En la lectura de la Enciclopedia Internacional Standard de la Biblia (ISBE) encontré la afirmación acerca de que la Biblia contiene una gran cantidad de paradojas o antinomias que no podemos resolver. El vocablo antinomia proviene del griego ἀντί anti-, contra, y νόμος nomos, ley; viene a ser un término empleado con frecuencia en lógica para denotar lo que es una paradoja o una contradicción sin solución.
Dice la enciclopedia mencionada que una de esas antinomias desprendidas de la Biblia es el hecho de cómo Dios puede ser libre si todos Sus actos han sido pre-ordinados desde la eternidad. Otra antinomia sería cómo puede Dios ser justo si unos pocos han sido escogidos y muchos dejados de lado. De igual forma, una nueva paradoja asoma en cuanto a cómo puede el hombre ser libre si su carácter moral procede de la gracia soberana; ya que si Dios escoge a todos o deja a todos de lado, Él no haría nada justo o gracioso (de gracia) así como el hombre tampoco tendría ningún vestigio de libertad.
Para dar respuesta a esta presunción de existencia de paradojas en la Biblia debemos referirnos al hecho de que estamos tratando un problema desde dos planos distintos. Hablar de eternidad en Dios solo es posible si tomamos en cuenta el concepto terrenal de tiempo. La eternidad es en un sentido atemporal, porque no puede tener comienzo ni fin. El tiempo, por el contrario, no es eterno sino con principio y fin. Por otro lado, el tiempo está ligado al espacio de acuerdo a la física. Los asuntos de Dios pueden llamarse metafísicos, los del hombre son físicos.
Con esto en mente, la libertad de Dios puede ser vista como un asunto de escogencia. Dios decidió un evento y en esa medida ha escogido (desde la eternidad) que algo sucediese en nuestra historia. Su libre decisión no puede tomarse como la causa de su carencia de libertad para impedir que llegue a acontecer lo que ya decretó. De lo contrario estaríamos juzgando a Dios de acuerdo al principio de incertidumbre: si es libre entonces no decreta, si decreta entonces no es libre.
Zenón es conocido también por una muy célebre paradoja, según la cual nos dice que el traslado de un objeto desde el punto A hacia el punto B implica pasar primero por el punto C; pero llegar a C presupone pasar antes por D, y así sucesivamente y hasta el infinito. En otros términos, si de A a B hay un metro de distancia, es necesario pasar antes por la mitad (medio metro); luego, para llegar al medio metro debo pasar primero por la mitad de la mitad (un cuarto de metro). Como entre 1 y 2 hay infinitas mitades (o también infinitos decimales), debo hacer infinitos recorridos antes de llegar de 1 a 2. No obstante, en el mundo práctico yo doy un salto de un metro de largo y paso de A a B sin ningún inconveniente.
Eso sucede con cualquier paradoja, algo que maravilla: que la razón no logra resolver lo que en un plano lógico es imposible, a pesar de que con la pragmática de la acción sea posible.
Llegar a concluir que Dios no existe porque una proposición lógica me asegura a mí que hay una antinomia en la manera como concibo a ese Dios, puede ser semejante a negar que es posible llegar de A a B, de acuerdo a la paradoja de Zenón. Si Dios posee libertad en relación a una acción (o decreto) depende de que tenga el poder de escoger actuar o el poder de no actuar. Es decir, Dios tiene el poder de decretar o no decretar. Hasta ahora todo parece normal; sin embargo, se podría sostener que como Dios escoge siempre lo mejor, en virtud de su sabiduría y benevolencia, sus decretos son necesarios y no contingentes. El hecho de que lo decretado sea necesario es una camisa de fuerza que le resta libertad de acción, ya que no puede escoger no decretar ni realizar un decreto distinto, dado que siempre escogerá lo que sea mejor para su propósito, ética y moral.
Entonces, de acuerdo a este razonamiento, por el hecho de que Dios siempre está obligado a hacer lo que es moralmente bueno para Él mismo, Dios no tiene libertad de hacer el mal. Creo que la filosofía confunde el que Dios haga el mal con el que Dios peque, por eso debemos separar estos dos conceptos. Una cosa es que Dios haya creado el mal (hizo al diablo, al malo para el día malo, crea la luz y las tinieblas, hace la adversidad y envía espíritus de mentira a sus profetas), pero otra cosa muy distinta es que Dios peque o se rebele contra Él mismo. Dios en su sabiduría no hará una ley en la que se obligue a tentar y a ser tentado, pues solo en virtud de obedecer esa ley pecaría. Pero aún en este contexto la filosofía olvida que si Dios peca por un decreto propio, en realidad no peca por cuanto no desobedece su mandato. Este es el absurdo en que se cae con estos pensamientos cargados de antinomias.
