Viernes, 04 de octubre de 2013

El evangelio de Cristo es poder de Dios para salvación a todos aquellos que creen, pero creer implica ir a Cristo a quien solamente se puede acudir si uno es enviado por el Padre. No obstante, para caminar hacia Cristo es necesaria la fe que viene por el oír su palabra. Un círculo completo que presupone la voluntad de Dios desde la eternidad y que hace historia con el nuevo nacimiento. Ese nacer de nuevo no depende de voluntad de varón sino de Dios, de manera que constituye una acción operada por el Espíritu de Dios (Juan 3).

El significado del  vocablo Jesús es salvador o Jehová salva; esa fue además la esencia de su misión en esta tierra. El ángel le dijo a José que el hijo que tendría María debía llevar ese nombre porque él salvaría a su pueblo de sus pecados (Mateo 1:21). La salvación implica liberación del peligro, sea este momentáneo o sea eterno. En el contexto bíblico se añade la liberación del castigo por el pecado, pues si la paga del pecado es muerte, la dádiva de Dios en Cristo Jesús es vida eterna.

Pero el tema de la salvación en las Escrituras tiene muchas derivaciones o implicaciones. Vamos a mirarlas en sus contextos:

1) Expiación por el pecado- En el Levítico, 17:11 leemos algo referente a la importancia de la sangre expiatoria, el símbolo de aquello que sucedería con el Cristo, el Cordero de Dios: Porque la vida de la carne en la sangre está, y yo os la he dado para hacer expiación sobre el altar por vuestras almas; y la misma sangre hará expiación de la persona. Ya se hablaba por intermedio de los profetas acerca de lo que haría el Cristo: Con todo eso, Jehová quiso quebrantarlo, sujetándole a padecimiento. Cuando haya puesto su vida en expiación por el pecado, verá linaje, vivirá por largos días, y la voluntad de Jehová será en su mano prosperada (Isaías 53:10). En el Nuevo Testamento Pedro atestigua que fuimos rescatados de nuestra vana manera de vivir con la sangre preciosa de Cristo, como de un cordero sin mancha y sin contaminación, ya destinado desde antes de la fundación del mundo, pero manifestado en los postreros tiempos por amor de vosotros (1 Pedro 1:18-20).

2) La substitución- Un texto del Antiguo Testamento se muestra muy específico en esta materia: Mas él herido fue por nuestras rebeliones, molido por nuestros pecados; el castigo de nuestra paz fue sobre él, y por su llaga fuimos nosotros curados (Isaías 53:5). En el Nuevo Testamento leemos que Jesús puso su vida por las ovejas que le eran propias (Juan 10:1-5), no la dio por los cabritos, ni por los lobos rapaces disfrazados de corderos. Jesús agregó que nadie podía ir a él a no ser que el Padre lo trajere (Juan 6:44). Con este concepto de la sustitución (el reemplazo de una persona por otra) debemos preguntarnos por qué tanta gente se pierde. La única respuesta posible es porque Jesús no sustituyó a cada miembro de la humanidad en la cruz del Calvario, en el momento de su muerte expiatoria. Recordemos que la redención de Dios por Israel frente al Faraón de Egipto se efectuó por el símbolo de la sangre de un cordero colocada en el dintel de las puertas; esa redención fue hecha solamente por su pueblo escogido y era sombra de lo que habría de acontecer en el Gólgota. Cristo se convirtió en nuestra pascua (1 Corintios 5:7), que significa el pasar por alto nuestros pecados, así como el ángel pasó por alto el juicio a aquellos que tenían la sangre del cordero en los dinteles de la puerta de sus casas.

3) La imputación- Imputar es atribuir, así que cuando Adán pecó se le imputó a la humanidad su pecado (Romanos 5:12-21), de tal forma que en virtud de ser él la cabeza federal humana todos nosotros pasamos a ser culpables delante de Dios. Por eso la Biblia ha declarado que no hay justo ni aún uno, ni quien busque a Dios, pues el hombre natural está en enemistad con Él. Cuando Jesucristo sufrió y murió en la cruz, él llevó el pecado de su pueblo, de tal forma que nuestra naturaleza junto con su conducta pecaminosa le fue colocada y atribuida a Jesús. De allí que la Biblia señale que se hizo pecado por nosotros (2 Corintios 5:21) y nosotros fuimos hechos justicia de Dios en él. Si Jesucristo hubiese llevado el pecado de Judas, de seguro el Iscariote estaría hoy con él en los lugares celestiales, pero en Jesucristo no fueron imputados todos los pecados de la humanidad. Si alguien aduce que Jesús expió todos los pecados de todos los hombres, que sobre él fueron imputados los pecados de toda la raza humana, pero que la incredulidad de esa realidad es lo que condena al hombre, cabe bien responder lo que ya fue dicho por muchos teólogos: que cuando Jesús murió por todos los pecados de su pueblo, se incluyó también el pecado de incredulidad. De manera que la incredulidad no sería una excusa para condenar a aquellos que no creen; pero el problema consiste en que Jesús murió por todos los pecados de su pueblo solamente. De allí que David canta como bienaventuranza el que Dios atribuya justicia sin obras: Bienaventurados aquellos cuyas iniquidades son perdonadas, y cuyos pecados son cubiertos. Bienaventurado el varón a quien el Señor no inculpa de pecado (Romanos 4:6-8).

