Mi?rcoles, 04 de diciembre de 2013

En una oportunidad alguien dijo que Dios era una persona muy importante pero que sólo había escrito un libro. Bueno, eso es suficiente para nosotros, pues es uno muy denso, profundo y que siempre nos dice algo nuevo. Llama la atención el que ahora haya aparecido por los esfuerzos de los esotéricos judíos el afán por leer el mensaje oculto de la Biblia. Eso ha generado una apasionada inclinación hacia la lectura de libros que interpretan lo que Dios dijo a través de letras, que solamente pueden ser leídas en el computador. La aparición de ciertas grafías en una frecuencia particularmente curiosa ha hecho suponer a estos expertos de la Cábala que existen mensajes por descifrar en el texto que también dicen pertenecerles. Se ha llegado a crear una gran variedad de software que permite indagar en los secretos de Dios aún desde la comodidad de nuestra casa u oficina.

En ese nuevo código aparece el asesinato de Kennedy, ese misterio político sabido a voces que sigue siendo un aperitivo para los curiosos; también se mencionan las Torres Gemelas (pues no podía faltar la continua alusión a los Estados Unidos) con la firma de Dios, diciéndonos que eso fue un ataque terrorista musulmán. Por supuesto, no aparece nada en contra de los planes fascistas de quienes gobiernan detrás de las cortinas, con los grupos de la Cábala, porque eso sería desnudarse demasiado. Entonces, el Código Secreto de la Biblia anuncia y patenta verdades masificadas por los medios de comunicación, los mismos que la ideología de turno maneja. A esos mensajes se les ha extendido el manto de veracidad que la Biblia otorga, aunque sea en forma de mensaje oculto.

Pero como dijimos al comienzo, aquel libro es suficiente para nosotros cuando lo leemos de principio a fin; cuando lo hayamos digerido quedaremos tan satisfechos que no necesitaremos acudir a los secretos revelados por Isaac Newton, quien tanto se desveló por darle forma a un mecanismo interpretativo de las letras enigmáticas de las palabras bíblicas.

¿Se habrá acordado Dios de mí, acerca de la cotidianidad que me circunda? Si se ocupó de las Torres Gemelas debería ocuparse también de mi situación social. A lo mejor en uno de esos software podríamos descubrir nuestro futuro, al estilo Nostradamus, o veríamos la coincidencia de ciertas palabras recogidas con determinados algoritmos con los eventos negros del pasado que hayamos padecido. Este encantamiento esotérico es propio de los judíos que se valieron de la Cábala para soltar su imaginario interpretativo teológico; ahora lo han convertido en un mercado asequible para las masas que siempre están deseosas de buscar adivinos que den certeza a sus esperanzas. Ya lo dijo el profeta Elías: ¿Acaso no hay Dios en Israel?

Fue el caso del rey Ocozías quien, herido por haberse caído de una ventana en el piso superior de su palacio, envió a consultar al diablo mismo. Su gente acudió a Baal Zebub (el dios de las moscas), pero Elías le salió al paso con este dictamen del Señor: Y ustedes, ¿por qué van a consultar a Baal Zebub, dios de Ecrón? ¿Acaso no hay Dios en Israel?  Pues bien, así dice el Señor: Ya no te levantarás de tu lecho de enfermo, sino que ciertamente morirás (2 Reyes 1: 3-4).

Jehová, el único verdadero Dios, le dijo al rey a través del profeta y los mensajeros reales que dado que Él era Dios le iba a vaticinar su futuro. La enfermedad del rey sería para muerte, como castigo a su terquedad y a su insistencia en buscar medios distintos a los que ya la ley de Dios promovía. ¿Acaso no hay Dios en Israel?, esa es la pregunta nuestra para cada día. ¿Acaso no hay un Dios revelado? ¿Acaso no hemos creído en el Dios de la Biblia? ¿Por qué, pues, habremos de buscar información oculta que solo los intérpretes cabalistas con la tecnología moderna pueden descifrar? Los cabalistas son los sacerdotes contemporáneos del dios de Ecrón, de Belcebú. Y no solamente ellos son sus sacerdotes sino una enorme cantidad de asomados en las puertas traseras, que como salteadores intentan separar la manada del rebaño del Pastor.

Los profetas bíblicos tenían una función muy particular, pues eran también consejeros del rey. No recibían prebendas por su trabajo, antes bien muchos sufrieron martirios porque sus profecías no agradaban a los mandatarios. Esto no lo enseñan los códigos secretos que se presumen pegados a la letra de la Biblia. Los intérpretes de la Cábala coordinan con el estatus quo y se aseguran una gran aceptación mundial. Pero nosotros sabemos que el Dios de la Biblia se ocupa de su pueblo en forma especial; bastaría con dar una mirada breve a lo largo de la Escritura para maravillarnos de la forma como se ha manifestado con amor en medio de su gente. A Daniel lo quiso proteger de los leones, a los amigos de Daniel los guardó del fuego abrasador; a la multitud de Israel la sacó de la esclavitud de Egipto, secó las aguas del mar para que pasaran, los cubrió de día con una nube para que no sufrieran quemaduras de sol. De noche los guió con una columna de fuego; les hizo caer del cielo el maná para alimentarse. A David lo condujo a prevalecer frente al gigante; a Gedeón lo convirtió en un hombre de valor y de éxito militar. El Nuevo Testamento contiene gran cantidad de hechos milagrosos, de manera que cualquiera puede darse cuenta de su cuidado especial para los que somos la niña de sus ojos.

