Lunes, 19 de marzo de 2012

La Biblia es gruesa y amplia, pues debemos estudiarla toda para hallar su sentido completo. Un texto nos manda a creer en Cristo para ser salvos, pero la gran pregunta es ¿cuál Cristo? Hay muchos y falsos. El evangelio que contiene diezmos es un falso evangelio que se rige según la ley de Moisés. Sus defensores proclaman que Abraham diezmó y lo hizo antes de que se instituyera la Ley de Moisés. No obstante, el gran silencio del Nuevo Testamento recomienda ser sigilosos en torno a los que reclaman el diezmo en las iglesias. Los apóstoles y la iglesia primitiva nos enseñaron que las ofrendas de acuerdo a lo el Señor indicare en los corazones era la norma.

Hay evangelios que contienen ceremonias de matrimonio, tipos diversos de bautismos, confirmaciones, misas para los muertos. Pero el evangelio apostólico es gratis: 2 Cor. 11:7...prediqué el evangelio de Dios gratuitamente, pero hay quienes cobran por enseñar la palabra.  Otro texto dice: Dad de gratis como vosotros recibisteis de gratis. El evangelio pagado no es el verdadero evangelio, sino que pertenece al grupo de los evangelios con falsos Cristos.

Juan 3:16 no es el único texto a leer para ser salvos. Se hace necesario entender su contexto, el de los versos anteriores y posteriores. ¿A quién habla Jesús? ¿Por qué Nicodemo no entendía lo que le decía? Porque ser nacido de nuevo es una operación sobrenatural del Espíritu, no de voluntad de varón sino de Dios. La Biblia es muy extensa como para que alguien se agarre de un verso fuera de contexto y pueda hacer teología salvífica de él.

Cuando Juan nos recomienda a guardarnos de los ídolos hemos de entender sus referencias contextuales. El era un apóstol que debía ir primero a la casa de Israel, de acuerdo al mandamiento de su Maestro. Por lo tanto, Juan dirigía su carta a una iglesia compuesta principal y mayoritariamente por judíos conversos. Esto no invalida el que sus consejos se extiendan a los gentiles. Sabemos del contenido universal de la Escritura, pero el contexto de aparición del texto es muy importante. Recordemos cuando el apóstol nos dice que Cristo es la propiciación por nuestros pecados, y no solamente por los nuestros sino por los de todo el mundo.

Ya hemos explicado en otro momento el doble destinatario de ese argumento. Se refiere Juan a los judíos cuando habla de los nuestros, pues él era uno de ellos y su misión primordial era dirigirse a la casa de Israel.  Pero habla del resto, de los otros, los llamados gentiles (las gentes), cuando escribe por los de todo el mundo. Sabemos que lo mismo les acontecía a los romanos con su Derecho. Ellos tenían el ius romani y el ius gentium.  Primero estaban ellos y luego los demás. Ese mismo estilo referencial literario lo tenían los judíos: primero ellos luego los demás. De manera que Jesucristo es la propiciación por los pecados de los judíos, pero también por los pecados del resto del mundo.

Sin embargo, ni Judas (que era judío) ni Esaú (que era hijo de Isaac, el precursor de los judíos a través de la línea de Jacob), ni Faraón que era gentil, ni Caín -que era del maligno-, ni los millares cuya condenación no se tarda,  ni los que son llamados réprobos en cuanto a fe, son beneficiarios de la muerte de Cristo. En consecuencia, Jesucristo no propició o aplacó la ira de Dios en ellos, no fue benevolente ni favoreció con su benignidad para colocarse en el medio de la ira de Dios destinada para los vasos de ira.

Esto nos lleva a comprender que ese todo el mundo tiene un contexto restringido, pues no puede referirse a cada una de las personas gentiles. Simplemente hace referencia a un todo colectivo, pero nunca distributivo. De igual manera los nuestros no indica cada uno de los judíos, sino un colectivo no distributivo, pues el mismo Judas era judío y era del maligno.  Por otro lado, Pablo agrega que los judíos tienen celo de Dios pero no conforme a ciencia (Romanos 10: 2).