4) La propiciación- Si recordamos que en el Arca Sagrada de la Alianza existía el propiciatorio, una lámina de oro que cubría las Tablas de la Ley en las cuales se señalaban los mandatos que acusaban la conciencia de Israel, nos daremos cuenta que sobre esa lámina el sacerdote esparcía sangre del animal que servía como símbolo del sacrificio que Cristo haría ante el Padre por su pueblo. Ese Cristo es Jesús, a quien Dios puso como propiciación por medio de la fe en su sangre (Romanos 3:24-25). Propiciar es ablandar o aplacar la ira de alguien, de manera que Jesucristo apaciguó la ira de Dios y quitó la enemistad manifiesta sobre el pueblo elegido por el cual murió en la cruz. Es de hacer notar que esa propiciación hecha en un momento histórico cumple su efecto en los elegidos en el momento histórico de su llamado. Más allá de que hayamos sido predestinados para salvación, los medios para alcanzarla deben cumplirse: nacer de nuevo, la fe que es un don de Dios para ser ejercitada por la palabra de Cristo, la locura de la predicación, todo lo cual nos separa de la masa de la cual todos formamos parte, pues éramos por naturaleza hijos de la ira, lo mismo que los demás. Cuando Juan nos dice que Jesucristo es la propiciación por nuestros pecados; y no solamente por los nuestros, sino también por los de todo el mundo (1 Juan 2:2), hace referencia a los judíos de su iglesia y a los gentiles que eran el resto del mundo. Ya sabemos que el mundo se dividía para los judíos en dos partes: ellos y el resto de las gentes (llamados gentiles). Por eso cuando Juan habla de que Jesús es la propiciación de los pecados de todo el mundo, no hace referencia a cada miembro particular de los habitantes del planeta, pues de haberlo hecho todo el mundo sería salvo. Pero no son todos salvos y muchos mueren en sus pecados (Juan 8:21 y 24), así como muchos no oyen su palabra porque no son de Dios (Juan 8:47).

5) La redención- El vocablo redimir proviene del latín y significa volver a comprar. Algunas veces lo traducen como rescatar, lo que implica que Jesucristo nos rescató de nuestra vana manera de vivir que habíamos heredado de nuestros ancestros desde la época de Adán. En otros términos, fuimos comprados con sangre; lo interesante acá es que esta expresión o concepto se contrapone con el otro concepto expresado por Pedro cuando dijo que los falsos maestros con herejías destructoras negarán al Señor que los compró. El Señor mencionado en Pedro no es Kurios sino Despotes, y la palabra para redimir es otra: es la de la idea de ser el dueño. El Despotes es Dios quien adquirió, quien es el Señor de todo cuanto existe, incluyendo a los falsos profetas. Estos mismos herejes niegan incluso a ese Dios que todo lo gobierna. En cambio, el Kurios mencionado en 1 Pedro 1:18 es el que nos rescató, el que pagó el precio de compra con su sangre. Hay una gran diferencia entre el Despotes al que le pertenece todo por derecho de Creador (2 Pedro 2:1) y el Kurios que nos compró con su sangre. Más allá de que una traducción infeliz tienda a confundir, la Biblia no muestra ninguna contradicción; pero hay quienes se alegran en decir que la salvación se pierde por culpa de la voluntad libre de los falsos maestros, cuando en muchos otros contextos bíblicos se menciona que aún ellos fueron destinados para tal fin.  El mismo apóstol Pedro así lo atestigua: hay algunos que desprecian el señorío de Dios (2 Pedro 2:10), siendo desobedientes, a lo cual fueron también destinados (1 Pedro 2:8).

