Lunes, 24 de septiembre de 2012

...antes que tenga efecto el decreto... (Sofonías 2:2), porque ¿quién es semejante a mí? ¿y quién me emplazará? ¿o quién será aquel pastor que podrá resistirme? (Jeremías 50:44). Emplazar a Dios es colocarle tiempo, al menos según el término hebreo encontrado en este texto. De allí que algunas versiones traduzcan de esta manera: (...¿y quién me marcará el tiempo? King James Version). Cada cosa tendrá su cumplimiento en el tiempo indicado, lo cual ha sido decretado desde la eternidad para que ocurra en su debido momento.

Hay personas que desde antes han sido destinadas para la condenación (Judas 4), que niegan al único Dios soberano; pero hay también los que fueron preparados como vasos de gloria y honra desde antes de la fundación del mundo (Romanos 9: 11, Efesios 1: 4). De esa forma aparece Faraón o Pilatos, Judas o Esaú, como Pedro, Pablo y el resto de la iglesia elegida. Pero los eventos acontecen porque han sido antes decretados, de tal forma que la presciencia de Dios presupone la predestinación. Dios conoce porque ha ordenado que algo acontezca; como dijo Pedro, que el Señor hace conocer todo esto desde tiempos antiguos, vosotros sabéis cómo ya hace algún tiempo que Dios escogió que los gentiles oyesen por mi boca la palabra del evangelio y creyesen (Hechos 15: 7, 18). Dios desde antiguo ideó y luego lo ejecuta en el tiempo. Dios tiene un perfecto conocimiento del futuro porque lo ha ideado y tanto el fin como los medios ocurren de acurdo a su determinación.

Sabemos que se dijo de Jacob como se dijo de Esaú que ambos fueron predestinados antes de que hiciesen bien o mal, de manera que no lo fueron en base a algún elemento cualitativo en ellos. Ni Jacob fue escogido por sus obras ni Esaú por los males que podría hacer. Dice la Escritura que no habían hecho ellos ni bien ni mal, para que el propósito de Dios conforme a la elección permaneciese, no por las obras sino por el que llama. Los dos fueron escogidos en independencia de sus obras; y si esto suena injusto, el apóstol exclamó la voz del Espíritu: en ninguna manera. Pablo entendió que la manera en que Dios se mostraba conllevaba arbitrariedad ante los ojos humanos, y sin evitar el debate dio la única respuesta posible: esto es asunto de Dios, quien tiene misericordia de quien quiere y endurece al que quiere endurecer. No dijo en ningún momento que Dios endurecía a los que ya se habían endurecido ellos mismos, ni que Dios condenaba en base a las malas obras de los hombres. No entabló ninguna relación judicial como causa del decreto de condenación. Este Dios es demasiado soberano para el hombre y se le escapa de sus manos. Es un Dios que no podemos controlar ni por una milésima de segundo; muestra su poder en los impíos y los inculpa. El impío razona y le inquiere: ¿por qué inculpa? ¿No ve que nadie puede resistir su voluntad? El impío tiene razón, tiene lógica y por ella se retuerce de ira contra el Dios soberano. El impío conoce que Dios hace como quiere, que lo tiene marcado para destrucción, pero lo único que se le ocurre decir, porque su lógica no le permite ir más allá, es que eso no parece justo. El impío contemporáneo va más lejos que su hermano de antaño, pues aduce que lo que está escrito en la Escritura tiene otro significado. Aduce que en base a sus malas obras él ha sido pre-ordenado para condenación, pero el objetor de Pablo no dice tal cosa, sino que su misma pregunta presupone que ha reconocido los hechos expuestos, que Dios parece injusto al inculpar a alguien por hacer aquello para lo que ha sido creado.

La respuesta de Pablo no es otra que Dios no es injusto, que hace conforme a su derecho de alfarero. Si un alfarero dispone de su arcilla para construir como quiere, ¡cuánto más derecho no habrá en Aquel que ha fabricado su propia arcilla! Mas antes, oh hombre, ¿quién eres tú, para que alterques con Dios? ¿Dirá el vaso de barro al que lo formó: ¿Por qué me has hecho así?  ¿O no tiene potestad el alfarero sobre el barro, para hacer de la misma masa un vaso para honra y otro para deshonra? (Romanos 9: 20-21). El peor mal en la historia ha sido el asesinato del Hijo de Dios. No solamente fue un crimen, sino que fue tortuoso. Pero ese crimen fue ordenado según el determinado consejo y anticipado conocimiento de Dios (Hechos 2: 23).

