Jueves, 19 de enero de 2012

EL EVANGELIO ESENCIAL (Salmo 7: 11)

Dios es juez justo, y Dios está airado contra el impío todos los días. El evangelio es la promesa de Dios para salvar a Su pueblo. Pero esta promesa está condicionada en la sangre sacrificial imputada a la justicia de Cristo. Sin la asunción de esta doctrina no hay evangelio. Al mismo tiempo, la persona que no cree la doctrina del evangelio continúa muerta en sus delitos y pecados.  

Dios es un Dios de promesas y las mantiene sin ningún margen de error o falla. Una serie de textos bíblicos confirman esta idea del Dios bíblico que cumple y mantiene sus promesas: Deuteronomio 7: 8-10; Josué 21: 44-45; 23:14; 2 Samuel 23: 3-5; Salmo 89: 24-37; 132: 11; Isaías 45: 23; 46: 9-11; 54: 9-10; Jeremías 33: 20-21, 25-26; Hechos 13: 32-33; Romanos 15: 8-9; 2 Corintios 1: 19-20; 1 Tesalonicenses 5: 24; Tito 1: 1-3; 2 Pedro 3: 9-13; Hebreos 6: 13-20.  Por supuesto que estos no son todos los textos sino un pequeño porcentaje de los mismos. La síntesis de lo dicho hasta ahora es que si las promesas de Dios no fuesen seguras, todo sería en vano.

La soberanía de Dios es la razón fundamental de su capacidad para cumplir sus promesas, pues está en control de todas las cosas, hasta sus más mínimos detalles. Creó todas las cosas y ordenó cada una de ellas. Si hubiera una simple cosa (un pequeño átomo del universo) que escapara al control absoluto de Dios, podría alterar el propósito eterno e inmutable de Dios, así como el cumplimiento de sus promesas. Si hubiera cierto tipo de personas no controladas por Dios, entonces ellos serían capaces de torcer sus promesas. Véase Salmos 115: 3; 135: 5-7; Proverbios 16: 33; 21: 1; Isaías 45: 6-7. Por ejemplo: Pero si él determina una cosa, ¿quién lo hará cambiar? Su alma deseó, e hizo. El, pues, acabará lo que ha determinado de mí; y muchas cosas como estas hay en él (Job 23: 13-14).

Los que creen en el evangelio creen igualmente en que Dios es soberano sobre todas las cosas y que es capaz de cumplir todas sus promesas. Los que no creen en la absoluta soberanía de Dios entonces no creen que sus promesas son seguras y ciertas, en consecuencia no creen el evangelio. Esto es un círculo cerrado, un planteamiento tautológico, pues una cosa presupone la otra.

Es de suponer lógico que un Dios que es soberano en forma absoluta pre-ordena todo cuanto existe y es. De allí que sea inseparable la doctrina de la predestinación a la doctrina del evangelio. Pues si Dios ordenó a Su Hijo para morir por Su pueblo, entonces es porque tenía un pueblo escogido desde antes. Ante esta realidad algunos se inclinan a suponer que el conocimiento de Dios se da en base a una visión futurística que hace de su creación y criaturas. Es un Dios que prevé y por lo tanto ordena. Si esto fuese cierto, la voluntad humana podría cambiar sus planes. Sería además un Dios con mucha suerte, pues todas sus promesas se cumplen a pesar de la voluntad humana que le puede ser contraria. De igual forma se plantearía un gran problema filosófico: ¿cómo puede existir algo separado de su Creador? ¿Cómo puede una criatura ser independiente de su Hacedor? Esa independencia lo haría un semi-dios en competencia y propondría el dualismo como salida conceptual. El dualismo no es más que la lucha entre el bien y el mal, con igualdad de fuerzas, en una tensión permanente. Quienes esto sostienen lo hacen fundamentados en otra premisa filosófica: Si Dios es el autor de todo lo que acontece, gracias a su soberana condición de Todopoderoso, entonces es el autor del pecado.