Al volver al texto de guardarse de los ídolos, Juan hablaba principalmente a una iglesia judaica. Sabemos que la historia de los judíos se caracteriza por no participar colectivamente en adoraciones idolátricas ante las imágenes de santos, patronos o divinidades. Ellos han sido muy celosos de guardar el mandamiento de Moisés en cuanto a no hacerse imagen ni ninguna semejanza de lo que está arriba en el cielo, abajo en la tierra, o debajo de los mares, para no inclinarse ante ellas ni adorarlas o venerarlas.  De manera que indagamos en el sentido completo de las palabras del apóstol: hijitos, guardaos de los ídolos.

¿A cuáles ídolos se refiere Juan, si los judíos no adoraban a ninguna imagen de talla? Creo que el apóstol se refiere tanto a las imágenes tridimensionales o planas como a las imágenes mentales que podamos hacernos de la divinidad. Los falsos Cristos no son solo personas que llegan en su nombre, sino que pueden ser las más de las veces concepciones equivocadas de lo que pregona la palabra de Dios.

Muchos se aferran a mentiras extraídas de la Biblia. Algunos niegan la depravación total de la raza humana, pues sostienen que el hombre puede mantenerse con la tendencia al bien sin que medie voluntad divina. Tal fue el caso de Pelagio con su herejía. Después le siguieron los semipelagianos, admitiendo la ayuda divina pero recalcando que el hombre tiene libre albedrío para decidir entre lo bueno y lo malo. Más tarde vino Arminio, en la época de la Reforma Protestante, quien en un intento por desviar la tesis clásica bíblica de la depravación total sostiene que hay algo bueno en la naturaleza humana que le hace decidir sin coacción divina alguna hacia el bien o hacia el mal. Con este argumento también se está creando un falso Cristo.

Si el hombre no está totalmente depravado no tiene por qué haber una elección incondicional, sino que Dios escogería de acuerdo al corazón humano. Al mirar su futuro comprendería que, sin su intromisión, algunos hombres aceptarán de buen gusto su oferta, mientras otros le darán la espalda. En otros términos, este falso Cristo (ídolo) no puede profetizar sino en base al plagio que hace del futuro de sus criaturas. Se le agrega que la expiación ha de ser universal, pues suponen que Jesucristo al morir quiso mostrar su amor por cada uno de los miembros de la raza humana, expiando los pecados de todos. 

Ahora bien, esto trae un problema grave. Miles de personas cuyos pecados son supuestamente expiados o perdonados yacen en el infierno de fuego. Además, debido a su omnisciencia, aquel falso Cristo que ya supo quién habría de creer y quién le habría de rechazar, no tenía por qué morir por todos. Ha debido morir solamente por los que Él sabía que debían de aceptarle libremente. Este vacío teórico de los arminianos demuestra que su tesis es flaca en múltiples costados, pero sobretodo que contradice a las Escrituras. La Biblia nos dice que Dios se hizo un pueblo para Sí mismo desde antes de la fundación del mundo, por lo tanto preparó al Cordero y predestinó todo lo que acontece. Nos enseña que el hombre no es libre, sino que hace según la voluntad de su Creador. Muchos filósofos debaten el argumento de si la responsabilidad humana depende de la libertad, pero la historia antigua y moderna nos muestra que la responsabilidad no va ligada por fuerza a ella.

Por ejemplo, un habitante de un país con deuda externa puede ser libre de opinar lo que quiera, pero está atado a la deuda económica de su nación. ¿Será libre de pagarla? En ninguna manera. La deuda le puede ser perdonada, pero él no estaría libre de no pagarla si no le fuere exonerada. Más allá de que no participó (antes de nacer) en la decisión de asumir dicha deuda, más allá de que no fue libre para adquirir el endeudamiento, él es responsable de pagarla. Que le sea perdonada o no es otro asunto, es potestad del acreedor, mas nunca su decisión.  Su deber de pagar parte de esa deuda que adquirieron otros por él es innegable y escapa a si fue o no fue libre para adquirirla. De manera que la libertad no precede por fuerza a la obligación.

