Jueves, 02 de mayo de 2013

Hechos 7:51 refiere a los duros de cerviz, que resisten al Espíritu Santo, pues habiendo oído la palabra de verdad muestran una mente entenebrecida e incrédula que detienen con presteza el avance del evangelio. Pero esto no quiere decir lo que a simple vista muchos piensan, que el hombre posee la libertad de resistir al Espíritu de Dios, sino que viene a ser una figura de habla que en nada pretende contradecir la Escritura, sino resaltar la resistencia natural del hombre impío.

Fue Pablo quien escribió en su carta a los romanos acerca de la imposibilidad humana de resistir al Espíritu Santo: Pero me dirás: ¿Por qué, pues, inculpa? porque ¿quién ha resistido a su voluntad? (Romanos 9:19). Sabemos que el apóstol hablaba de la elección incondicional de Dios sobre Jacob y Esaú, uno para vida eterna y otro para vergüenza y destrucción. El objetor se ha levantado a preguntar ¿por qué razón Dios inculpa, pues quién ha podido alguna vez resistir a su voluntad?  Mas Esteban arengaba a la gente diciéndoles que eran duros de cerviz y que tanto ellos como sus padres resistían al Espíritu Santo, como lo refiere el libro de los Hechos.

El verbo usado en ambos textos señalados porta el significado de ser adverso, oponerse, luchar contra, resistir, por lo tanto nuestra tarea debe apuntar a comprender lo que realmente se dice en ellos sin que medie contradicción alguna en las Escrituras. Resulta por demás interesante que en el discurso de Esteban se menciona la muerte del Justo (Jesucristo) de manos de esa gente a quienes él acusa: de quien vosotros habéis sido entregadores y matadores (Hechos 7, verso 52). Cuando leemos a Pedro en discurso dado en el día de Pentecostés, éste había expresado que Jesús había sido entregado por el determinado consejo y anticipado conocimiento de Dios (Hechos 2:22-24) y prendido y matado por manos de inicuos. Ambos discursos exponen el tema desde dos perspectivas: Esteban los acusa en forma directa, pero Pedro, quien también establece que fue prendido y matado por manos de inicuos, expone que ello fue parte del determinado consejo y anticipado conocimiento de Dios. En otros términos, Pedro reconoce que fue el Dios soberano quien planificó toda esta inicua actividad, por lo tanto el objetor que Pablo presenta en Romanos 9 puede también acá exponer su queja: ¿por qué, pues, inculpa? Pues, ¿quién ha resistido a su voluntad?  Pese a que Pedro reconoce que la muerte del Justo obedeció a un plan detallado de Dios, sus palabras acusan a los judíos de ignorar quién era este Jesús, razón por la cual le dieron muerte:  Sepa, pues, ciertísimamente toda la casa de Israel, que a este Jesús a quien vosotros crucificasteis, Dios le ha hecho Señor y Cristo (verso 36).

Las palabras de Esteban refieren a la resistencia natural que el hombre impío hace al mandato del Espíritu de Dios. Hay una gran cantidad de ordenanzas hechas por el Creador a su humanidad, pero son ignoradas porque su consejo divino así lo ha determinado. Si el Espíritu Santo quiere dar vida, lo hará sin duda con su acto del nuevo nacimiento. Jesucristo dijo que nadie podía venir a él a menos que el Padre lo llevase (Juan 6:44); pero un poco más adelante les resaltó que ninguno podía ir a él, si no le fuere dado del Padre (Juan 6:65). Entonces, el arrepentimiento es también un regalo del Padre, así como la fe es un regalo de Dios (Efesios 2:8): Porque por gracia sois salvos por medio de la fe, y esto no de vosotros; pues es don de Dios.

Normalmente el pecador resiste la llamada al arrepentimiento que el predicador anuncia como mandato del Espíritu, pero si Dios le da el arrepentimiento (le abre el entendimiento del espíritu) esa llamada se hace irresistible, pues irrevocables son los dones y el llamamiento de Dios (Romanos 11:29).

