Viernes, 27 de enero de 2012

Si uno lee un libro y construye falsas premisas o deriva falsas conclusiones, se puede decir que todo ello proviene de esa lectura realizada. Poco importa que el lector como intermediario haya usado su propia mecánica para extraer agua mala del pozo. Si un daltónico mira los colores de un atardecer, de seguro su apreciación será una verdad cónsona con su realidad percibida. Muchos se acercan a la Biblia y leen cosas que les suenan bien, aunque su fin sea camino de muerte. Por eso voy a referirme a cinco mentiras sacadas de la Biblia.

Tal vez usted recuerde el momento histórico en que se hizo noticia ese conjunto de mentiras. Tal vez piense que ya sabe a qué se refiere lo que acá se intenta decir. Sin embargo, pretendo demostrar el porqué se llaman falsedades.

La primera gran mentira es llamada Depravación Parcial. Son muchas las personas que suscriben esta conclusión después de leer el libro referido. Su percepción de lo escudriñado les permite derivar esta tesis: el hombre está parcialmente depravado. ¿Qué significa esta inferencia, o qué implicaciones tiene? Tal vez cuando leemos buscamos la estructura de nuestra ideología, de nuestra preconcepción del tema. Si un químico lee la descripción de una mesa de madera o de metal, de seguro su mente viajará por las relaciones referidas a su campo de trabajo. Lo mismo hará un físico, quien imaginará el movimiento de los átomos. Un arquitecto mirará su figura y su función. A un artista le interesará más la estética del objeto descrito. Un carpintero buscará la calidad de la madera.

No sucede diferente cuando leemos la Biblia. De acuerdo a los prejuicios podemos derivar conclusiones alegres sobre aquello que más se identifique con lo que juzgamos pertinente.  En toda religión el hombre busca hacer algo por su mejora espiritual, mental y corporal. El esfuerzo humano se implica por mandato de la ética y de la moral que presupone el hecho religioso. Hacemos o no hacemos, queremos o rechazamos, corremos o nos detenemos, pero todo ello es nuestra responsabilidad y forma parte del deber ser.

Desde esa perspectiva resulta fácil suponer que la depravación humana es parcial (aunque hay quienes aseguran que el hombre es bueno por naturaleza, pues es la sociedad quien lo corrompe). Dado que necesitamos validar nuestro ego representado en nuestro esfuerzo, conviene que el hombre esté depravado parcialmente. De otra forma estaría imposibilitado en forma absoluta para el cambio de su naturaleza.

La segunda gran mentira consiste en que la elección que hace Dios está condicionada en la actividad humana. Eso suena lógico con la primera de las mentiras: si soy parcialmente depravado quedo con la posibilidad de resarcir mi daño. Mi esfuerzo será debidamente valorado y tenido en cuenta a la hora de la elección. Esa actividad la vemos en la naturaleza social, tanto humana como animal. A medida que una persona entrena sus capacidades físicas y mentales será más propensa a ser elegida para desempeñar un cargo en aquello para lo que se prepara. No se es elegido para conformar un equipo deportivo si no se poseen ciertas cualidades y si no se tiene un adecuado entrenamiento. Dios escogió a aquellos que iban a decir que sí a su proposición, lo cual valida nuestro mérito.

La tercera gran mentira teológica es que Jesucristo murió por toda la humanidad. Al representarnos en la cruz sufrió y pagó por nuestras faltas (pecados) y en consecuencia tenemos paz con Dios. Semejante esfuerzo del Hijo de Dios debería apostar por una economía de la salvación que rinda el más óptimo fruto. Dios es Todopoderoso, en consecuencia apunta al éxito cabal de su Hijo. Esta tesis se implica en las dos mentiras precedentes porque con mi depravación parcial estoy capacitado para validar espiritualmente mi realidad eterna, para esforzarme y ser reconocido en mis méritos. De allí que soy elegido porque el Dios Omnisciente previó que yo iba a creer en su anuncio de salvación, que Jesucristo murió y pagó por mis pecados.

La cuarta gran mentira derivada de la lectura escudriñada de las Escrituras sigue al pool de estas tres primeras. Aquellos que no alcanzan la salvación, los que no demuestran mérito alguno, los que desprecian la oportunidad del pago y sacrificio que implica la cruz de Cristo, resisten la gracia del Espíritu. Un Dios que ofrece el perdón -o quitar ese pecado que te atormenta- es resistido porque la criatura en su negligencia o soberbia declina recibir ese regalo tan grande. Los que alcanzan la salvación lo hacen porque no resisten la gracia del Espíritu, los que se condenan lo hacen porque la resisten. En forma coherente, en estas cuatro grandes mentiras, el hombre hace la diferencia entre el cielo y el infierno.

La quinta gran mentira derivada por fuerza de las cuatro anteriores consiste en la perseverancia condicionada. Si Dios previó mi esfuerzo en entender y aceptar su mensaje bíblico, entonces me eligió. Si Cristo murió por todos sin excepción, entonces yo tengo la opción de prevalecer hasta el final si persisto en conducta y fe. Todo esto estaría basado en la combinatoria de la gracia ofrecida y mi disposición a aceptar el don. Se puede dar el caso de perder la salvación, porque si yo me aflojo al final pierdo el galardón. De nuevo esto es coherente con lo que nos ofrece la naturaleza como ejemplo: los animales débiles perecen rápidamente. Los atletas flojos no ganan las competencias. Dado que Dios previó mi esfuerzo en seguirle, debo continuar esforzándome hasta el final para obtener el galardón que se me otorgará en base a un esfuerzo continuo de mi parte. De mi parte porque ya Dios hizo la suya, que fue enviar a Jesucristo a morir por todos, de manera que depende de cada quien si acepta y persiste en aquello que le es ofrecido en forma general.

