Hermosa esta palabra referente a Dios; Jesucristo es el Verbo encarnado, el Logos manifestado a los hombres como la lógica pura, el razonamiento sin igual, la ausencia de mentira pero la verdad preexistente. Es una de las tres personas de la Trinidad, coeterno con el Padre y con el Espíritu. Juan nos anuncia que la revelación de Dios permite la salvación del hombre, hecho que proviene desde antiguo bajo la ley de Moisés (Juan 1:17) cuando muchos esperaban la aparición del Mesías. Este Jesús es llamado la luz, la vida y la verdad, por medio del cual los creyentes son pasados a ser hijos de Dios aunque rechazados por el mundo. En este principio de todas las cosas el Verbo era con Dios y el Verbo era Dios, de la misma forma que en el Génesis se nos narra también que en ese principio creó Dios los cielos y la tierra.
La Palabra de Dios es tan eficaz que cuando se pronuncia las cosas son hechas. Sea la luz, y la luz fue hecha (Génesis 1:3). Muy mal parados quedaron los teólogos que afirman que Jesús es Hijo de Dios una vez que nace; acá Juan nos indica su preexistencia con el Padre. ¿Por qué no pudieron ver esa simple declaración expuesta? Tal vez por lo mismo que les sucedió a muchos en su tiempo, a quienes ese Verbo tuvo que hablarles en parábolas para que no entendieran. Pero sin equívoco alguno, Juan nos pone de manifiesto que este Logos es distinto del logos de los griegos. Ellos creían en un principio impersonal, la razón universal que gobierna todas las cosas. Eso no es un error en sí mismo, pero es una asunción incompleta según la declaración teológica del apóstol. Ese Verbo habla, se encarna y produce vida, sencillamente porque es una de las personas de la Trinidad.
Como esta persona estuvo desde el principio de todo junto al Padre en la creación de todas las cosas ha de entenderse que él no fue creado. Recordemos que Juan declaró que sin él (sin Jesucristo) nada de lo que ha sido hecho fue hecho (Juan 1:3). El texto griego es categórico, dice así: παντα (todas las cosas bajo cualquier forma o apariencia, por todos los medios posibles, por siempre, tantas como existan, todo lo que hay) δι αυτου εγενετο (de él, a través de él fueron engendradas, hechas o llegaron a ser). Y el texto continúa diciéndonos que ni siquiera una sola cosa fue hecha fuera de él. Sobran las razones para que Dios le preguntara a Job dónde estaba él cuando el Creador fundaba la tierra. Si de la nada nada se hace (ex nihil nihil fit ), como suelen decir, este logos bíblico es Todopoderoso y llamó con su voz a las cosas que no eran como si fuesen; por la fe creemos que fueron constituidos los mundos por la palabra específica de Dios (remati - ρηματι θεου); de modo que lo que ahora vemos fue hecho de lo que no se veía (Hebreos 11:3).
Jesús significa Jehová salva o ayuda de Jehová; Cristo es Ungido, por lo tanto, Jesucristo es el Mesías o Ungido enviado como ayuda por Jehová para salvar a su pueblo de sus pecados (Mateo 1:21). Pero la forma en que narra Juan por medio de la lengua griega nos hace ver la abstracción que inaugura en el mundo teológico. Los judíos se referían a Jehová como la roca, como el ave que tiene en sus alas a los polluelos; fueron bastantes los elementos concretos que emplearon para nombrar al Dios que se les reveló. Pero Juan utiliza el vocablo Logos que implica una gran abstracción; ese principio de todas las cosas es ahora una persona y no solamente una causa. Esto para el mundo griego, pues ya los judíos conocían que Dios era y es una persona; de hecho, Juan era judío.
Lo interesante de esta abstracción usada por el apóstol es que al logos encarnarse se hace el hermano mayor entre muchos que conforman su iglesia. Jesús es el nombre humano con el cual se le conoció en la tierra, pero es además el logos que estuvo desde siempre con Dios. Dice la Escritura que Dios escogió lo necio del mundo, lo que no es para deshacer a lo que es; de tal forma que el logos abstracto no solo se humanó (se hizo carne) sino que escogió a lo más despreciado del planeta para comunicarle su amor. Sabemos que llegamos a amarle porque él nos amó primero, mas no por su atractivo, como dijera Isaías: no hay parecer en él, ni hermosura; le veremos, mas sin atractivo para que le deseemos. Despreciado y desechado entre los hombres, varón de dolores (Isaías 53:2-3).