La resistencia hecha por estas personas no era al Espíritu Santo en ellos, pues no tenían el Espíritu de Cristo; era una resistencia al Espíritu de Dios hecha en contra de sus ministros (los profetas del Antiguo Testamento, como bien refiere Esteban: ¿A cuál de los profetas no persiguieron vuestros padres? Y mataron a los que anunciaron de antemano la venida del Justo, de quien vosotros ahora habéis sido entregadores y matadores; vosotros que recibisteis la ley por disposición de ángeles, y no la guardasteis -Hechos 7: 52-53). Esta es la responsabilidad del hombre natural, la de no resistir o hacer frente al mandato de Dios, muy a pesar de que esté muerto en delitos y pecados y sea incapaz de obedecer. Si esto parece injusto, entonces ya el objetor presentado por Pablo fue respondido al respecto: ¿Y tú quién eres, para que alterques con Dios? Estos mismos hombres en su naturaleza estaban resistiendo las palabras de Esteban, por lo cual se enfurecieron y lo lapidaron. De manera que no se trata de resistir alguna operación interna del Espíritu de gracia, sino del ministerio externo de la palabra. De esta forma, los que resisten a los ministros de Jesucristo, le resisten a él; por lo tanto, quien resiste a Jesucristo resiste también al Espíritu Santo. Este texto y su contexto muestran la clara resistencia a las palabras de Esteban -un enviado del Espíritu Santo-, pero nunca muestra una posible resistencia al trabajo interno del Espíritu en el nuevo nacimiento, en la conversión del pecador a Cristo.

Por cierto, las vestiduras de Esteban fueron puestas a los pies de Saulo (el que sería Pablo). Con esto se prueba que Saulo también resistía al Espíritu Santo que hablaba en ese momento a través de Esteban, que había hablado por medio de los profetas y de la ley dada por los ángeles de Dios. Sin embargo, llegado el tiempo de Dios, para manifestar la gracia en el elegido, Saulo es tumbado del caballo y la luz de Cristo resplandeció en él: Saulo, Saulo, ¿Por qué me persigues? Con esto se prueba que quien perseguía a los creyentes perseguía a Jesucristo, que quien resistía la palabra enviada del Espíritu, resistía al Espíritu; pero igualmente se prueba que cuando el Señor llama ni Saulo puede resistirse. Ahora el Espíritu Santo operó en Saulo la conversión, el nuevo nacimiento, y por eso el hombre caído en tierra exclama: ¿Quién eres, Señor?  Y la respuesta fue: Yo soy Jesús, a quien tú persigues.  Levántate y entra en la ciudad, que allí se te dirá lo que tienes que hacer (Hechos 9: 4-6).

El Señor no quiso llamar a todos los que apedrearon a Esteban, más bien quiso llamar a Saulo posteriormente, y tal vez a otros que no sabemos; pero lo que sí es también seguro es que en el momento en que Esteban hablaba el Espíritu no estaba operando ningún nuevo nacimiento, por lo cual el siervo de Dios dijo que resistían al Espíritu. Pero cuando el Espíritu actuó en Saulo por intermedio de la palabra de Cristo, Saulo no pudo oponer resistencia.

LA CIRCUNCISION DEL CORAZON

La circuncisión no es la que se hace exteriormente en la carne, sino en el corazón, en el espíritu, no en la carne. Esto es lo que a Dios agrada (Romanos 2: 28-29). Por ello, la resistencia al Espíritu proviene de los incircuncisos de corazón, como bien lo refiriera Esteban. Una persona que no ha recibido la circuncisión del corazón (el Espíritu de Cristo mediante el nuevo nacimiento operado por Él mismo) resistirá siempre las influencias externas del Espíritu. Estos judíos de la época tuvieron oídos sordos para las palabras de Juan el Bautista, entregaron a Jesús y lo enviaron al matadero; estos mismos judíos escucharon a Esteban y también lo mataron. A pesar de su circuncisión en la carne, su espíritu estaba muerto en delitos y pecados. Pero ¿qué sucedió con Saulo? Lo mismo que con muchos, que sus ojos le fueron abiertos y su corazón se volvió al arrepentimiento; en ellos operó el nuevo nacimiento por el Espíritu de Dios, no por mediación humana. Más allá de que seamos instrumentos del anuncio del evangelio, no somos nosotros quienes hacemos nacer a los elegidos, sino el Espíritu de Dios, como se lo confirmó Jesús a Nicodemo (Juan 3). La voluntad humana, su juicio y su conciencia rechazan la luz de la palabra revelada; más bien la voluntad se torna obstinada, el juicio realiza falsas inferencias en materia de fe, y la conciencia se vuelve resistente a toda evidencia de la verdad anunciada. Por supuesto, el Dios de la Biblia ha dicho repetidas veces que Él endurece a quien quiere endurecer, razón por la cual se ha levantado el objetor para increparle el por qué Dios inculpa, ya que nadie puede resistir a Su voluntad.

