Viernes, 06 de enero de 2012

El apóstol Juan es uno de los discípulos más consoladores a través de sus escritos. Es llamado el discípulo amado, porque el mismo Jesús le tuvo especial cariño. Un día el Señor dijo que si él quería que Juan quedase vivo hasta que él volviera, eso era asunto de él. Por ese dicho muchos pensaban que Juan no iba a morir, sino que el Señor regresaría antes de que el apóstol muriese.

Cuando uno lee su evangelio y sus cartas, se puede respirar el aroma del amor. La frecuencia de este vocablo amor en sus escritos es preponderante, lo cual abre una panorámica de consuelo para el creyente que busca refugio de la angustia del mundo. Pero el apóstol no se ha inventado una fantasía acerca de la bondad de Dios, ni ha procurado subterfugios para ilusionar a los lectores. Simplemente ha derivado una conclusión lógica de las premisas dadas por su Maestro. El asegura que ha escrito lo que ha visto y oído en forma directa del Señor, por lo cual su testimonio es verdadero.

Los conceptos básicos que maneja y muestra son muy importantes a la hora de un estudio comprensivo de su escritura. Ilógico sería suponer que haya alguna contradicción en su exposición, hecho que nos anima a sugerir que el contexto de aparición de sus vocablos es muy importante en la lengua griega en la cual escribió. El Koiné, esa especie de griego común y generalizado de su época, nos va a indicar por la aparición de los términos el sentido de los mismos.

Claro ejemplo de lo que acá se dice lo constituyen ciertos términos claves como mundo, todo, oveja, pastor, salteador, discípulo, amor, logos, entre otros.  Empezaremos con el mundo visto por Juan.  Ese es el Cosmos, de donde viene la palabra cosmética, porque significa un universo ordenado y arreglado. La creación del mundo es el orden puesto por Dios en el caos existente.  En el principio de todas las cosas era el Verbo (el logos).  La palabra logos quiere decir escardilla, ese instrumento agrícola que sirve para recoger de la tierra objetos, piedras y hacer separaciones. Lo mismo sucede con el verbo, pues a través de la palabra recogemos el mundo, las ideas con las que hacemos distinciones. Tal es la cosmovisión y la teología de Juan. En el principio de todo está Dios.

Una vez que deja aclarado su cosmovisión teológica entra a definir el concepto mundo. Quizás el texto más recordado por los aprendices de la Biblia es Juan 3: 16, que dice: Porque de tal manera amó Dios al mundo... En esta frase se concentra el amor de Dios a su mundo creado, Su  universo ordenado. Sin embargo, por su contexto de aparición uno puede darse cuenta de que ese amor divino no se extiende a cada elemento particularizado del cosmos-mundo.  Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna. Porque no envió Dios a su Hijo al mundo, para que condene al mundo, mas para que el mundo sea salvo por él. El que en él cree, no es condenado; mas el que no cree, ya es condenado, porque no creyó en el nombre del unigénito Hijo de Dios. Y esta es la condenación: porque la luz vino al mundo, y los hombres amaron más las tinieblas que la luz; porque sus obras eran malas (Juan 3: 16-19).

Si el lector comienza desde el verso 1 del capítulo 3 se dará cuenta de que este verso número 16 y siguientes, así como unos precedentes, se los dice Jesús a Nicodemo, un Fariseo que había ido a él de noche, en forma oculta para no ser visto por sus colegas del Sanedrín. Si el amor de Dios fuese dado a cada uno en particular entonces no habría condenados. Pero el mismo texto que habla del amor de Dios por el mundo menciona varias veces la perdición, la condenación. Habla de tinieblas y de obras malas, de la preferencia de los hombres por la oscuridad antes que la luz. Eso es lo que le explicaba Jesús a Nicodemo, después de haberle dicho que era indispensable un nuevo nacimiento para el hombre muerto en sus delitos y pecados, pero que ese nacimiento no era por voluntad humana sino divina.

En este punto uno debe preguntarse junto a Nicodemo acerca de ese nuevo nacimiento que lo da el Espíritu a quien quiere dárselo. ¿De cuál amor hablaba Jesucristo? ¿Cómo es eso de que Dios amó al mundo y más tarde en Juan 17 Jesucristo no ruega por el mundo sino por los discípulos y por los que han de creer por la palabra de ellos? Resulta evidente que se habla de dos tipos de mundo. Unas veces se refiere al mundo amado por Dios y otras veces al mundo donde gobierna su príncipe con los suyos.

Si recordamos algunos textos de Isaías, el Mesías que habría de venir lo haría para salvar a su pueblo, a muchos, pero nunca a toda la raza humana. En Mateo 1 un ángel se le aparece en visión y sueño a José para decirle que no temiera por el embarazo de María. Le dice que le colocara al niño el nombre Jesús, pues eso significa que salvaría a su pueblo de sus pecados. Entonces entendemos junto con Juan que el pueblo que vino a salvar Jesús es su mundo que él amó de tal forma que se entregó por él. Pero el mundo por el cual no rogó el Señor es el que le pertenece al príncipe de este mundo, es el universo de las cabras en oposición a las ovejas; es el cosmos de los réprobos en cuanto a fe (Judas y Pedro hablaron de ellos) de los cuales la condenación no se tarda, es el conjunto representado por Esaú, escogido antes de la fundación del mundo como vaso de destrucción y deshonra, para quien Dios mostraría su ira y su poder (Romanos 9).

