus mujeres mudaron el natural uso del cuerpo por el que es contra natura: Y del mismo modo también los hombres, dejando el uso natural de las mujeres, se encendieron en sus concupiscencias los unos con los otros, cometiendo cosas nefandas hombres con hombres, y recibiendo en sí mismos la recompensa que convino a su extravío (Romanos 1: 26-27). En síntesis, Dios los entregó a una mente depravada (verso 28).

HABLAR EN PARABOLAS

Los discípulos un día le preguntaron al Señor por qué él hablaba en parábolas. Contrario a lo que la gente piensa hoy día, que eso es un método de enseñanza eficaz, la respuesta de Jesús muestra todo lo contrario. Porque a vosotros ha sido dado conocer los misterios del Reino de los Cielos, pero a ellos no ha sido dado el entenderlo ... para que viendo no vean, oyendo no oigan y no entiendan. De esta forma la profecía de Isaías se cumple en ellos ... porque el corazón de esta gente se ha engrosado y oyen pesadamente con sus oídos y han cerrado sus ojos, de manera que no ven con sus ojos ni oyen con sus oídos ni entienden con su corazón, no vaya a ser que se conviertan y tenga que sanarlos (Mateo 13: 10-15).

El Padre levanta de los muertos a quien quiere para dar vida, de la misma forma lo hace el Hijo con los que desea. Recordamos la historia del hijo de la viuda de Sarepta, cuando el profeta Elías lo resucitó; lo mismo hizo Eliseo con el niño de la Sunamita. Jesús también exhibió similar poder, con la hija de un príncipe de una sinagoga, con el hijo de la viuda de Naim y con Lázaro de Bethania. Existe una coordinación entre el Padre y el Hijo, de tal forma que todo lo que el Padre le da al Hijo vendrá a él y no será echado fuera; pero es seguro que nadie tiene la capacidad de ir a él a no ser que esa capacidad sea dada por el Padre (Juan 6:65).

Estos actos soberanos sobre la muerte física son un prototipo de los actos soberanos sobre la muerte espiritual. Si el hombre murió en el Edén, bajo el decreto de Dios por el pecado, si la paga del pecado es muerte, entonces es imposible que la humanidad desee, quiera, anhele o busque estar con Dios. Es imposible que un alma enemiga del cielo sea capaz de reconciliarse con el Creador. Era imposible para Lázaro, para  el hijo de la viuda de Naim, o para la hija del príncipe de la sinagoga el volver a la vida por cuenta propia. Tan imposible como lo fue para el hijo de la viuda de Sarepta o para el niño de la Sunamita tener la opción de volver a la vida. Si el estado físico nos muestra la imposibilidad de pasar de la muerte a la vida, ¡cuánto más imposible será dentro del medio espiritual!

HABLAR LLANAMENTE

Contrario a las parábolas está el sentido llano del texto. Al parecer la Biblia contiene una gran extensión escrita en forma muy clara y llana. Sin embargo, a pesar de sus palabras sencillas el hombre no las puede entender porque son cosas espirituales que han de ser discernidas espiritualmente. Existe una situación en la naturaleza humana que impide la comprensión de la sencillez de las palabras de la Biblia. Pero el hombre natural no percibe las cosas que son del Espíritu de Dios, porque para él son locura; y no las puede entender, porque se han de discernir espiritualmente (1 Corintios 2:14).

Pablo se refirió a la locura de la predicación, con la cual quiso Dios salvar al mundo. Para el hombre normal y corriente la predicación no puede ser entendida porque la considera una locura. Eso de que un Dios con tanto poder haya creado a un ser tan frágil como nosotros y que desde la eternidad haya separado a dos grupos, uno para honra y otro para deshonra, todo porque así lo quiso y para la alabanza de su gloria, parece un sinsentido. Aquello de que el Dios soberano haya hecho al malo para el día malo, pero que al mismo tiempo sea llamado Padre bueno, es otro sinsentido.

