S?bado, 29 de septiembre de 2012

Porque en Cristo Jesús ni la circuncisión vale nada, ni la incircuncisión, sino una nueva creación (Gálatas 6:15). De modo que si alguno está en Cristo, nueva criatura es; las cosas viejas pasaron; he aquí todas son hechas nuevas (2 Corintios 5:17). La creación es la producción de algo a partir de nada, por lo cual los nuevos elementos que componen al nuevo hombre no estaban presentes en la vieja naturaleza. Dos corazones, uno de piedra y otro de carne, en clara oposición contrastiva: dureza frente a maleabilidad. A partir del nuevo nacimiento anunciado en el evangelio de Juan, existe una nueva creación. Con la antigua referencia de la hechura del universo, encontramos en Dios  dos grandes actos creadores, ambos a partir de la nada.

¿Qué tenía el hombre muerto en delitos y pecados? Si estaba espiritualmente muerto entonces no tenía vida espiritual. De allí que le fue dado la vida (que no tenía), fue creado de nuevo y su vacío fue llenado con el Espíritu de Dios. En este sentido, el hombre no aportó materia preexistente en él, pues lo que tenía era solamente el putrefacto olor de la muerte. La nueva vida del creyente se ha hecho en Cristo, quien sufrió dolor, trabajo, lágrimas y derramó su sangre hasta la muerte, pero quien finalmente resucitó. En cuanto al universo físico, la Biblia nos dice que por la palabra de Jehová fueron hechos los cielos (Salmo 33: 6), por la fe entendemos haber sido constituido el universo por la palabra de Dios, de modo que lo que se ve fue hecho de lo que no se veía (Hebreos 11:3); en cuanto al nuevo nacimiento agrega que nos fue dado un corazón de carne y al mismo tiempo nos fue quitado el corazón de piedra. La nueva creación es teóricamente más difícil, al menos desde el punto de vista humano, por cuanto presupone quitar escombros -el corazón de piedra (Ezequiel 11: 19-21).

El corazón de carne permite que andemos en las ordenanzas divinas, guardemos sus mandatos y los cumplamos (si me amáis, guardad también mis mandamientos), así como ser pueblo de Dios. Pero al mismo tiempo tiene el beneficio de que el Creador nos sea propicio en tanto Dios.  

Con esta nueva creación en perspectiva, echemos un vistazo al absurdo de la hipótesis del libre albedrío humano. Según esta tesis ancestral, el hombre tendría materia prima utilizable y reciclable que aportar para la nueva creación, por lo cual no todo en él son escombros. En otros términos, el hombre se torna en propia causa de salvación, si bien utiliza el trabajo de Jesucristo de acuerdo a su propia libre voluntad. Este criterio le conduce en forma natural a jactarse de sí mismo frente al otro que no tuvo la misma disposición que él. Nos presenta a Dios como el creador del nuevo corazón de carne, pero al hombre como su propio cirujano. La Biblia dice: ¿Dónde está la jactancia? Queda excluida (Romanos 3:27). El hombre usa la gracia con arrogancia: recibe la salvación si quiere. Usurpa a Dios su gloria, ya que depende de la criatura el aceptar el regalo (sabemos que con el corazón de piedra la humanidad es enemiga de Dios, de manera que por voluntad propia no tiene cualidades para aceptarlo como amigo). Contraviene el principio bíblico de la voluntad independiente de Dios -endurece a quien quiere y salva al que quiere salvar-, al hacerlo dependiente de su humana y soberana voluntad. En otros términos, Dios quiere salvar al hombre porque éste así lo desea. En este contexto poco importa el que se haya dicho que hemos sido predestinados conforme al propósito del que hace todas las cosas según el designio de su voluntad (Efesios 1:11). Al mismo tiempo, continúa con la violación de otros textos que afirman que Dios ha hecho todo lo que quiso, que toda dádiva y don perfecto descienden de lo alto (pues al parecer el libre arbitrio reclama desde la tierra su derecho), que no depende del hombre que quiera o corra (Romanos 9:11).

Más bien, la Biblia nos enseña que de lo impuro no sale nada puro (Job 14:4), que los demonios creen y tiemblan pese a que reconocen a Jesús como el Santo de Dios (Lucas 4:34), pero que de nada les sirve. Lo que los mismos ángeles caídos no se atreven a decir que ellos mismos tengan, por claro conocimiento de los hechos, el hombre arrogante y esparcido en su soberbia clama como derecho propio: su libre voluntad. Si el hombre se cree en el derecho y con el poder de regir su propia voluntad, ¿cuánto más derecho y poder no tendrá el Creador de semejante vaso hecho con sus propias manos? Es el derecho del Alfarero que ha elaborado incluso su propia arcilla con la cual trabaja, lo que proclama su justicia. ¿Quién es el hombre para que alterque con Dios?