Incluso Cristo fue pre-ordenado para que padeciera como Cordero. Fue destinado desde antes de la fundación del mundo, pero manifestado en los postreros tiempos por amor de vosotros (1 Pedro 1:20). Si antes de la fundación del mundo, fue antes de haber creado a Adán y a Eva y todo lo que conocemos existe en este universo. Antes de que entrara el pecado en la tierra ya Dios tenía el firme propósito de que lo que acontece aconteciera. Como Jesucristo es el mismo ayer, hoy y por los siglos, no cambia. Dios se propuso reunir todas las cosas en Él, de manera que el objetivo final de esta creación ha sido el Hijo y su propia gloria. Para que el Cordero fuera sacrificado (cumplir su finalidad) era necesario que hubiera transgresión en Adán. Acá se puede ver a Dios ordenando cada detalle, incluso al impío para el día malo, al mismo que le objeta su propósito y se levanta contra Él diciéndole: ¿por qué, pues, inculpa? Pues ¿quién puede resistir su voluntad? Pero Dios responde que ha soportado con paciencia los vasos de ira preparados para destrucción. No obstante, el propósito final en Cristo no es solamente su justicia sino hacer notorias las riquezas de su gloria, mostrada para con los vasos de misericordia preparados de antemano para gloria.

La lógica apunta a que no puede haber un solo vaso de gloria que se queje de la arbitrariedad de Dios en la ejecución de su soberanía. Entonces surge la pregunta en relación a la queja, de la misma forma en que surge la sospecha. El que se queja lo hace desde el plano del objetor, porque en sus cabales no puede ningún objeto de su gloria rechazar su método de salvación: una predestinación de quien hace las cosas según el consejo de su voluntad, para creer el evangelio de Jesucristo en el tiempo asignado por Dios.

Más allá de todo grito humano, los decretos divinos fueron escritos en el cielo mismo, fuera del alcance de opinión humana alguna, de mirada angélica o de la intervención del maligno, quien todavía no había sido creado. Como fuimos escogidos en Cristo ha de entenderse que él fue el primer elegido, en quien estamos el resto de los suyos: He aquí mi siervo, yo le sostendré; mi escogido, en quien mi alma tiene contentamiento; he puesto sobre él mi Espíritu; él traerá justicia a las naciones (Isaías 42:1).  Por lo tanto, el Señor conoce los que son suyos (2 Timoteo 2:19). Tal es nuestra certeza que el decreto de Dios lo fue desde la eternidad y en Su tiempo acontece lo predicho. Hay un libro de la vida, el catálogo de los elegidos de Dios, en el cual están inscritos todos aquellos que habrán de creer en el tiempo gracias a la locura de la predicación. Este número es por definición absoluto, ni se aumenta ni se disminuye, por lo cual Jesucristo afirmó:  ...regocijaos de que vuestros nombres están escritos en los cielos (Lucas 10:20). Hemos de entender que no podría haber regocijo en la incertidumbre de que hoy están inscritos nuestros nombres pero mañana tal vez sean borrados. Si así fuere, entonces negaría la salvación por gracia y se impondría la que es por obras, como se infiere del espíritu objetor.

El fin y los medios fueron ordenados juntos, pues ningún sentido tendría apuntar a un fin sin los medios ni señalar los medios si no hay un fin.  En la célebre cadena dorada de Romanos 8 leemos que tanto los predestinados como los llamados, justificados y glorificados son los mismos sujetos. De manera que en la eternidad fuimos predestinados, pero en el tiempo y en el espacio fue manifestado el conjunto de medios y circunstancias para que oportunamente entráramos a formar parte de la asamblea de los redimidos. No podría ser de otra manera, pues así ha sido establecido por Dios. De la misma forma en que Pilatos afirmó que lo que estaba escrito él no lo borraría, cuánto más lo que ha sido escrito por Dios no podrá ser borrado por ningún ente o circunstancia.

César Paredes

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Tags: SOBERANIA DE DIOS

Publicado por elegidos @ 8:33
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