Jesús nos dejó su paz, no a la manera del mundo, aunque al mismo tiempo declaró que había venido a dejarnos la espada contra nuestra propia familia; de igual forma, ese mismo Dios es de justicia y de misericordia, es de amor y de odio, de vida y de muerte, se muestra amigo de unos pero enemigo de otros. El hombre natural ve en estas declaraciones un gran antagonismo, una gran contradicción; sin embargo, todo depende del ángulo en que se miren. Desde la perspectiva del trabajo de Jesucristo en la cruz, desde la óptica de lo que representa el Hijo de Dios como Cordero sin mancha alguna, uno puede comprender que son dos ambientes diferentes y dos esferas de trabajo en las cuales Dios puede ser de paz y de guerra, de amor y de odio, de endurecimiento y de misericordia.

UN DIOS FUERTE PARA EL BENEPLACITO DEL CREYENTE

A los que a Dios aman todas las cosas les ayudan a bien. Acá estamos trabajando con el supuesto de que ese amor es verdadero, no una simulación. Juan dijo que amamos al Señor porque él nos amó primero. Esa es la premisa mayor que rige todo el argumento, sin ella no hay validez del mismo. Muchos dicen amar a Dios, pero no guardan su palabra, se cansan en los momentos aciagos, miran hacia atrás como la mujer de Lot. Lo que es peor, oyen la voz de los extraños y reconocen ese sonido, por lo cual se vuelven hacia ellos. En las ovejas que son propias del Buen Pastor no hay posibilidad alguna de acudir a los extraños porque se dice de ellas que desconocen la voz de los extraños.

No estamos en presencia de un hacer o no hacer por voluntad de la carne; más bien hablamos de un corazón de carne trasplantado en lugar del corazón de piedra que teníamos. De esa forma se nos hace grato oír la palabra de Dios y cumplir sus mandatos. Cuando hablo de oír su palabra no me refiero a escuchar los sermones de las iglesias; muchos de ellos son en extremo aburridos y sin sazón alguna. La razón de esa incomodidad puede muy bien ser que son las cabras quienes preparan sus discursos para los extraños, todo lo cual nos conduce a regurgitar en el espíritu aquellas toxinas ingeridas.

Pero sin duda, que a los que todas las cosas les ayudan a bien son a los llamados conforme al propósito de Dios. ¿Quiénes son éstos? Son los que desde antes conoció o amó, en el sentido bíblico del conocer de Dios. Esos son los mismos predestinados para vida eterna, amados como Jacob desde antes de hacer bien o mal, mucho antes de nacer; son los mismos llamados por la predicación del evangelio, pues no hay otro medio para entrar al reino de los cielos. Pablo una vez se preguntó ¿cómo oirán si no hay quien les predique? ¿Cómo predicarán si no fuesen enviados? De manera que no es posible el fin sin los medios previstos por el mismo Dios que soberanamente decretó todo cuanto existe. Es el mensaje de la cruz, con la persona y  trabajo del Hijo, el que se anuncia para que todo aquel que es creyente no se pierda, sino que tenga vida eterna.

A todos los que son llamados por el Padre se les justifica en el Hijo, para que también tengan la glorificación. Este es el beneplácito del creyente, saber que de no haber sido porque Dios se dejó un remanente para Sí mismo seríamos semejantes a Sodoma o a Gomorra. Porque de cierto somos todos hechos de la misma masa, no vaya a ser que alguien pretenda gloriarse por sus méritos que no serán recibidos por inexistentes. No es por obra alguna, no consiste en un hacer y dejar de hacer, sino por la elección unilateral hecha por el Padre desde tiempos antiguos. Dios nos salvó y llamó con vocación santa, no conforme a nuestras obras, mas según el intento suyo y gracia, la cual nos es dada en Cristo Jesús antes de los tiempos de los siglos (2 Timoteo 1:9). Esto es un texto plano, pero pese a ello solamente es aceptado y comprendido por el que puede discernir las cosas en forma espiritual.  Para los desobedientes a la palabra, Cristo es la piedra que los edificadores rechazaron, la cabeza del ángulo; pero piedra de tropiezo, y roca de escándalo en aquellos que tropiezan en la palabra, siendo desobedientes, para lo cual fueron también ordenados (1 Pedro 2:7-8).