Aparte de la descripción de Juan acerca de que Jesús es el Verbo de Dios, el mismo Jesucristo preguntó quién decía la gente que era él. Muchos alegaban que era Elías o Juan el Bautista, o tal vez Jeremías, pero fue Pedro quien declaró que era el Cristo, el hijo del Dios viviente. En esa ocasión Jesús también definió quién era Pedro, un bienaventurado que había recibido la revelación del Padre acerca de quién era Jesús. El juego de palabras en griego es muy importante en esta declaración de Jesucristo, pues ha dado lugar a malas interpretaciones y a la justificación de Pedro como primer Papa. Si leemos la traducción al latín hecha por Jerónimo podemos darnos cuenta de lo que quiso decir Jesús; pienso que los de habla hispana podemos comprender la cercanía lingüística de nuestra lengua con la de la Vulgata latina: et ego dico tibi quia tu es Petrus et super hanc petram aedificabo ecclesiam meam et portae inferi non praevalebunt adversum eam (Mas yo también te digo, que tú eres Pedro, y sobre esta piedra edificaré mi iglesia; y las puertas del infierno no prevalecerán contra ella -Mateo 16:18). La palabra Pedro quiere decir roca o piedra; por esta razón con el latín apreciamos mejor la cercanía fonética y gráfica de estos dos vocablos: Petrus (Pedro) y petram (piedra).
πετρος - πετρα (En lengua griega); pero Cephas en lengua Aramea.
Hay quienes sostienen que como Mateo escribió su evangelio en lengua aramea usó el vocablo Cephas y no petros (πετρος). A esto añaden que en dicha lengua no existe género, pero de acuerdo a lo que informan muchos gramáticos la lengua aramea tiene masculino y femenino. Por eso la distinción de la traducción al griego, hecha con los vocablos referidos a Pedro y a piedra. Más allá de que Pedro haya sido considerado un líder apostólico, no se le conoce sucesor, como a ninguno de los otros apóstoles. Fueron ellos los únicos apóstoles, por lo cual Pablo refiere en Efesios 2:20 que estamos edificados sobre el fundamento de los apóstoles y profetas, siendo la principal piedra del ángulo Jesucristo mismo. Ese fundamento no son las personas sino su doctrina revelada; no estamos fundados sobre los hombros de Elías sino sobre lo que enseñó acerca de la fe; no nos sostiene Pedro o Juan, sino las palabras inspiradas por el Espíritu de Dios. Fijémonos en que el apóstol Pablo dice dos cosas muy importantes para esta reflexión que hacemos: 1) que los apóstoles echaron un piso sobre el cual somos edificados (las llaves del reino que es el evangelio); 2) que Jesucristo mismo es la piedra del ángulo, no Pedro.
El Señor declaró que ese poder que les daba a Pedro y a los demás apóstoles (como en efecto hizo después de su resurrección) era una autoridad en orden a la Gran Comisión de anunciar el evangelio en el mundo (Mateo 28:16-20). También les dijo a todos los discípulos en otra ocasión lo referido a atar y desatar (Mateo 18:18), de manera que no fue solamente Pedro quien recibió tal encomienda. Recordemos que el Espíritu Santo descendió el día de Pentecostés y les dio la habilidad para discernir lo que quedaría prohibido y permitido. Un ejemplo lo constituye la circuncisión, asunto que fue abolido durante el inicio de la iglesia; por otro lado el consumo de alimentos quedó liberado o desatado, pues ya todo está limpio y no existen más alimentos inmundos (de acuerdo a la visión de Pedro en relación con los gentiles). Ellos dejaron y recomendaron dejar la observancia de los días, los meses, los años y las lunas (Gálatas 4: 9-11). Por tanto, nadie os juzgue en comida o en bebida, o en cuanto a días de fiesta, luna nueva o días de reposo, todo lo cual es sombra de lo que ha de venir... (Colosenses 2: 16-17). Estos y otros pronunciamientos apostólicos que desataban o ataban constituyen una buena muestra de la autoridad de Dios dada a estas personas, cuyo fundamento sobre la piedra angular que es Cristo sirvió para la edificación de la iglesia.