Pues bien, la Biblia declara que El hace todas las cosas, aún al malo para el día malo. Declara que no ha acontecido nada malo en la ciudad el cual Jehová no haya hecho. De la boca del Altísimo sale lo bueno y lo malo, la luz y las tinieblas. El levanta y tumba, hace nacer y hace morir. De manera que de quien quiere tiene misericordia y al que quiere endurecer endurece. Y todo eso lo hace mucho antes de que sus criaturas hagan el bien o el mal, como lo demuestra la declaración de Romanos 9 inspirada por el Espíritu Santo, donde dice que los gemelos Jacob y Esaú no habían aún hecho ni bien ni mal y todo esto ya estaba programado sobre ellos, para que el propósito de la elección permaneciese por el que llama y no por las obras.

Esa premisa de que Dios es el autor del pecado no asusta a Dios. El sometió al mundo a vanidad por causa de aquél que lo sujetó a esperanza. El asesinato más horrendo acaecido en la historia humana fue contra el Hijo de Dios. Fijémonos en el inocente Cordero inmolado, de acuerdo a los planes eternos e inmutables del Padre. Cada detalle de su sacrificio, de su maltrato, fue pre-ordenado. Se cumplió al pie de la letra, y si usted examina cada acto acontecido con la muerte del Mesías se dará cuenta de que fueron actos sumamente pecaminosos. Escupirlo, colocarle una corona de espinas, clavarlo en una cruz, darle hiel por agua, burlarse de él, traspasarle, la traición de Judas, todo estaba ordenado y hubo de acontecer así para que la Escritura se cumpliese. ¿No son todos esos actos de pecado? De manera que Dios no le tiene miedo al pecado, y esto no escapa de su control. No fue un accidente el que ocurriera el primer pecado, pues de serlo entonces sería un Dios negligente en quien no se podría confiar. No habría garantía futura de que en su reino no se produjese de nuevo una rebelión contra Él.

Esa presunción de que Dios prevé el futuro en sus criaturas es totalmente falaz, pues nada existe fuera de Sí mismo. Aún al impío hizo para el día malo (Proverbios 16:4). Entonces si conoce es porque pre-ordena. Si hay futuro cierto es porque lo planifica. ¿Es eso profundo o misterioso? Es ciertamente profundo mas no misterioso. Misterioso es algo que no se conoce cómo funciona, o cómo acontece. Profundo es algo que nuestra mente alcanza a visualizar pero que es denso. Pero no hay misterio en ello, pues así lo reveló el Espíritu Santo, como se desprende de la explicación que el apóstol Pablo da cuando habla en Romanos 9.

Tal vez usted le hace más caso a Spurgeon o a Wesley, los célebres predicadores protestantes que abjuraron de un Dios semejante. Ellos se rebelaron contra un Dios que pre-ordena basado en su propia voluntad y no en las obras de los hombres. Muy bien, eso así lo expusieron ellos. Sin embargo, la explicación dada por el Espíritu a través de Pablo es totalmente contraria a la de Spurgeon y Wesley. Nos preguntamos: ¿quién es el hereje? ¿Será Pablo? ¿O tal vez Spurgeon y Wesley? El punto es que abjurar presupone resistir y desistir. Abjurar es retractarse, renegar, a veces públicamente, de una creencia o compromiso que antes se ha profesado o asumido. Eso hizo Wesley y lo mismo le sucedió a Spurgeon. Quien tenga duda de este último puede ir a la web y buscar la predicación denominada Jacob y Esaú. En ella el célebre príncipe de los predicadores dice que el cuento de Pablo es al revés: que Dios previó que Esaú iba a menospreciar su primogenitura, y que Jacob iba a luchar por conseguirla. De esta manera Dios no predestinó como lo venía diciendo en otras prédicas anteriores, sino que pre-ordenó de acuerdo a lo que vio que iba a acontecer. También agregó Spurgeon que si eso no fuese de esa manera Dios sería un tirano cualquiera.