El libro de los Hechos nos relata el caso de Pedro cuando estuvo preso; Herodes quería matarlo una noche, pero el ángel del Señor lo liberó de las cadenas y pudo acudir a la casa donde hacían oración por él. Ese Dios sigue siendo el mismo por los siglos, de tal forma que actúa de acuerdo a su propio consejo. De igual forma, castiga y azota a todo el que tiene por hijo, por lo cual se nos ha recomendado a no descuidar una salvación tan grande, sino a ocuparnos de ella con temor y temblor.

Más allá de que el creyente elegido pueda llegar a ser salvo como del fuego (en palabras de Pablo a los Corintios), nuestra conducta debe estar acorde con la dignidad del mensaje que esparcimos por el mundo. La vanagloria de la vida, las atracciones de los ojos o del mundo no pueden ser un motivo suficiente para olvidarnos de que hay un Dios en la iglesia de Cristo. ¿Para qué irnos por las puertas traseras en pos de adivinos, agoreros, vaticinadores, si vemos el terrible castigo infligido al rey Ocozías? La consulta de horóscopos, la lectura de las manos, el poner atención a las predicciones de cada año, solamente alimentará ese rasgo carnal que lleva al hombre hacia el poder engañoso. La Biblia dice que como la gente no quiso creer a la verdad manifiesta de Dios (pues aún la creación misma testifica del Creador), el Señor les envía un poder engañoso para que crean a la mentira y se pierdan.

Sabemos que los que son de Cristo no pueden llegar tan lejos, porque la promesa es que nadie los arrebatará de las manos del Señor ni de las manos del Padre. Pero uno puede preguntarse si quienes corren tan lejos en la desobediencia y se van tras Belcebú y sus servidores, ¿acaso han creído verdaderamente? ¿No dijo Juan que mucha gente salió de nosotros pero no era de nosotros? No se trata de que las obras nuestras nos salven, sino de que ellas testifican acerca de quién hemos creído. Por ejemplo, un hijo de Dios jamás podrá blasfemar contra el Espíritu Santo, pues eso no tiene perdón ni en esta vida ni en la venidera. De igual forma, hay ciertas actitudes y conductas que hablan por sí solas de lo que decimos creer. De la abundancia del corazón habla la boca.

En síntesis, el encuentro con Dios es una tarea personal y diaria. Dijo Isaías lo siguiente: Buscad a Jehová mientras puede ser hallado, llamadle en tanto que está cercano (Isaías 55:6). Ya ese Dios no estuvo cercano al rey Ocozías por semejante desobediencia, la de consultar a Belcebú antes que a Jehová. En aquellos momentos históricos el Señor había provisto a su pueblo de profetas para que llevaran su revelación; hoy nos ha dejado Su palabra escrita para que aprendamos y nos acerquemos a Él. Consultar a un adivino o al horóscopo equivale a la consulta que Ocozías le iba a hacer al demonio, o al príncipe de los demonios, que en aquellos momentos era considerado el dios de Ecrón, una ciudad filistea.

Por causa de la comida que dejaban en el templo de esa divinidad, las moscas acudían presurosas para darse un festín con los desperdicios; por eso se le llamó el dios de las moscas. Pero las moscas son un signo de suciedad, son señal de que algo putrefacto está cerca. Si Dios nos ha dado vida eterna, no tenemos putrefacción espiritual alguna; si actuamos como el rey Ocozías, esa será una señal de que estamos muertos y no vivos, de que nuestra fe era el producto de una semilla que cayó en pedregales o en medio de los espinos pero nunca en tierra abonada.

El rey Ocozías sucedió a su Padre en el trono y fue un fiel representante de los pecados de su progenitor Acab y de su madre Jezabel, la reina que anhelaba asesinar al profeta Elías. Este rey estuvo implicado en la edificación de altares donde se adoraban a dioses extraños y ajenos. Su menosprecio por las enseñanzas del Dios de Israel lo llevó a ser tan osado que se enredó en los caminos del dios de las moscas, para su propia perdición. De nuevo la advertencia para los que no desean creer en la verdad: Por esto Dios les envía un poder engañoso, para que crean la mentira, a fin de que sean condenados todos los que no creyeron a la verdad, sino que se complacieron en la injusticia (2 Tesalonicenses 2:11-12). Los que detienen con injusticia la verdad son entregados por Dios a toda inmundicia, en las concupiscencias de sus corazones, al punto de que deshonran sus propios cuerpos y alcanzan una mente reprobada (Romanos 1:18- 32).

Los aventureros esotéricos son de una variedad inconmensurable; los hay también del tipo de los que asisten a las iglesias deseosos de ver milagros. Ellos apuestan su alma por una sanidad, por una manifestación sobrenatural. Desean hablar en lenguas extrañas (no extranjeras) con su dios, pero no se dan cuenta de que Dios nos dio un código lingüístico suficiente para clamar a Él y una revelación escrita que recoge Su voluntad. Indagar en el Código Secreto de la Biblia (bajo el supuesto de que existe) es semejante a lo que hacen aquellos que buscan un código secreto oral para hablarle a Dios en otras lenguas. Junto a la pregunta del profeta Elías se podrían actualizar otras: ¿Acaso no hay un código escrito y público, que no es secreto? ¿Acaso Dios no nos ha dejado una lengua para hablar con Él? ¿Iremos a buscar otro mensaje, o a pretender un código oral extraño y sobrenatural para hablar con el Dios de la cotidianidad?

Hagamos caso a las palabras que Elifaz le dijo a Job, las cuales son muy importantes para nosotros en este tiempo: Amístate ahora con él, y tendrás paz; y por ello te vendrá bien (Job 22:21).

César Paredes

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Tags: SOBERANIA DE DIOS

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