6) La remisión- De éste dan testimonio todos los profetas, que todos los que en él creyeren, recibirán perdón de pecados por su nombre (Hechos 10:43). La remisión es el perdón de pecados, todo ligado al hecho de redimir.  Esto es mi sangre del nuevo pacto, que por muchos es derramada para remisión de los pecados (Mateo 26:28); fijémonos que el Señor dijo por muchos y no por todos los que moran en la tierra. La remisión es la condonación de los pecados por parte de Dios.

7) La justificación- El hombre es justificado por la fe sin las obras de la ley (Romanos 3:28); por esta justificación tenemos paz para con Dios. Hemos sido declarados justos en Jesucristo, no en virtud de ninguna obra que tengamos como digna de ese fruto. La Biblia dice que aún nuestras buenas obras son fruto de maldad, de manera que no tenemos nada que ofrecer a cambio de nuestra justificación. Esta es gratuita por virtud de la benevolencia de Dios sobre quienes quiso representar con Jesucristo en la cruz. Esta aceptación es un don gratuito de Dios, disponible por la fe en Cristo (Romanos 1:17; 3:21-22), en el caso de quien está capacitado por la gracia de Dios. El creyente descansa en esta aceptación, como lo dijo el apóstol Pablo: ¿Quién acusará a los escogidos de Dios? Dios es el que justifica (Romanos 8:33). Hemos sido declarados justos ante la presencia de Dios en virtud de la justicia de Cristo: Al que no conoció pecado, por nosotros lo hizo pecado, para que nosotros fuésemos hechos justicia de Dios en él (2 Corintios 5:21).

8) La adopción- Hemos sido predestinados en amor, para ser adoptados hijos de Dios por medio de Jesucristo (Efesios 1:5). Dice Juan que el amor que nos ha dado el Padre es de tal magnitud que ahora podemos ser llamados hijos de Dios (1 Juan 3:1). Y es por esa adopción que ahora clamamos por el Espíritu Abba Padre (Padre querido). En principio, fuimos ubicados como hijos (adoptados), pero esta adopción se dio también en virtud de la regeneración, del nuevo nacimiento, por lo cual ahora somos llamados hijos de Dios. A todos los que recibieron a Jesucristo y creen en su nombre, Dios les dio el beneficio de ser hechos sus hijos (Juan 1:12) por haber sido engendrados de parte de Dios.

9) La reconciliación- Esta supone una comunicación efectiva, un acercamiento entre las partes involucradas en este concepto, que además provienen de una querella o disputa fundamentada en la desobediencia del Génesis. La muerte del Hijo de Dios ha producido en nosotros la amistad y el acercamiento con Él, a pesar de haber sido enemigos. Ahora que Dios se ha reconciliado con nosotros tendremos la salvación en virtud de la vida de Jesucristo. La reconciliación es poner en amistad a los que eran enemigos; Dios nos ve escondidos en la inocencia de Cristo, justificados por la fe en él, por lo tanto Él se ha reconciliado con su pueblo. La consecuencia lógica de la justificación por la fe es tener la paz para con Dios, estar reconciliados con Él. Tan importante es este concepto estudiado que Pablo habla del ministerio de la reconciliación. Dios no les toma en cuenta a los hombres sus pecados porque Cristo fue el mecanismo para que el Padre reconciliara al mundo (acá de nuevo este vocablo hay que leerlo en su contexto, pues nunca aparece como la inclusión distributiva de cada ser humano). Los creyentes nos hemos convertido en consecuencia en embajadores de Cristo, como si Dios rogase por medio de nosotros...Reconciliaos con Dios (2 Corintios 5:18.21). De todas formas, la restricción del vocablo mundo en este texto viene expresada por el verso 21 que lo circunscribe a nosotros, pues Jesucristo fue hecho pecado por nosotros -no por el mundo-, para que nosotros fuésemos hechos justicia de Dios en él.

Gracias a que hubo perdón ha habido reconciliación, pues ahora se han recuperado las habilidades afectivas entre las partes. No es lo mismo un Dios airado y enemigo que un Dios reconciliado con nosotros como su pueblo. La muerte de Jesucristo permitió la satisfacción de la justicia divina, asunto que nos llevó a la reconciliación; ahora que hemos sido amistados seremos salvos por la vida del Hijo (Romanos 5:10-11).