Por otro lado, si el Espíritu es el que da vida, si nadie viene a Cristo a no ser que el Padre lo lleve, hemos de entender que aquellas personas que resisten al Espíritu Santo en su manifestación operativa externa (mediante el anuncio del evangelio por intermedio de los creyentes), solamente resisten porque son endurecidas. Más allá de que por vía natural sean resistentes a la palabra de Dios, el hecho mismo de que no hayan sido despertados para que les alumbre la verdad de Cristo y la luz del evangelio implica un endurecimiento activo de parte de Dios. Pues si Dios hubiese querido tener misericordia de ellos les habría quitado el endurecimiento de corazón y les hubiera dado un corazón nuevo.

Pero esto es tan válido como el hecho de que muchos que se llaman a sí mismos cristianos son reacios a reconocer esta gran verdad del evangelio de Cristo, que nadie viene a él si el Padre no lo enviare. Esta palabra los ofende y alegan en su contra que ellos sí han querido ir a Jesucristo, que es materia de su voluntad libre y graciosa, que los otros se han endurecido a sí mismos y por eso resisten al llamamiento eficaz del Espíritu. Para ello alegan textos de la Escritura que tuercen al sacarlos de su contexto y de su gramática. Esta gente expresa que se puede creer de esa otra forma, pues toda esta explicación acerca de la soberanía absoluta de Dios no es necesaria entenderla para ser salvo. Bien, la doctrina importa mucho, tanto que Pablo le dice a Timoteo que se ocupe de ella; es tan vital que Jesucristo afirmó que él vino a enseñar la doctrina de su Padre. Tanto importa que Jesús lo recalcó innumerables veces (Juan 6) y muchos se fueron molestos y ofendidos, y él no les dijo que no se fueran, que eso que él predicaba era teología difícil. Más bien les preguntó ¿Esto os ofende?, y a los propios discípulos les increpó después de que estos otros que le seguían desde hacía días atrás diciéndoles: ¿queréis vosotros iros también?

EL MENSAJE

El nacimiento espiritual es de carácter continuo y no discrecional: no es posible medio nacer de nuevo en un momento dado de la vida y terminar de nacer al final de la misma. El sistema de comunicación de las abejas ilustra muy bien esta situación de continuidad.  Cuando las abejas obreras informan a sus colegas dónde se encuentra el néctar de las flores, lo hacen a través de una danza, que si es interrumpida aunque sea en el último segundo de ser emitido el mensaje la información se pierde en forma absoluta. Han de volver a danzar para que las otras compañeras puedan entender el mensaje. El evangelio de Jesucristo es total, y aunque alguien alegue aceptar una parte en un momento dado y el resto un poco después, se nace de nuevo en un instante. Pero una vez que el Espíritu da vida no puede dejar al creyente en la ignorancia de la doctrina de Cristo, pues sería dejarlo en otro evangelio.  De manera que si la fe viene por el oír la palabra de Jesucristo, no se trata de medio oír o de tener una fe incompleta. Oímos el mensaje del evangelio que no es otro que el de la buena noticia. ¿Buena noticia para quién? Para el pueblo escogido de Dios, ya que el mismo nombre Jesús significa que Jehová salvaría a su pueblo de sus pecados. Si usted ha creído otro evangelio, eso es anatema y no sirve de nada. No se puede decir que usted está casi salvo, pues no hay tal cosa en la Escritura. Cristo no hizo potencial la salvación sino que la hizo actualidad para el pueblo que él representó en la cruz. Lo que sucede es que en nuestro espacio-tiempo llegamos a oír el evangelio, escuchamos el llamado de Dios y en consecuencia nacemos de nuevo a través de la fe que también es un regalo de Dios.

Pero hay muchos que tienen el ropaje religioso muy bien arreglado, y se visten de redimidos a la usanza de los antiguos judíos. De ellos dijo Pablo que tenían mucho celo de Dios, pero no conforme a ciencia (Romanos 10:1-3). Es decir, de nada les sirve el ropaje religioso de salvación: oran y cantan a un dios que no existe, sino que es producto de un evangelio diferente. Además de que se calificó cualquier evangelio diferente al de las Escrituras como anatema (maldito), así fuese traído por ángeles del cielo, la misma Biblia advierte de que en estos postreros tiempos muchos escucharán doctrinas de demonios. ¿Qué es una doctrina de demonios? Puede ser una enseñanza de muy variada índole, pero que tiene como base el estar casi ajustada a la Escritura, mas nunca coincidir plenamente con ella.

