Viernes, 14 de septiembre de 2012

Casi nunca como ahora se ha hecho tanta oposición a la doctrina de la predestinación. Tal vez obedezca al hecho de que vivimos en una era de democracias en el mundo, donde cobra valor la estadística y el argumento de la cantidad vence sobre la calidad. La idea de un hombre libre es defendida a ciegas por los que anhelan encontrar sentido a su existencia, pero sorprende en aquellos que manifiestan conocer las Escrituras y sin embargo van contra ellas. Pareciera que un evangelio diferente ha sido recibido con aplausos porque en tiempos de demagogia es común adular a las masas. Veamos algunas de las principales objeciones hechas a la doctrina bíblica de la predestinación.

1) La injusticia de Dios. Bajo este argumento común muchos han buscado el camino más fácil, el del libre arbitrio humano, mediante el cual cada quien hace su destino. Dios no predestina sino en base a lo que previó que iríamos a hacer. Pero los que andan en tal distorsión no se dan cuenta de que un Dios que ya sabía lo que íbamos a hacer no quiso ayudarnos aprevenir nuestras decisiones mortales. Antes bien, predestinó en base a nuestros futuros hechos. Un Dios que venere tanto la libertad humana se hace sospechoso de falta de amor. Por otro lado, este argumento está contra la tesis bíblica de la soberanía de Dios, que no necesita conocer en el futuro del hombre lo que Él ha decidido hacer desde los siglos. En Romanos 9: 20, el objetor presentado se muestra mucho más sensato que el que ahora imputa a Dios con el cargo de injusto, por lo cual dijo: ¿Por qué, pues, inculpa? O ¿por qué me ha hecho así? A este objetor nunca se le ocurrió afirmar que Dios predestinó en base a sus propios actos, sino que más bien reconoció que sus actos son consecuencia de la predestinación. Si bien Dios no tienta a nadie, sabido es que Jesucristo enseñó a orar: no nos metas en tentación, sino líbranos del mal.

La Biblia enseña que todos somos hechos de la misma masa, de tal forma que no hay opción en el argumento de la previsión de Dios. Dios nunca pudo prever nada bueno en los sujetos que no le buscan, que no hacen bien sino mal, que están muertos en sus delitos y pecados. Fue una acción soberana de su parte rescatar a quienes Él quiso. El está asistido por su derecho de Alfarero sobre la arcilla que le pertenece. Pudiendo haber dejado a toda la masa sujeta a perdición, quiso llamarnos con llamamiento santo, no conforme a nuestras obras, sino según el propósito suyo y la gracia que nos fue dada en Cristo Jesús antes de los tiempos de los siglos (2 Timoteo 1:9). Si no fue conforme a nuestras obras, se descarta que hay previsto algo bueno en nosotros.

2) Si alguien quiere pero no puede. Esta es otra objeción común, suponer que alguien quiera ser salvo pero no pueda porque no está predestinado. Pero de nuevo va contra la Biblia que afirma que no hay quien busque a Dios (Romanos 3: 11). Isaías 64:7 dice: Nadie hay que invoque tu nombre, que se despierte para apoyarse en ti; por lo cual escondiste de nosotros tu rostro, y nos dejaste marchitar en poder de nuestras maldades. Se agrega que:  Ninguno puede venir a mí, si el Padre que me envió no le trajere; y yo le resucitaré en el día postrero (Juan 6: 44). Jesús es un testimonio en contra de esta objeción, pues también dijo: Todo lo que el Padre me da vendrá a mí; y el que a mí viene no lo echo fuera (Juan 6: 37). Por lo tanto, todo aquel que quiere es porque ha sido enviado por el Padre.

3) Que es un llamado a la vida impune. Muchos creen que si uno es predestinado vivirá sin cuidar la salvación con temor  y temblor. Pero es falso, por cuanto somos llamados a cuidarla, no porque se pierda sino porque es preciosa. No queremos maltratar algo que nos parece hermoso, antes bien procuramos que se exhiba. El objeto de la predestinación es llegar a ser semejantes a la imagen de su Hijo (Romanos 8: 29) y en este sentido el creyente peca y confiesa sus pecados, pero no practica el pecado. En ningún momento el creyente nacido de nuevo puede disfrutar de sus pecados, por cuanto tiene una nueva naturaleza que está en pugna con la que lo dominaba anteriormente. El Espíritu de Cristo nos ha sido dado como garantía de la salvación, de manera que nos anhela celosamente. Pablo escribió: ¿Qué, pues, diremos? ¿Perseveraremos en el pecado para que la gracia abunde? En ninguna manera. Porque los que hemos muerto al pecado, ¿cómo viviremos aún en él? (Romanos 6: 1-2). Por tanto, a todo aquel que desea a Cristo su deseo le testifica de su elección. El problema debe plantearse de otra manera: ¿Cuál Cristo estoy deseando? Porque de cierto hay muchos cristos, muchos dioses. Muchos se han hecho una imagen del Dios de la Biblia que no corresponde con las palabras declaradas en ella. Se construyen un dios que no puede salvar, no puede oír, no puede ayudar, porque ese dios es el único que pueden conocer.