Por eso, la supuesta falta de libertad de Dios en cuanto a sus decretos ocupa un espacio de relatividad en los argumentos, lo cual presupondría un topos argumentativo diferente para cada actividad antinómica. Esto me recuerda el razonamiento sorites (que es falaz) según el cual una serie de acontecimientos concatenados en el discurso me conduce a concluir que aquello que es malo es realmente bueno. Por ejemplo: Un hombre bebe muchas copas de licor y se emborracha, pero tiene que cruzar un río. Intenta pasar lentamente y se tropieza; al tropezar se golpea con una piedra y se hiere. Lo recogen y lo llevan al hospital; durante el tratamiento conoce a una enfermera y se enamoran. Finalmente sigue bebiendo en demasía porque descubrió que beber es bueno, ya que eso conduce a conocer al amor de su vida.
Decir que porque Dios no es libre no existe -ya que necesariamente ha escogido el decreto necesario- es como asumir que emborracharse sea bueno porque nos lleva a conocer al amor de la vida. Por el contrario, si Dios no escoge el decreto adecuado (porque es libre de escoger uno menos bueno) entonces concluimos que no es suficientemente sabio, por lo tanto no es Dios o no existe. Es decir, nuestra proposición lingüística encasilla con palabras el hacer de Dios quien es el autor del lenguaje. Con la lengua y la lógica podemos concluir que el Dios que es el Logos desde el principio no existe.
Esto también me recuerda la clásica paradoja relacionada con el poder de Dios. Si Dios es Todopoderoso, ¿podrá hacer una piedra tan pesada, tan pesada, que Él mismo no la pueda levantar? Si no la puede levantar no es Todopoderoso y si la levanta no puede hacerla tan pesada, por lo cual tampoco es Todopoderoso. Bien, podemos responder que Dios es cuatro veces Todopoderoso, pues 1) puede hacerla; 2) puede no hacerla; 3) puede levantarla; 4) puede no levantarla. La respuesta está en la lengua porque la proposición también está en la lengua. El hecho de que Dios puede no levantarla lo hace todopoderoso aún en sus carencias, pues así como el silogismo propuesto es un asunto de lenguaje, la solución no tiene que escandalizarse de la lengua sino encontrar en ella la solución.
Veamos qué nos dice la Escritura en cuanto al hecho de que Dios escoge a unos para vida eterna y a otros para condenación eterna. Dios no se esconde con vergüenza porque no desea que se escandalicen de lo que hace. Al contrario, desafía al hombre objetor y le dice que nada puede hacer contra su decreto, pues aún esa impotencia para cambiar lo decretado ha sido incluida en su decreto eterno e inmutable.
En relación a la justicia o injusticia con que actúa, todo depende del parámetro para juzgar. Si el rasero es Su santidad nadie puede alegar nada a su propio favor, si está en la discriminación hecha al declarar santos a unos e impuros a otros, esa decisión es Su voluntad libre y eficaz. El hombre está judicialmente comprometido con Dios, pero Dios no tiene a nadie ante quien responder por haber hecho al mundo de una u otra manera; él hizo a Jacob y a Esaú de la misma masa de barro; a uno amó desde la eternidad y a otro odió desde la eternidad, antes de que hiciesen bien o mal. El que nosotros veamos la condenación de Esaú como un hecho justo porque en la historia actuó impíamente no resuelve el problema metafísico contra Dios. Pero Dios no reclama nada a su favor, ni se excusa en el hecho judicial. Simplemente declara que el hombre no es nadie para altercar con Él, y expone su derecho de Alfarero para hacer de la misma masa un vaso para honra y otro para deshonra. En otros términos, Dios no responde ante nadie porque no tiene juez igual o superior ante quien hacerlo.
La lógica argumentativa se ufana en buscar antinomias en los hechos teológicos, pero la Biblia no presenta paradojas ni misterios irresolutos. La Biblia declara lo que Dios ha revelado de Sí mismo y en esa revelación no hay ni una sola paradoja. Ya sabemos que a pesar de lo dicho por Zenón, que teórica y matemáticamente es imposible llegar del punto A a B, en la práctica es simplemente un asunto de echar a andar. Lo mismo sucede con la filosofía que intenta encasillar a Dios en sus decretos y libertades, en sus actos eternos justos o injustos. En la práctica Dios responde que el hombre no es nada y es como menos que nada para que lo encasille con los argumentos que Él mismo le ha brindado, gracias a la capacidad de lenguaje otorgada a la humanidad en la creación del hombre. El Logos eterno que ha existido desde el principio no se enreda con los silogismos de sus criaturas rebeldes que pretenden reducir a proposiciones lógicas su inexistencia.
CON LA BIBLIA
Cristo refiere el caso de dos ciudades, Corazín y Bethsaida, diciendo que si en ellas se hubiesen hecho los milagros que se han hecho en Jerusalén muchos se habrían arrepentido. Sin embargo, sabemos que no hizo ningún milagro en esas ciudades, por lo tanto no se arrepintieron. Este argumento presupone que Dios no quiso hacer tales milagros, pero no necesariamente que no pudo. ¿Esta libertad de Dios en operación (hacer o no hacer) lo hace moralmente menos digno? ¿El ejercicio de su absoluta soberanía limita su benevolencia o su capacidad para hacer lo que es moralmente correcto, de acuerdo a Su propia ética? Para dar respuesta a estas inquietudes tenemos que partir del hecho de que si Dios se limita en hacer milagros que involucren arrepentimiento, no es porque su limitación implique menos poder ni menos moralidad, sino por el ejercicio explícito de un plan o decreto eterno también sabio y benévolo para con sus elegidos.