Creer en un Cristo que murió llevando el pecado de toda la humanidad es tal vez más justo desde la perspectiva humana, pero no hace bíblica esa doctrina. Creer que Dios no endurece a quien quiere endurecer, sino decir que el hombre se endurece a sí mismo, es negar textos de la Escritura revelada, además de quitarle el atributo de soberano absoluto al Dios de la creación. Creer que cada quien tiene la potestad final de recibir o rechazar a Cristo, es suponer igualdad de condiciones en los seres humanos y otorgarle al hombre un libre arbitrio que no se anuncia en las Escrituras; pero es, además, ensalzar al hombre antes que al Creador.

El Dios de la Biblia ha dicho que tendrá misericordia de quien quiere tenerla, y endurecerá a quien quiera endurecer; ha dicho que habla en parábolas para que oyendo no entiendan y no se arrepientan y Él tenga que perdonarlos; ha dicho que nadie puede ir a Jesucristo si el Padre no lo envía; ha dicho que los que no son ovejas no pueden creer; ha dicho que la elección para vida y muerte eterna la realizó antes de la fundación del mundo y por ende antes de que la gente hiciera bien o mal. De manera que si usted no cree esta doctrina esencial de la cruz de Cristo (¿Por quién murió Jesús?) no cree en el verdadero evangelio;  y si usted asume creer en un Cristo diferente al de la Biblia, está creyendo en una doctrina de demonios.

LA GRACIA IRRESISTIBLE

Dios vence toda resistencia cuando quiere hacerlo, como lo hizo en Saulo y como lo ha hecho en todos los que ha llamado eficazmente.  Vencer la resistencia natural del corazón humano es tener misericordia de quien Él quiere, ya que Él actúa conforme a su voluntad en el ejército del cielo y entre los habitantes de la tierra; nadie puede detener su mano, ni decirle: ¿Qué haces? (Daniel 4:35); Nuestro Dios está en los cielos; todo cuanto quiso ha hecho (Salmo 155:3). Una persona que ha sido llamada por el Padre ya no ve la cruz de Cristo como locura, sino como el poder y la sabiduría de Dios. La persona llamada ha recibido un milagro, el de que su ceguera le haya sido removida. En realidad es un milagro contra milagro, pues antes de creer operaba en él el milagro de la ceguera (Gordon Clark, Predestination) ya que pese a tanta evidencia externa exhibida en la creación de Dios y anunciada en las Escrituras le era imposible creer; pero ahora que ha creído, lo ha hecho gracias al milagro de la remoción de esa ceguera. Hasta que el Señor no abrió el corazón de Lidia ella no pudo comprender aquello que Pablo decía (Hechos 16:14); sabemos que Jesús le explicó a Nicodemo lo que era el nuevo nacimiento (Juan 3), pero en el inicio del evangelio de Juan leemos acerca de lo mismo, que a todos los que le recibieron, a los que creen en su nombre, les dio potestad de ser hechos hijos de Dios; los cuales no son engendrados de sangre, ni de voluntad de carne, ni de voluntad de varón, sino de Dios (Juan 1: 12-13).

No puede el árbol bueno dar fruto malo, ni el árbol malo dar fruto bueno. No puede un cabrito convertirse en oveja ni una oveja llegar a ser una cabra. Tampoco el trigo es cizaña ni la cizaña trigo; pues desde los siglos Dios ha preparado un pueblo para alabanza de su gloria y ha separado a otro para que sea notoria su ira y  su poder. Nótese el gran desafío de la respuesta que da el Espíritu a la interrogante del objetor. Primero surge la declaración de que Dios amó a Jacob y aborreció a Esaú, mucho antes de que hiciesen bien o mal (para que el propósito de Dios conforme a la elección permaneciese, no por las obras sino por el que llama -Romanos 9:11); luego surge la pregunta de por qué inculpa, pues nadie puede resistir a su voluntad. Más tarde aparece otra respuesta de parte del Espíritu Santo en forma absolutamente desafiante: ¿Y qué, si Dios, queriendo mostrar su ira y hacer notorio su poder, soportó con mucha paciencia los vasos de ira preparados para destrucción...? (Romanos 9:22-23).

La evidencia es abrumadora, pero solamente podrá ser eficaz en la medida en que ella misma lo indica: en los que conforme a su propósito son llamados. Por lo tanto, es conveniente examinarse a sí mismo para saber si se está en la gracia, no vaya a  ser que se esté militando en un evangelio conforme a las obras, el cual ha sido declarado anatema.

César Paredes

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Tags: SOBERANIA DE DIOS

Publicado por elegidos @ 17:21
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