Hay coherencia en estas cinco grandes mentiras sacadas de la Biblia. Un eslabón arma el otro y todos hacen la cadena. Pero esta lógica preconcebida busca sus bases en textos escriturales, para afianzarse en las mentes de quienes buscan fortalecer sus posiciones ideológicas particulares respecto a la salvación del hombre. Un argumento fuerte se levanta como un gigante para reforzar las ligaduras de estas doctrinas: Dios es justo, y lo que hace se fundamenta en lo que ve hacer en sus criaturas. Así lo han confesado innumerables teólogos, reformados y no reformados.

Incluso existen combinatorias entre estos cinco puntos.  Algunos asumen cuatro y descartan uno. Otros asumen tres y descartan dos. En fin, que se puede incluso asumir uno y descartar cuatro, o rechazar los cinco puntos pero suponer que quienes se adhieren a ellos lo hacen porque ese puede ser un criterio errado y no tienen todavía la madurez intelectual o doctrinal para comprender el error. Sin embargo, dicho error no conlleva ningún castigo ya que también intentan reconocer al mismo Dios. Al final de todo, son perspectivas distintas de quienes pretenden moralmente entrar al reino de los cielos.

Cabe ahora demostrar por qué razón se dijo que estas eran cinco grandes mentiras. Baste solamente con repasar algunos textos de las Escrituras para entender la lógica bíblica respecto a la salvación del hombre.  Si usted lee cuidadosamente el capítulo 10 del evangelio de Juan encontrará a un grupo de judíos que no creían en Jesús por una razón muy simple: no eran de sus ovejas (verso 26).  En el verso 15 Jesús había dicho que él pondría su vida por las ovejas solamente. La derivación obvia dentro de la lógica bíblica es que Jesús no puso su vida por toda la humanidad (no murió por el pecado de todos, no los representó a todos). Así lo dijo él, como lo recoge Juan en ese capítulo. Pero el mismo apóstol narra en el capítulo 6 que a muchos de sus discípulos que habían creído en él les pareció dura la palabra de la predestinación, y al instante le dejaron. En el capítulo 5 del mismo evangelio, Jesús les dice a muchos de los judíos que habían creído en él que ellos eran hijos de su padre el diablo (habían creído en él, le seguían, le escuchaban, habían sido testigos de sus milagros).  En el capítulo 17 Juan recoge la oración de Jesús, cuando intercede por sus discípulos, poco antes de ir al Calvario, e intercede por los que habrían de creer por la palabra anunciada por ellos. Da gracias al Padre por los que les había dado. Sin embargo, como colofón, declara explícitamente: NO RUEGO POR EL MUNDO. Jesús no rogó por los que no iba a representar en su muerte sacrificial.

De nuevo en Juan 6 Jesús afirma que todo lo que el Padre le da vendrá a él, y al que a él viene no le echa fuera. Habla en Juan 10 acerca de sus ovejas que nadie las arrebatará de sus manos (una salvación segura que no se pierde porque no depende de nuestras buenas o malas obras, sino de su sacrificio y representación en la cruz, del propósito eterno de la elección de su Padre).

Otras pruebas que refutan estas cinco mentiras se encuentran a lo largo de las Escrituras. Basten otros textos para concluir con la denuncia de estas cinco grandes falacias extraídas de la Biblia, por parte de aquellos que prefieren sus preconcepciones culturales. Pablo escribe en su carta a los Romanos que Dios eligió a Jacob como vaso de misericordia y a Esaú como vaso de ira, y que ello lo hizo antes de que los gemelos (Jacob y Esaú) hicieran bien o mal, para que el propósito de la elección se mantuviera por el que elige y no por las obras. De manera que la salvación es por gracia irresistible. Así también parece decírselo Jesús a Nicodemo, un fariseo que venía a él de noche, cuando le expone la tesis del nuevo nacimiento. Esto es por voluntad de Dios únicamente, no de varón, no de humano alguno. Es una operación del Espíritu que hace como quiere -quien interpreta la mente del Señor y comprende los designios del Padre. El Espíritu es como el viento, pues de donde quiere sopla y no se sabe adónde va ni de dónde viene.

El ángel le dijo a José que le pusiera al niño por nombre Jesús, pues él salvaría a su pueblo de sus pecados. Y si alguno todavía sostiene que se es parte de ese pueblo porque Dios previó que uno le iba a aceptar, entonces basten estos otros textos: estamos muertos en nuestros delitos y pecados, no hay justo ni aun uno, no hay quien busque a Dios, no hay quien haga lo bueno. Todos los habitantes de la tierra son como nada y como menos que nada. Nuestro Dios está en los cielos, todo lo que quiso ha hecho. No hay quien detenga su mano y le diga qué haces, no hay quien de su mano libre.

Los mentirosos no heredarán el reino de los cielos, de manera que quienes sostienen aunque sea una de estas cinco mentiras están fuera del grupo de los redimidos. Los que les dicen bienvenidos se hacen partícipes de sus engaños y de sus males. Los que predican ese otro evangelio son llamados anatemas, esto es, malditos.  

Por eso el Señor le dice a su pueblo: Despiértate tú que duermes, y levántate de los muertos, y te alumbrará Cristo. Hay ovejas que duermen, pero tienen el llamado a despertar (y despertarán) para que Cristo les alumbre.  Las que nunca despiertan son las cabras, pues no entienden la voz del pastor de las ovejas, ya que éste llama a cada oveja por su nombre.

César Paredes

[email protected]

destino.blogcindario.com

 


Tags: SOBERANIA DE DIOS

Publicado por elegidos @ 6:38
Comentarios (0)  | Enviar
Comentarios