El hombre natural está muerto en delitos y pecados, por lo cual urge para nacer de nuevo que Dios le dé vida. Pablo asegura que Dios nos dio vida cuando estábamos muertos (Efesios 2:1) en delitos y pecados, siguiendo al príncipe de la potestad del aire. Pero Dios, que es rico en misericordia, por su gran amor con que nos amó,  aun estando nosotros muertos en pecados, nos dio vida juntamente con Cristo (por gracia sois salvos) (Efesios 2: 4-5). A pesar de que Lázaro era amigo de Jesús, no vemos al Señor despertándolo para preguntarle si quiere venir a la vida. El quiso resucitarlo, pero dejó a otros muertos en sus tumbas. Fue un acto soberano ilustrativo de lo que hace con quien quiere y como quiere hacer. Hechos todos de la misma masa no tenemos cualidades que nos distingan unos de otros, en tanto no somos mejores unos que otros. Es el alfarero el que hace la distinción, por lo cual Pablo asegura que no es por obras para que nadie se gloríe. Ni siquiera existe el libre albedrío después de la nueva creación, ya que aún las buenas obras fueron preparadas de antemano para que anduviésemos en ellas (Efesios 2:10).

La nueva criatura nunca se gozará si su voluntad no está alineada con la voluntad de Dios, por lo cual la Biblia dice que él produce en nosotros tanto el querer como el hacer, por su buena voluntad. Existe una voluntad natural siempre, aunque sea manipulada por el corazón que nos gobierna; no obstante, lo depravado de ese corazón es quitado para que podamos disfrutar del concierto de las dos voluntades: la del Padre y la nuestra. Aunque no somos libres de Dios, no nos sentimos autómatas, sino que nos gozamos en nuestra dependencia de Él.

Sabemos que la soberana voluntad de Dios nos hace herederos de la gracia, integrados en un peculiar linaje con Su Hijo. Nuestras almas han despertado de un sueño mortal para ser partícipes de las cosas celestiales, de ese lugar donde está nuestra ciudadanía. El hombre por naturaleza aspira a una ciudadanía de importancia, por negocios, política, intereses económicos, culturales o familiares. El cristiano ya tiene una nueva ciudadanía en tanto es una nueva criatura, ya no milita en las cosas del mundo del cual se siente un extraño. Ahora se ha convertido en un peregrino, como liberado de Egipto, la casa de esclavitud, y va camino a su nuevo hogar. Siente la nostalgia propia que produce su anhelo por el Padre que lo ha adoptado como hijo. Es igualmente coheredero con su  hermano mayor, el Hijo, de manera que reverente acude a su cita sin enredarse en los negocios de este mundo. La nueva criatura agradece que le hayan cambiado el corazón de piedra por el nuevo corazón de carne.

Ninguno mejor que Pablo para ilustrar semejante cambio: de perseguidor a proclamador de Cristo (Yo soy Jesús a quien tú persigues).  Estar en Cristo es ser una nueva criatura generada por acto operativo del Espíritu Santo; la vieja vida entregada al servicio del pecado se ha ido, para dar paso a una nueva en devoción a Cristo con distintas actitudes y acciones. Kainós y neos  (καινός  y νέος), dos adjetivos de la lengua griega designan algo nuevo. El primero implica algo de un tipo totalmente diferente, el segundo algo que es más joven. Si bien ambos pueden traducir reciente, se usa kainós para sugerir novedad en el tipo, en la naturaleza de lo que es nuevo. En cambio, neos sugiere algo reciente pero del mismo tipo. Con esto en mente, el apóstol nos sugiere que la nueva creación en Cristo -kainós- presupone la elaboración de un producto totalmente diferente. La figura metafórica de Ezequiel anuncia la transformación con una materia prima distinta; su corazón de carne es maleable, propenso al Espíritu. No se colocó un bypass sino un corazón diferente. Figura del centro de las pasiones, el corazón es asiento de las emociones y de la voluntad.  La nueva criatura está en disposición de cumplir el principal mandamiento, amar a Dios de todo corazón (Deuteronomio 6:5). Pero el que tengamos uno nuevo no presupone el descuido, sino más bien un buen mantenimiento: Sobre toda cosa guardada, guarda tu corazón; porque de él mana la vida (Proverbios 4:23). Dame, hijo mío, tu corazón, y miren tus ojos por mis caminos (Proverbios 23:26).

César Paredes

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Tags: SOBERANIA DE DIOS

Publicado por elegidos @ 10:19
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