Asimismo, en Adán todos mueren (espiritualmente), de manera que la humanidad entera está muerta en delitos y pecados. En Cristo todos viven, pero en forma colectiva pues no todos son salvos. La Biblia demuestra que apenas un remanente es hecho salvo, de acuerdo a los planes del Padre (Juan 6: 44; 6: 66; Juan 10; Apocalipsis 13: 8 y 17: 8; Romanos 9; Efesios 1  y un gran etcétera). Jesucristo habló en parábolas para que no todos entendiesen su mensaje, sino apenas los escogidos para salvación, pero Arminio y sus seguidores aseguran que la intención de Jesús es salvar a todos, pero que no todos quieren.   ¿A quién vamos a creer, al Hijo de Dios con su palabra revelada o a un hombre de Roma colado en las filas protestantes? La verdad es que los falsos Cristos son ídolos que van de la mano con los falsos maestros.

Por eso Juan nos advirtió a guardarnos de los ídolos, pues un ídolo es una imagen forjada sobre una visión distorsionada de la divinidad. La única imagen a guardar es la configurada por la palabra de Dios. Lo demás sobra y en su abundancia no falta el mal. Por lo tanto, la gracia de Dios es irresistible, pues un muerto no se puede oponer a que lo muevan de un lugar a otro. Asimismo es todo aquel que es nacido del Espíritu, es movido de muerte a vida sin el consentimiento de su voluntad. El Espíritu vivifica y en consecuencia el elegido aprende a distinguir a su Pastor de los imitadores. Las ovejas oyen la voz del Pastor y le siguen, pero al extraño no seguirán pues no conocen la voz de los extraños.

Las mentiras extraídas de la Biblia son voces de extraños y quienes escuchan esos sonidos y los siguen no son ovejas del rebaño. Así de simple lo explicó Jesucristo, como lo recoge Juan 10.  Los pastores asalariados son falsos, extravían a las ovejas y dan su alimento a los cabritos. No puede el árbol malo dar buenos frutos ni del árbol bueno se extraen los malos frutos. La espiga de trigo es semejante a la cizaña, pero su fruto es diferente. Si la Biblia es tan gruesa y extensa supone que hay que leerla toda para extraer de su contexto el sentido de los textos. Por un lado dice cree en el Señor Jesucristo y serás salvo, pero por otro señala no todo el que me dice Señor entrará en el reino de los cielos.

Hay personas que han hecho señales y prodigios en el nombre de Jesús, hay quienes se han dedicado a echar fuera demonios. Jesús dijo un día que a muchos de ellos les dirá en su momento: nunca os conocí. ¿Cómo puede un Dios que es omnisciente decir que no conoció a un grupo de personas? Simplemente porque el término conocer no se refiere siempre a la idea de saber o de tener conocimiento.  Su uso bíblico tiene también otro contexto: el de tener comunión con.  José llevaba a María en un asno hacia el pesebre, pero no la conoció hasta que dio a luz el niño. Esto implica que no tuvo comunión íntima o sexual con ella hasta que tuvo el niño. Lo mismo se dice de Adán, quien conoció a Eva su mujer y tuvo otro hijo. No se trataba de volverla a conocer, como si se le hubiera olvidado quién era aquella Eva, sino de que se allegó a ella sexualmente de nuevo.

Las Escrituras agregan que a los que antes conoció a estos también predestinó, y acá muchos tropiezan. No se trata de conocer quiénes iban a creer, sino de que Dios tuvo comunión con sus elegidos y por eso los predestinó para salvación. Se trata de un acto del Dios soberano, como cuando escogió a Jacob y a Esaú para fines distintos aún antes de que hiciesen bien o mal. Aunque el objetor se levante y oponga resistencia a la palabra revelada, la palabra de Dios no pasará sino que permanecerá sin sombra de variación.

Pero lo de conocer pasa en muchas lenguas: en español producimos frases del siguiente tipo: Conozco a Mariana, pero no cuándo vendrá a verme. El verbo conocer tiene un sentido distinto del verbo saber. Saber y conocer son semánticamente diferentes. El saber es más genérico, pero el conocer es más íntimo. Juan y María se conocen; pero no podríamos producir Juan y María se saben. Esto sucede con la lengua hebrea, aramea y griega, todas usadas en la composición de la Biblia.

Ante estos hechos se evidencia la importancia de indagar en las Escrituras para entender su contexto. Toda ella da testimonio de Jesús, de manera que si allí está la vida eterna su estudio es en extremo de importancia.

César Paredes

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Tags: SOBERANIA DE DIOS

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