Si Pedro es la Roca sobre la cual Cristo fundó su iglesia, entonces ¿por qué razón Jesucristo encomendó a los demás discípulos para atar y desatar después de su resurrección? Si se pretende continuar el liderazgo de Pedro como la Roca de la iglesia, ¿por qué tardaron siglos en nombrar al primer sucesor del apóstol? Otra interrogante también aparece en relación a los otros apóstoles, los cuales tuvieron la misma encomienda de Jesús (de atar y desatar) pero ninguno de ellos tuvo sucesor; ¿qué pasó con ellos? ¿Por qué no son tan importantes de ser sucedidos y solamente Pedro es digno de tal imitación? ¿No tuvieron la misma comisión todos ellos? La única diferencia entre Pedro y los demás apóstoles es que el primero fue el líder en el día de Pentecostés, pero eso no amerita sucesión ya que ¿cuántas veces se ha de fundar la iglesia de Cristo? Como dice la Escritura, el que tiene oídos para oír que oiga.
Hay otra posibilidad y es preguntarnos lo siguiente: ¿Cuál fue la roca que vio Cristo? No fue el apóstol Pedro que negó al Señor tres veces, o que enseñaba a judaizar; fue la revelación dada por el Padre a ese discípulo. La iglesia está fundada en la declaración que expone a Jesucristo como el Hijo del Dios viviente (como dijo Pablo, Jesucristo que es la piedra angular), más allá de que las personas sean los actores que la componen. Las llaves del reino que daría Jesús es el evangelio mismo, pues fue predicado por Pedro el día de Pentecostés, lo que implicó que se perdonaran muchos pecados a los que creyeron y se les retuvieran bastantes a los que no creyeron. Así habría de suceder por los siglos de la era cristiana hasta que venga el Señor por su iglesia.
El Verbo de Dios es el mismo declarado en 1 Juan 1:2,7. Lo que era desde el principio tocante al Verbo de vida es el mismo gran Yo Soy, el cual ha existido desde el principio de todas las cosas (desde siempre). Mucho antes de los profetas, antes de Abraham o de Adán en el Edén, el Verbo ya era, pues nada ha existido sin la voluntad de su palabra. El apóstol da testimonio de lo que vieron sus ojos y de lo que sus oídos escucharon, porque fue testigo directo en los tres años y medio de ministerio de Jesús, además de las revelaciones recibidas a través del Espíritu. Eso es parte sustancial del fundamento de los apóstoles, sobre la piedra angular que es Cristo.
La razón por la que Juan nos escribe es para que nuestro gozo sea cumplido con ese Dios que no posee ningunas tinieblas. La vida eterna estaba con el Padre y se nos manifestó a través del Verbo encarnado. La vida eterna consiste en conocer al Padre y a Jesucristo el enviado. Sabemos que nadie puede ir al Padre sino por el Hijo, pero nadie puede ir al Hijo si el Padre no lo envía hacia él. El nuevo nacimiento requerido para entrar al reino de Dios es producido por el Espíritu de Dios, por la voluntad del Padre, mas nunca por voluntad humana. Si la voluntad humana no interviene, el llamado libre albedrío es un bodrio, una falacia sumamente inútil.
Bienaventurado fue Simón, hijo de Jonás, por haber recibido la revelación del Padre acerca de que Jesús era el Cristo, el Hijo del Dios viviente. A partir de ese momento el Señor le cambió el nombre a Pedro, una roca en virtud de la declaración hecha bajo revelación. Sobre esa proposición Jesús fundó su iglesia, compuesta por hombres imperfectos, por lo menospreciado del mundo, por lo que no es para deshacer a lo que es.
Si no hay revelación de lo alto no hay salvación. El ladrón en la cruz demostró que le fueron abiertos los ojos del espíritu para poder reconocer que Jesús era el Señor que volvería en su reino. Pero hoy día hay demasiada gente que dice conocer el evangelio aunque nadie se los ha revelado. La fe viene por el oír la palabra de Cristo, no la palabra del falso evangelio. Leer el evangelio de Juan o sus cartas puede ser de mayor utilidad que practicar actos religiosos bajo doctrinas de demonios. No en vano se dijo que el cielo y la tierra pasarían, pero que la palabra de Dios jamás acabará.
César Paredes
Tags: SOBERANIA DE DIOS