Mi?rcoles, 03 de octubre de 2012

En ocasiones la Biblia ha constituido una invalorable compañía para el solitario, para el prisionero o el enfermo. Todos aquellos que han recibido su ayuda encuentran que es un libro útil, digno de ocupar el sitial de honor en los anaqueles. Deriva su nombre del puerto donde se conseguía el material con que se hizo muchos de sus libros, Biblos, donde se compraba el papiro. Ya en el Éxodo se lee que la madre de Moisés había protegido al niño en un arca de papiro, colocándolo junto a la margen del río Nilo (Éxodo 2:3).  Esta planta es natural de pantanos, pues el papiro ama el agua, como lo refleja el libro de Job:  ¿Crecerá y se hará alto el papiro sin un lugar pantanoso? (Job 8:11). Con el papiro se hacían embarcaciones no muy pequeñas (Isaías 18:2); pero su uso fundamental fue el asiento donde se podía escribir. Los juncos se trababan y luego se prensaban hasta conseguir la textura necesaria de tal forma que con un cálamo era posible escribir en ellos. El cálamo era un estilete normalmente hecho de una caña, se mojaba en tinta -que era hollín con agua y goma- y se usaba para garabatear las letras.

Durante muchos siglos la humanidad trabajó con rollos, pues los papiros se cocían uno a otro para procurar extensiones que normalmente alcanzaban hasta 40 metros, si bien se conocen otros de mayor tamaño. Pero no siempre se dispuso en forma de rollo; hubo una época en que se utilizó el códice, la forma en que conocemos hoy los libros, con un papel al lado del otro. Más tarde, el papiro sería reemplazado por el pergamino, un material obtenido a partir del trabajo laborioso de las pieles de venados y cabras. Una derivación de éste es la vitela, obtenida de los fetos de estos animales, que serían muchos más finos y moldeables. Tanto el pergamino como la vitela eran más resistentes que el papiro, y no necesitaban un ambiente tan especial de humedad para su conservación. Pablo le dijo a su  compañero de predicación Timoteo que le trajera los libros (en el entendido de los papiros), pero mayormente los pergaminos (2 Timoteo 4:13).

Israel era conocida como el pueblo del libro, en honor a que se regían por el Antiguo Testamento. Los cristianos son llamados hoy día el pueblo del libro, no sólo por el Antiguo sino por el Nuevo Testamento. La Biblia se compone de 66 libros, 39 del Antiguo y 27 del Nuevo, que en su totalidad nos hablan del mensaje de la salvación de Dios para su pueblo.

Por intermedio de cerca de 50 concilios eclesiásticos se había introducido en la iglesia un sinnúmero de tradiciones netamente humanas. Si la Escritura era considerada por ella misma como inspirada por Dios (2 Timoteo 3:16), además de que ninguna profecía de la Escritura es de interpretación privada, porque nunca la profecía fue traída por voluntad humana (2 Pedro 1:19-21), era natural una reacción a su contaminación. Durante el tiempo de la Reforma Protestante se creó un principio doctrinal que anunciaba la lucha por la preservación del contenido escritural: la Sola Scriptura.  No era necesario el cúmulo de opiniones tradicionales que en muchas ocasiones proponían argumentos contrarios a los contenidos en la misma Biblia. Desde entonces se rescató en gran medida la idea de que la Escritura había de interpretarse con la Escritura, texto con texto, derivando de ello la explicación necesaria de la palabra encadenada al contexto y a la gramática.

Siempre hay historias que sorprenden, que parecen extrañas. Esto ha sido el pan para los incrédulos, el motivo de ironía para los escarnecedores. Un gozo en la burla se nota en aquellos que al no comprender su contexto, extraen la literalidad a ciegas y muestran el relato como algo bizarro. Así, alguien puede quedar pasmado ante el pedido de Saúl a David de cien prepucios como pago por la mano de su hija. Visto de esa manera es de asombrar, pero en el contexto bíblico ha de entenderse como una tradición guerrera cuando se eliminaba al enemigo. El caso de Onán, quien no quiso tener descendencia con la esposa de su hermano muerto, muestra su desobediencia por la que hubo de morir. Algunos han querido ver acá una crítica a la masturbación o al control de natalidad. Pero eso está lejos de la realidad, ya que se castigó su desobediencia al no querer levantarle descendencia a su hermano, no el acto en sí del control natal, que tampoco era masturbación. Los escarnecedores ven una malcriadez en Jesús al maldecir la higuera que no producía frutos, lo cual diría del mal carácter que tenía así como del hecho irrelevante de esa escena. Olvidan quienes así opinan que la lección enseñada por Jesús al respecto estuvo centrada en el poder de la oración, pues agregó: Y todo lo que pidiereis en oración, creyendo, lo recibiréis (Mateo 21:22). Por otro lado enseñó en otra oportunidad que todo pámpano que en él no llevaba fruto sería cortado. El es Dios y hace como quiere, pero para el insensato no existe el sentido en aquello que hace. ¿Cuándo el hombre natural se ha gozado en la obra de Dios? ¿No ha sido ella un pretexto para ironizar? ¡Cuántas formas inútiles de vida!, exclamaba Sartre en queja contra los innumerables animales existentes. Y si hay Dios, ¿por qué permite tanta maldad?, es la otra queja común del hombre de hoy y de siempre. En lugar de preocuparse por su propia maldad y volverse al arrepentimiento, se vuelven contra Dios y le piden que se arrepienta de haber hecho al mundo como lo ha hecho.