4) La inutilidad de predicar el evangelio. Al contrario, si no hubiera predestinación no habría esperanza en que un muerto oyese. Pero el único camino al Padre es Jesucristo, la fe viene por el oír su palabra y ¡Ay de mí si no anunciare el evangelio! (1 Corintios 9: 16). Esta es una necesidad impuesta en el creyente. Pensemos más bien que nadie sería salvo a no ser por la certeza de que Dios tiene gente esperando por el anuncio de su palabra. Si estuviere en manos humanas la decisión por Cristo, nadie podría oír, pues los muertos no oyen ni hablan, antes bien huelen mal.  Como no sabemos quiénes son los predestinados para salvación debemos anunciar el evangelio a todo el que podamos anunciarlo, pues es de Dios el que su palabra no vuelva vacía sino que haga aquello para lo que ha sido enviada. ¿Y cómo predicarán si no fueren enviados? Como está escrito: !Cuán hermosos son los pies de los que anuncian la paz, de los que anuncian buenas nuevas! (Romanos 10:15).

5) La violación de la libertad humana. Es muy sonado el caso planteado por los objetores de la soberanía de Dios en alusión a la tiranía de un Dios que viola el libre albedrío. Pero si la salvación depende sólo de Dios ¿dónde estaba el libre albedrío de ese hombre muerto en delitos y pecados? La Biblia asegura que no depende del que quiera ni del que corra (Romanos 9: 16); la voluntad siempre es esclava de nuestros deseos que emanan de nuestro corazón. Es por eso que Dios cambia el corazón de piedra por uno de carne, para que aprendamos a andar en sus estatutos y a desearlo. Al mismo tiempo, si somos hechos de la misma masa, si éramos por naturaleza hijos de la ira -como los demás-, no hay nada que nos distinga del resto. La razón para creer no se haya en nosotros, más bien es externa.

Los objetores de la predestinación prefieren referirse más a Esaú aborrecí, pero no se alegran con la declaración a Jacob amé. La Biblia dice: ¿Quién ha conocido la mente del Señor? ¿O quién fue su consejero? (Romanos 11:34). Grande es el Señor nuestro, y de mucho poder; y su entendimiento es infinito (Salmo 147:5). Debemos reconocer que ninguna otra doctrina humilla tanto la arrogancia humana como esta gran verdad bíblica. Al mismo tiempo, ninguna otra doctrina exalta más el pedestal de la soberanía de Dios como lo hace la predestinación para manifestación de su gracia y su poder. Por lo tanto, pareciera que llegamos a una conclusión inevitable: tanto más soberano se muestre Dios, menos arrogante su criatura. A la inversa: cuanto más arrogante su criatura, más débil la divinidad. ¿No fue eso lo que le sucedió a Lucifer? ¿No fue su arrogancia de querer ser semejante al Altísimo la causa de su maldición? Trasladó su fracaso al huerto del Edén y sembró su droga en la humanidad de Adán. Hoy día el hombre continúa creyendo que puede llegar a ser semejante al Altísimo y grita con furia: con mi libre albedrío no te metas.

La naturaleza humana está caída y se ha convertido en adversa y hostil al Dios viviente. Los que adversan esta verdad apuntada en la Biblia se han erigido como agentes de relaciones públicas de Dios. Ellos pretenden desviar la atención a sutiles interpretaciones que resalten el libre arbitrio humano como un hecho fehaciente, frente a un Dios que por compasivo se aminora ante su criatura y espera que le dejen mostrar su mercancía. De esta forma Dios es el vendedor de Jesucristo con su pasión y muerte, pero solamente algunos pocos han tenido hasta ahora el capital del intelecto y buena voluntad para adquirir el producto ofrecido. En este desvarío andan quienes suponen al hombre con la capacidad de pagar (aceptar) la dádiva, lo cual en sí mismo es un contrasentido, ya que ¿cómo pagar algo que se da de gratis? ¿Cómo despertar a un muerto para preguntarle si quiere vivir? Por supuesto, esto lo han alegado bajo el esquema de la gracia habilitante, mediante la cual Dios rinde su soberanía por un instante ante cada individuo, dándole espacio y tiempo para que tome su decisión por Jesucristo.