Bueno, el asunto es coincidir o con la teoría de Spurgeon, mucho más ecléctica, mucho más conciliadora con la tesis de Arminio, en la búsqueda del punto medio entre el Calvinismo y el Arminianismo, o coincidir con lo que dice clara y abiertamente Romanos 9. Usted puede leer el capítulo 9 de Romanos y darse cuenta de lo que allí se declara. Hay una figura de un objetor que Pablo expone, a través del cual se representa al hombre natural que no entiende ni acepta lo que Dios soberanamente hace. Ese objetor dice que ¿por qué, pues, Dios inculpa? Pues ¿quién puede resistir a su voluntad? Esa lógica es la misma de Spurgeon y de Wesley, pues ellos son una extensión del objetor citado por Pablo, quien es inspirado por el Espíritu para escribir tal doctrina.

Podemos mirar los textos de Isaías 42:9; 46: 9-10; Mateo 25: 34; Hechos 13: 48; 17: 26; Romanos 8: 29; 1 Corintios 2:7; Efesios 1: 4-5, 11; 3:11; 2 Tesalonicenses 2:13; 2 Timoteo 1:9; Tito 1:2; 1 Pedro 1:20; Apocalipsis 13:8 y 17:8.  Incluso la Biblia agrega en Lucas 22:22, Hechos 2:23 y 4:27-28 que el evento más importante en la historia, llevado a cabo por hombres malignos, fue predeterminado por el Padre.

En Él vivimos, nos movemos y somos. No hay quien resista a Dios y quien le diga qué haces. Todo lo que quiso ha hecho y no hay quien de su mano libre. ¿Podrá la olla de barro decirle a su Alfarero porqué me hizo así? La diferencia entre el falso evangelio y el evangelio esencial radica en el esfuerzo hecho por Dios o por el hombre. En el evangelio esencial (Bíblico) Dios hizo todo lo que tenía que hacer: apaciguar su ira con su pueblo, con las ovejas que el Cordero tenía para la expiación. No solamente las del mundo judío sino del gentil (el todo el mundo del apóstol Juan en su carta). El falso evangelio involucra al esfuerzo humano para validar la tarea divina. Allí se dice que Dios hizo su parte y que le toca a la humanidad decidir si hace o no la suya. Esto es más humanístico, más cónsono con el concepto de gracia común, o de gracia habilitante. Podemos hacer un negocio con Jesucristo, experimentarlo por un tiempo para ver si nos conviene. Si no nos gusta lo devolvemos o lo rechazamos.

Pero el evangelio esencial dice que Cristo vino a salvar a su pueblo de sus pecados. En ese evangelio Jesús pidió por los suyos y dijo explícitamente que no pedía por el mundo. De igual forma agregó que sus ovejas oirían su voz y le seguirían, y que no seguirían al extraño de quien no conocen la voz. Dijo que ponía su vida por las ovejas, que los que no creían en él no podían porque no eran sus ovejas. Que era necesario nacer de nuevo, pero que esto era obra exclusiva de Dios, no de voluntad humana. En el evangelio esencial se expone que hay un pueblo, un rebaño y un pastor. Un pueblo que ha sido comprado con la sangre del Cordero inmolado, a quien se le anuncia la buena noticia de la redención.

En el otro evangelio se anuncia una falsa esperanza, una falacia que no lleva sino a un destino de muerte eterna.

Jesucristo dijo que conoceríamos la verdad y que ella nos haría libres. A muchos les duele el anuncio de la verdad, porque no les es dado el conocerla. De allí que el Señor oró un día diciendo que alababa al Padre por haber escondido esta verdad de los sabios y entendidos y por revelársela a los pequeños. Mis ovejas oyen mi voz, y yo las conozco y ellas me siguen.

César Paredes

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Tags: SOBERANIA DE DIOS

Publicado por elegidos @ 17:14
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