Viernes, 11 de octubre de 2013

Un ateo significa en las Escrituras una persona malvada, pero en el mundo pagano los filósofos lo han tratado como a una persona viciosa. El vocablo en hebreo puede referir incluso a una planta que ha perdido su savia útil. De manera que un ateo es una persona que perdió el sentido de su sabiduría, la recta noción de quién es Dios y de las cosas divinas comunicadas al hombre en la creación. Un ateo sería un individuo que no desea la razón, sino que abusa de ella. El ateo dice en su corazón Dios ha olvidado...nunca lo verá; y repite: Tú no inquirirás (Salmo 10:11 y 13). En lugar de haber arrasado con los pensamientos acerca de Dios, el ateo intenta manchar todo lo que refiere a la Divinidad. En su alma, muy secretamente, busca alterar el carácter de Dios; incluso puede llegar a tener dudas de si existe o no un Dios, aunque desea que no haya ninguno. Como no puede convencer con argumentos sólidos acerca de la inexistencia de Dios, se persuade con alteraciones de las cualidades de Dios. La Biblia lo llama necio o loco: Dice el necio en su corazón, no hay Dios (Salmo 53:1), por lo tanto, para el ateo no hay ni esencia ni provisión de parte de la Divinidad. La Biblia dice que los hombres se corrompieron e hicieron obras abominables, además de que no hay quien haga lo bueno. Un ateísmo secreto es la fuente de muchas prácticas del mal. Esto es lógico, pues cuando el hombre niega al Dios de la pureza, por fuerza se obliga a corromper su alma y su cuerpo con sus acciones. No es posible tener la carcasa del alma vacía, o se llena de la presencia de la naturaleza de Dios o vacía de ella distorsiona las cualidades del Creador. No hay quien haga lo bueno, dijo el salmista. Esta queja o reclamo se hace en virtud de que la ley de Dios está en el corazón del hombre, por lo tanto sabe que no puede negarla del todo. Pero la variedad en el ateísmo es notoria; existe otro grupo que profesa conocer a Dios, pero con sus obras lo niegan (Tito 1:16). Y es que la profesión del conocimiento puede ser muy distinta al verdadero conocimiento de Dios. De todas formas, negar a Dios o cambiarle sus cualidades da lo mismo, es una misma locura o necedad. Con esa actitud se peca por partida doble: por comisión (al hacer obras malas y abominables) y por omisión (al dejar de hacer lo bueno - no hay quien haga lo bueno). Muchos se confunden al observar la religión cristiana en su accionar y en su pensar teológico; la suponen como el paradigma del quehacer religioso. Pero en esto puede haber fraude, ya que dentro del cristianismo hay una mezcla de ateísmo, que funciona como instrumento para cambiar o negar los atributos de Dios. ¿Cómo sabe Dios? ¿Hay conocimiento en el Altísimo? Surgen las teologías para dar respuesta a esta simple interrogante, aduciendo que Dios conoce en base a lo que el hombre va haciendo; otros sostienen que no puede conocer las decisiones humanas, ya que no interfiere con ellas en virtud del respeto al libre albedrío. ¿No es esta otra forma de ateísmo? El cristianismo ha derivado en una gran locura, porque duda de la existencia de Dios al dudar de los atributos del Creador. Un Dios que conoce a medias o que depende de los actos de sus criaturas para llegar a conocer es un Dios que no conoce del todo. Por lo tanto, la omnisciencia es puesta en duda y la manera de conocer es jaqueada y alterada. Un Dios que predestina o pre-ordena todas las cosas, según el puro afecto de su voluntad, es un Dios peligroso para la voluntad del hombre. Por eso la Biblia llama necio al ateo y locura al ateísmo. Así como Adán se escondió de Dios después de su pecado, el hombre natural huye de cualquier vestigio divino. No desea creer en su corazón que hay Dios, y si se atreve a creer lo hace elípticamente profesando tributo a otros seres como si fuesen su dios. Porque muchos atestiguan creer en un Dios, aunque no lo conozcan. La sola idea del Dios de las Escrituras los espanta, de manera que prefieren continuar en sus propios deseos, hundidos en las profundas arenas de la iniquidad. LA LOCURA DEL ATEISMO Si no hubiese tal locura el hombre reconocería que Dios nos hizo y no nosotros a nosotros mismos. Los dictados racionales de la mente humana, o de la razón universal, apuntan al motor que mueve todas las cosas, pero que no es movido por nadie. Si no hubiese tal locura, el hombre no se degradaría a tal extremo, creando tanto dolor y descendiendo tanto en la escala de los brutos. La razón dicta que Dios existe, más allá de que sea difícil comprenderlo. Pablo refirió al hecho de que lo que de Dios se conoce ha sido manifestado a través de la creación, por las cosas visibles de Él. Pero el hombre necesita salir de su estado natural hacia la vida espiritual, pues su caída le acarreó la muerte del espíritu. El nacer de nuevo es un milagro producido por el Espíritu de Dios en los elegidos del Padre, pero se produce por la otra locura, la de la predicación del evangelio. Ya son dos locuras enfrentadas: la del ateísmo y la del anuncio del evangelio. La luz de la razón demuestra la locura del ateísmo. Hay un conocimiento natural mostrado a través de las cosas creadas, que nos enseñan a Dios como un Ser; pero es la revelación escrita la que nos habla acerca de Su naturaleza. Hay objetos en el mundo, principios comunes en la conciencia humana, cuya inferencia demuestra la existencia de Dios. Sin embargo, el hombre ya no se conforma con decir en su corazón que no hay Dios, sino que ahora lo publica por muchos medios y se jacta con sus actos en demostrar que es capaz de hacer lo contrario de lo que la misma naturaleza ordena. Pablo lo aseguró de esta forma, que como no quisieron tener en cuenta a Dios sino que le dieron honra a la criatura antes que al Creador, Dios mismo los entregó a una mente depravada para que hicieran cosas contra natura. En otros términos, a pesar de la locura del ateísmo, el hombre está consciente de que sus actos perversos van contra la propia naturaleza humana, la cual violenta cada día con más fuerza. Por ello llaman a lo bueno malo y a lo malo bueno; por ello hablan del orgullo gay, como si con esa frase que es un oxímoron pudiese borrar el carácter degradante de su contenido (Romanos 1). Jesucristo lo advirtió por partida doble: 1) que la maldad sería aumentada en el tiempo del fin; 2) que cuando él volviera lo más seguro es que no hallaría fe en la tierra. La síntesis de lo dicho nos lleva a aceptar que en la medida en que el hombre desconoce al Dios de la Biblia exhibe su maldad más fácilmente. En la medida en que rechaza la locura de la predicación exhibe su propia locura. Locura contra locura; pero aún lo insensato de Dios es más sabio que los hombres; más bien lo necio del mundo escogió Dios, para avergonzar a los sabios a fin de que nadie se jacte en su presencia (1 Corintios 1: 25-29).

César Paredes

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Publicado por elegidos @ 13:37
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