Hay quienes sufren escándalo por esta palabra llana de las Escrituras; hay quienes llaman repugnante a este discurso del Espíritu de Dios. Desde antiguo lo han proclamado como algo escandaloso, oprobioso, digno de las palabras de un tirano, semejante al discurso de Moloc, tan odioso como el diablo mismo. Esas son más o menos las palabras de John Wesley que sigue a su viejo maestro Arminio, el cual dijo que ese evangelio era en realidad algo repugnante. Eso está en las obras de Arminio, el que pervirtió el evangelio de la Reforma, la levadura que ha leudado casi toda la masa de creyentes. Aún Spurgeon siguió el derrotero trazado por su admirado Wesley, a quien creyó digno de ser uno de los discípulos de Cristo -si fuere necesario añadir uno más- y de quien pensó nadie era digno de desatar su calzado. Sí, el príncipe de los predicadores de la Reforma declaró que Esaú se condenó a sí mismo, pero que Dios no tuvo nada que ver con ello. El se sintió escandalizado en la roca que es Cristo, tropezó en su discurso con esa piedra angular y estimó como de mayor valía las palabras y sentencias de los renombrados teólogos que tenían multitudes en sus púlpitos y seminarios.

Concebir a un Dios con demasiado poder, ha sido una tarea incómoda para muchos estudiosos de la Biblia. Siempre es bueno pensar en la fuerza de la Naturaleza (con mayúscula) como si fuese un poder autónomo, capaz de producir terremotos y uno que otro tsunami, la responsable de la erupción de volcanes y de la aparición de tornados. A nadie le gusta andar diciendo que eso es ordenado por Dios en forma específica, pues surge en su mente la dicotomía amor-odio y eso no es fácil de explicar ante el incrédulo. Pero la Palabra de Dios no se escribió para el incrédulo o para rendirle cuentas a él, sino para el pueblo de Dios, para las ovejas de su prado. Sin embargo, a estos extraños maestros del discurso religioso les parece mejor hablar de que Dios permite los terremotos y maremotos, los incendios e inundaciones, la condenación de Esaú y de los otros que se pierden, pero jamás que él ordena tales cosas. Uno no puede más que preguntarse, desde el plano de la razón pura sin que medie sentimiento parcial alguno, si permitir hace a Dios menos responsable que decretar. Lo que lo hace es menos fuerte, más al servicio del hombre en una teología antropomórfica. Pero un Dios que sabe lo que va a pasar -aunque desde el absurdo de que no lo decreta sino que lo conoce- y lo permite, es no solamente responsable de aquello que calladamente deja que acontezca sino minusválido porque no decretó que aconteciera o que no aconteciera lo que en efecto permitió y pudo no permitir.

Semejante Dios no es el de la Escritura, pero sí conviene ante las masas enardecidas que buscan no quedar por fuera de la fiesta del evangelio. De paso sea dicho que Dios no tiene que responder ante nadie, pues no hay ni igual ni superior a Él para que rinda respuesta posible. Pero el apóstol Pedro ya lo dijo también, que para ello fueron ordenados, para tropezar en la Roca que es la palabra de la revelación.

Esta es la ironía de los que fueron sembrados en pedregales o entre los espinos, que estando tan cerca de la salvación, que habiendo conocido la palabra de la revelación, la torcieron en algún punto porque fueron ordenados para el tropiezo. A ellos les aconteció lo que a los personajes de las tragedias griegas, que buscando con afán huir del designio de los oráculos se encontraron con el destino implacable y cumplieron a cabalidad el dictamen de sus dioses.

Pero estas cosas se escribieron para nuestro beneficio, toda la revelación de Dios. De esta forma podemos estar seguros de que un Dios con demasiado poder nos ha escogido para ser formados a semejanza de Su Hijo, para que él sea el primogénito entre muchos hermanos. Estamos en sus manos, de manera que preservados en su amor y en su voluntad inmutable perseveraremos hasta el día final. De nuevo, no porque lo hagamos en nuestros méritos ni como requisito para entrar al reino de los cielos, sino como un signo de que quien entra persevera hasta el fin y de que quien persevera lo hace porque nadie lo puede arrebatar de las manos del Padre, quien es mayor que todos.

César Paredes

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Tags: SOBERANIA DE DIOS

Publicado por elegidos @ 13:24
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