Pero la Biblia ha resistido persecución y todo tipo de burla a través de los siglos. Se cuenta que Voltaire aseguró que la Escritura desaparecería en un período no mayor de cien años, desde el momento en que profirió tal sentencia contra el libro. No habían transcurrido cincuenta años de su pronunciamiento y su propia casa fue destinada como centro de publicación de la Biblia. Otra ironía o coincidencia, según unos y otros piensen. Muchas anécdotas se habrán de recoger, relacionadas con este libro tan célebre que incontables personas han leído, aunque también es justo reconocer que gran cantidad de gente tiene en sus bibliotecas un libro cerrado que nunca abren. En la Biblia hay algunos mandatos que son desconocidos o ignorados, como si no estuvieran vigentes. En el Levítico 19:28 leemos: Y no haréis rasguños en vuestro cuerpo por un muerto, ni imprimiréis señal alguna, en clara prohibición al uso del tatuaje. El tatuaje lo hacían las culturas paganas para declarar que pertenecían a una divinidad determinada; después su uso se extendió para marcar a los esclavos como pertenecientes a determinados amos. Hoy en día pareciera más bien un presagio de lo que algún día acontecerá, cuando la gente se colocará la marca en la mano derecha o en la frente para poder comprar o vender (Apocalipsis 13: 16-17).

El monumento literario de España, El Quijote, contiene una cuantiosa referencia a personajes y acontecimientos presentados en la narración bíblica. Se cita a la reina de Saba y a Salomón, a David y a Betsabé, pero en suma son más de trescientos (300) personajes bíblicos que cita y con mucho respeto (Véase La Biblia y el Quijote, de Juan Antonio Monroy. Editorial Clie, 2005). Pero si alguno tiene duda vaya directamente al Quijote y podrá deleitarse en su relato como verificar su continua referencia al Sagrado Libro. Isaac Newton (1642-1747) dijo: Puedo tomar mi telescopio y penetrar millones y millones de millas en el espacio, pero puedo dejarlo e ir a mi cuarto, cerrar la puerta, arrodillarme en oración ferviente y divisar así mas del cielo y acercarme más a Dios que no lo lograría con todos los telescopios e instrumentos materiales de esta tierra. Se cuenta que Newton había hecho a escala y en metal parte de los planetas conocidos y su relación con el sol. Un día un amigo suyo, quien argumentaba que el universo siempre había estado allí, sin que hubiese mediado creación alguna, entró a su casa. Al ver lo interesante de la obra manual hecha por Isaac le preguntó: ¿quién hizo esta maravilla? Newton le respondió: Nadie, siempre ha estado allí. Con esas palabras el amigo entendió la ironía referida a su propia creencia.

Para algunos poetas, como Lord Tennyson (1809-1892), la lectura de la Biblia es una educación por sí sola. Un salmista cantó que la palabra dicha en el libro era una lámpara a sus pies y lumbrera a  su camino. Escrita en un período cercano a los 1600 años, por más de 40 autores, con un único tema -la salvación traída por Dios a la tierra-, en tres lenguas diferentes: hebreo, arameo y griego, ha resistido a los más fieros enemigos y ha señalado el camino al reino de los cielos a millones. En el silencio de una noche de insomnio en un hotel es posible encontrar una porción de ella para remediar la angustia del alma. Otros han encontrado pedazos de papel contentivo de algo de sus escritos y les ha bastado para iniciar el cambio de su vida. En distancias más remotas la palabra oral llega repitiendo el contenido del libro a los oídos prestos a escuchar la buena noticia de salvación.

Después de leer la Biblia uno se pregunta qué puede quedar de todo lo examinado, de todo lo aprendido. Después de leerla no somos los mismos, podemos ser más pacíficos y mejores hermanos, o tal vez nos animemos a repudiar su contenido. Pero siempre queda el recurso de volver a ella para inquirir y para tratar de conseguir respuesta. Más allá de lo que hayan dicho los notables del mundo, sea bueno  o sea malo, en referencia a la Biblia, cada lector tendrá una opinión en alusión a su mensaje. Siempre habrá burladores y escarnecedores, pero debemos recordar lo que ella misma dice: no es de todos la fe. No obstante, después de que se lea la Biblia siguen vigentes las palabras de Jesús: El cielo y la tierra pasarán, mas mis palabras no pasarán. Fue Umberto Eco quien un día dijo que a un ser tan famoso y poderoso como Dios le bastó con escribir un solo libro, y se le ha convertido en un bestseller. Y es que siendo Dios, no eso le ha sido suficiente.  

César Paredes

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Tags: SOBERANIA DE DIOS

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