Pero en este esquema no encaja el hecho de que muchos mueren sin haber oído jamás el evangelio.  A éstos no les funcionó ninguna gracia habilitante. Es por ello que hay quienes aducen que, aún fuera del contexto de oír el mensaje evangélico, muchos se salvarán porque buscaron a Dios en su propio ser. Como Dios mira los corazones de los hombres, encontrará a aquellos que le anhelan pero que nunca recibieron el mensaje salvífico.  Se niega una vez más lo que dice la Escritura, que Jesucristo es el camino, la verdad y la vida, que nadie va al Padre sino a través de él, que nadie puede ir a él si no le fuere dado del Padre, que ¿cómo oirán el evangelio si no hay quién les predique?

Los objetores de la predestinación se han levantado en contra de la idea de un Dios absolutamente soberano.  Califican a esta doctrina bíblica como repugnante, abjuran de tal Dios por considerarlo tirano. Otros, más sutiles, dicen que su alma se opone a semejante idea. Prefieren presentar a un Dios más justo (lo cual es declarar injusto al Dios de la Biblia), más misericordioso, que salva de gracia pura pero que condena en base a la obra humana. Sin embargo, lo que se implica en la predestinación bíblica es que todo lo que hizo Dios al respecto ocurrió desde antes de la fundación del mundo, antes de que Jacob y Esaú hicieran bien o mal. Levantarse contra tal Dios, abjurar del mismo, es cometer la misma estupidez que hizo Lucifer. Al parecer para ello también fueron predestinados quienes así han actuado y actúan, para seguir los pasos de su padre putativo manifestado en el Edén.

Porque si algunos fueron predestinados para vida eterna, ¿qué podemos decir de los que no lo fueron? ¿Que están en un estado intermedio? Simplemente, sin resistencia lógica se muestra el que fueron destinados para perdición: (1 Pedro 2:7-8 y Judas 4). ...pero para los que no creen, la piedra que los edificadores desecharon, ha venido a ser la cabeza del ángulo; y: Piedra de tropiezo, y roca que hace caer, porque tropiezan en la palabra, siendo desobedientes; a lo cual fueron también destinados. Dura cosa es dar coces contra el aguijón, y !Ay del que pleitea con su Hacedor! !el tiesto con los tiestos de la tierra! ¿Dirá el barro al que lo labra: ¿Qué haces?; o tu obra: ¿No tiene manos? (Isaías 45: 9).  Porque algunos hombres han entrado encubiertamente, los que desde antes habían sido destinados para esta condenación, hombres impíos, que convierten en libertinaje la gracia de nuestro Dios, y niegan a Dios el único soberano, y a nuestro Señor Jesucristo (Judas 1:4).  Y la adoraron todos los moradores de la tierra cuyos nombres no estaban escritos en el libro de la vida del Cordero que fue inmolado desde el principio del mundo (Apocalipsis 13: 8). La bestia que has visto, era, y no es; y está para subir del abismo e ir a perdición; y los moradores de la tierra, aquellos cuyos nombres no están escritos desde la fundación del mundo en el libro de la vida, se asombrarán viendo la bestia que era y no es, y será (Apocalipsis 17: 8). ...Cristo, como de un cordero sin mancha y sin contaminación, ya destinado desde antes de la fundación del mundo, pero manifestado en los postreros tiempos por amor de vosotros (1 Pedro 1: 19-20). Estos textos nos muestran que Dios no se jugó ningún plan B en el Edén, sino que aún la caída de Adán era un hecho necesario por cuanto antes de que Adán fuese creado ya Dios tenía planificado enviar a Cristo como sacrificio por su pueblo (Mateo 1:21). En tal sentido, Jacob y Esaú fueron apartados antes de que hiciesen bien o mal (Romanos 9: 11). El que la Biblia no diga explícitamente doble predestinación no presupone que no exista, de la misma manera que no menciona la palabra Trinidad, si bien expone su concepto a lo largo de ella. En resumen, cobra sentido lo que recomendó Jesús respecto del Padre: temed más bien a aquel que tiene poder para destruir el alma y el cuerpo en el infierno.

César Paredes

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Tags: SOBERANIA DE DIOS

Publicado por elegidos @ 12:06
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