Jesucristo oró al Padre y le dijo que suspendiera la copa que habría de beber, si esto fuere posible, pero la respuesta del Padre fue continuar con el plan. De esta acción se deriva que 1) Dios no tenía otra posibilidad (por lo tanto estaba sin la libertad de suspender su plan); 2) Dios actuó por consecuencia de su moralidad, pues el objetivo final era mostrar su amor en la redención (un valor moral superior); 3) Dios fue libre para ejercer su moralidad superior, pero esa elección no presupone que no fuese libre de no tomarla. El asunto acá estriba en que Dios es un ser absolutamente irresponsable. Dios no responde ante nadie porque no tiene igual ni superior y la responsabilidad lo es siempre frente a un ente que demanda el cumplimiento de un mandato o conducta. ¿Quién fue su consejero? ¿Quién es el que le dice, epa, qué haces?
La evidencia bíblica nos demuestra que todo lo que ocurre en el mundo sucede bajo el determinado consejo y conocimiento anticipado de Dios. Lo que Dios sabe que va a ocurrir lo sabe en virtud de que lo decretó o planificó.
LA EXPLICACION TRADICIONAL
Tradicionalmente se ha pretendido defender a Dios por aquello que el hombre natural considera injusto en Él. De la misma forma se ha pretendido deslindar a Dios de la existencia del pecado y aún de Satanás. Este deslinde deja un espacio para sospechar que hubo un error en el Creador, por lo cual la filosofía se pregunta qué tan poderoso o tan omnisciente puede ser un Dios que en lugar de hacer este mundo debió haber hecho otro mejor.
Contrario a la exposición teológica tradicional, Dios no alega que no sea el autor del pecado; tampoco se distancia de las causas de los eventos buenos o malos que tienen lugar en Su universo. Dios no tiene que esconderse en las causas secundarias, sino que más bien asume su participación en los hechos malos. La Biblia nos relata que no acontece nada malo en la ciudad sin que Jehová lo haya hecho (Amós 3:6); también nos dice que nadie puede resistir a Su voluntad (Romanos 9:19) por lo cual sabemos que el hombre no es libre. Dios no nos ha dejado estos asuntos como misterio escondido, o como paradoja irresoluble; más bien ha salido a la palestra con su revelación diciéndonos que solamente Él es Dios y nada hay semejante a Él, que anuncia lo por venir desde el principio, y desde antiguo lo que aun no era hecho; que dice que Su consejo permanecerá para siempre y que hará lo que Él quiera (Isaías 46: 9-11).
El Dios de la Biblia sigue sin dejar nada al misterio; asegura que Él forma la luz y crea las tinieblas, hace la paz y crea el mal (formans lucem et creans tenebras faciens pacem et creans malum ego Dominus faciens omnia haec) -Isaías 45:6.
Él es un Dios desafiante y no se inmuta ante sus criaturas cuando lo mal ponen con el argumento de que el mal es un misterio, o de que el diablo es otro misterio. Ni el mal ni el maligno son errores divinos; tampoco surgieron para tomar por sorpresa al Creador de todo cuanto existe. La Escritura no oculta el hecho de que Dios es quien ha creado todo cuanto hay y Dios mismo asume en forma directa sus hechos. Pero esto no hace a Dios un Ser paradójico, más bien es un ser muy cristalino sin ninguna contradicción o confusión.
Todo lo ha hecho Dios para su gloria, como se desprende del propósito de haber formado a Jacob y a Esaú; uno para la gloria de su amor y otro para la gloria de su ira y justicia. Por eso el salmista dejó su testimonio por escrito: Y nuestro Dios está en los cielos: Todo lo que quiso ha hecho (Salmo 115:3). El evento de la salvación del hombre está rodeado de una serie continua de pecados por parte de quienes crucificaron a Jesús. Todos esos actos fueron preparados de antemano por el Padre, ya que los profetizó desde siglos atrás. El hecho mismo de que Cristo estuviese preparado desde antes de la fundación del mundo (es decir, desde antes de que Adán existiera o pecara), hace suponer y asumir que el pecado de Adán era inevitable por cuanto esa era la voluntad del Creador. Dios no se maneja con planes B, sino que sus decretos son absolutos, por lo tanto no se da el lujo de dejar nada a la deriva ya que todo lo ha planificado como un Ser sabio.
Es cierto que a muchos de los moradores de la tierra eso no gusta y no parece justo, pero de la misma manera participan del mal con cierto agrado. Por eso señala la Biblia que todos los moradores de la tierra por nada son contados (no tienen ninguna reputación, como dice la Vulgata Latina), en Daniel 4:35. Dios nos presenta muchas de sus facetas, pero ninguna antinomia o contradicción en Sí mismo. El que al hombre no le guste Su comida no implica que no se la coma; puede hablar mal de la misma pero porque habla se presume que la prueba.
César Paredes
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