10) Regeneración- Dice la Biblia que Dios nos salvó no por obras de justicia que hubiésemos hecho, sino por su misericordia, por el lavamiento de la regeneración y por la renovación en el Espíritu Santo (Tito 3:5). Jesús le dijo a Nicodemo que era necesario nacer de nuevo, pero que esa era una actividad exclusiva del Espíritu Santo en la cual no intervendría voluntad humana alguna. Esta es una resurrección espiritual, pues así como el Padre levanta de los muertos y da vida, el Hijo a los que quiere da vida (Juan 5:21). Si estamos en Cristo somos nuevas criaturas en las que las cosas viejas van pasando y todas van siendo hechas nuevas; todo don perfecto y cualquiera buena dádiva desciende de lo alto, del Padre de las luces, quien de su voluntad nos hizo nacer por la palabra de verdad, para que seamos primicias de sus criaturas (Santiago 1:18). Son cuantiosos los textos de la Biblia que refieren a este tema de la regeneración; sin embargo, baste por ahora con entender que esto es un acto de una tercera persona y nunca propio. De la misma forma en que un niño es concebido por la fecundación del óvulo, y de la misma manera en que ese niño no tuvo arte ni parte en su concepción y nacimiento, la nueva criatura espiritual es engendrada por Dios a través del Espíritu Santo, en virtud de la nueva vida hecha posible por Jesucristo en la cruz. Nacemos de nuevo por voluntad de Dios, pero experimentamos la vida subsiguiente que en ningún momento puede preceder al hecho anterior. La naturaleza del nuevo nacimiento y de la vida eterna impiden que esta se pierda por nuestra voluntad. Cuando una persona nace no puede no nacer, de la misma forma cuando una persona nace a la vida eterna tampoco puede dejar de haber nacido. Y como es eterna siempre la tendrá, pues es un don de Dios que no ha dependido del individuo. Esta es la regeneración ligada a la salvación, una propiedad sobrenatural en nosotros que nos garantiza por siempre la presencia del Espíritu de Dios como arras de nuestra salvación.

11) La santificación- En esa voluntad somos santificados mediante la ofrenda del cuerpo de Jesucristo hecha una vez para siempre (Hebreos 10:10). Santificar significa separar; hemos sido separados del mundo para formar parte del pueblo de Dios. Aunque estamos en el mundo, no somos de él; por eso Jesús en el Getsemaní no rogó por el mundo sino por los que el Padre le había dado. Muchos aducen que la santificación es una empresa humana, pero vemos por el texto citado que ha sido una actividad posible y absoluta por la ofrenda del cuerpo de Jesucristo. Un cabrito puede imitar a una oveja, puede alimentarse como oveja, pero seguirá siendo cabrito. Muchos toman el ropaje de la santificación como obra humana, intentan separarse del mundo bajo un sistema normativo religioso austero, que como dijo Pablo: si sois muertos con Cristo cuanto a los rudimentos del mundo, ¿por qué como si vivieseis al mundo, os sometéis a ordenanzas, tales como, no manejes, ni gustes, ni aun toques ... en conformidad a mandamientos y doctrinas de hombres? Tales cosas tienen a la verdad cierta reputación de sabiduría en culto voluntario, y humildad, y en duro trato del cuerpo; no en alguna honra para el saciar de la carne (Colosenses 2: 20-23). Es cierto que se nos manda a no amar al mundo ni a seguir los deseos de los ojos o la vanagloria de la vida, pero si no existe una separación interna en nuestra naturaleza, entonces todo lo demás es obra externa e inútil. La santificación (separación) es también una obra del Espíritu de Dios, una arista más de la salvación.

12) La glorificación- Esta es considerada la última etapa de la salvación, cuando nuestros cuerpos hayan sido redimidos. Tendremos cuerpos inmortales, pues sembramos en corrupción pero resucitaremos en incorrupción, sembramos en deshonra y resucitaremos en gloria y poder (1 Corintios 15:42-44). Esto es una realidad ahora, pero en parte, pues dice la Biblia que estamos sentados en los lugares celestiales con Cristo. Hemos entrado en su reposo o descanso, por eso se nos recomienda a estar quietos y conocer que Él es Dios. Aún nuestra ciudadanía está en los cielos y nuestros cuerpos se transformarán desde la humillación a la gloria de Cristo (Filipenses 3:20-21).

De manera que cuando una persona es salva, todas las bendiciones que se implican de lo expuesto vienen a ser una realidad. Esta es la razón por la cual Pablo dijo que no se avergonzaba del evangelio, pues ese era el poder de Dios para salvación. También dijo que Dios quiso salvar al mundo por medio de la locura de la predicación. Esto hagamos y digamos también.

César Paredes

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Tags: SOBERANIA DE DIOS

Publicado por elegidos @ 11:48
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