De esta forma, cuando el apóstol Juan en una de sus cartas escribe que Jesucristo es la propiciación por nuestros pecados, y agrega que no lo es solamente por los nuestros sino por los de todo el mundo, los lectores deben preguntarse si hay acaso alguna contradicción en las Escrituras. Es un mismo Espíritu el que las inspira, y en este caso es un mismo autor humano el que escribe el evangelio y las cartas referidas. Cuando el apóstol dice que Jesucristo es la propiciación por los pecados de todo el mundo, que Jesucristo es el Cordero de Dios que quita el pecado del mundo, caben varias preguntas. 1) ¿Quitó Jesús el pecado de toda la humanidad? 2) ¿Propició la paz y el perdón de Dios para toda la raza humana? De responder afirmativamente a estas interrogantes debemos inferir que la salvación de Dios es universal. De esta forma queda relegado el infierno de fuego a una ficción mitológica, pues el universalismo debe incluir a los ángeles caídos, a Satanás mismo. Si Satanás es el príncipe de este mundo, y si Jesucristo quitó el pecado del mundo y propició por todo el mundo (en el decir plano de Juan), entonces Satanás queda exculpado y redimido.

Pero esa respuesta genera contradicción con el resto de las Escrituras. En ellas se declara el castigo eterno de Satanás y de sus ángeles, los cuales irán al infierno de fuego preparado para ellos (como lo declara el mismo apóstol Juan en su Apocalipsis). Además, Jesucristo -quien funge como Dios de amor, y como la propiciación del Padre- declaró que les dirá a muchos en el día final que se aparten hacia el lago de fuego, porque nunca los conoció.  Es evidente que ese  conocer no hace referencia al aspecto cognitivo del término, sino al contexto comunicativo - de comunión - del vocablo. Nunca tuvo comunión con ellos, pues si es Dios tuvo que conocerlos en el plano cognoscitivo. De hecho lo está declarando de antemano, desde siglos antes, que les va a decir a ellos que nunca los conoció. Si lo ha declarado hace más de 2000 años, entonces es porque sí los conoció desde el plano cognoscitivo, lo cual nos abre la perspectiva del otro conocimiento, del tener comunión con.  De igual forma Adán conoció a Eva y tuvo hijos, aunque ya la había conocido como creación de Dios. José no conoció a María hasta que dio a luz el niño, aunque por llevarla en un asno hacia Belén ya la conocía o sabía quién era ella. Pero el conocer bíblico habla de tener comunión con.

Al volver a Juan, cuando declara que el Cordero de Dios quita el pecado del mundo y que Jesucristo es la propiciación por los pecados de todo el mundo, el apóstol no apunta hacia una salvación universal.  Más bien lo que traduce es lo siguiente: 1) quita el pecado del mundo que involucra a su pueblo redimido, elegido para tal fin desde antes de la creación del mundo (de allí que salvaría a su pueblo de sus pecados; salvaría mi siervo a muchos); 2) es la propiciación no solamente por los pecados de la iglesia de Juan, quien era el pastor de muchos judíos cristianos, sino también era la propiciación por los pecados de los creyentes gentiles. Los gentiles - las gentes - son el resto del mundo. El Antiguo Derecho Romano hablaba del Derecho de ellos y del Derecho de Gentes (para el resto del mundo no romano).  Juan sigue la misma tradición lingüística, al involucrar a los gentiles como el resto del mundo. Pero queda claro que no todos los judíos eran salvos, sino los que fueron redimidos y creyeron en consecuencia; de igual forma no todos los gentiles son salvos, sino los redimidos que llegan a creer.

Por lo tanto, la incoherencia no existe en los escritos de Juan. Simplemente hay que tomar en cuenta el contexto de aparición de los vocablos y el sentido de las declaraciones proféticas en relación con la salvación de la humanidad. Hay un contexto restrictivo, referido a los elegidos para tal fin, de acuerdo a los propósitos eternos e inmutables del Padre (Efesios 1). En consecuencia, resulta una mentira argumentar que Cristo murió por toda la humanidad y que depende del pecador muerto en delitos y pecados aceptar o rechazar su propiciación. Ese no es el concepto bíblico de propiciación, el cual implica la redención absoluta del reo, el pago total para la absolución, hecho de una vez y para siempre como dice el autor de Hebreos.

Mal pudo Jesucristo haber muerto por los que yacen en el infierno, como Judas, Caín, el Faraón, Esaú y un gran etcétera. Los que continúan con la fábula de la propiciación universal pregonan una herejía. Les están añadiendo y quitando al texto revelado, por lo cual añadirán para ellos mayor condenación. Existe todavía otra extraña proposición, la que habla de un estado de gracia preventiva en la cual el que está muerto en delitos y pecados es resucitado para que decida si sigue o rechaza a Jesucristo. Esa es la tesis de la Contrarreforma Protestante, la de Luis de Molina, el Jesuita que expuso el punto de vista de Roma contra las Escrituras. Digo contra las Escrituras porque en ningún lado de ellas se apoya semejante tesis. No hay espacio para esta fábula teológica, la de la resurrección espiritual o estado de gracia preventivo en donde el hombre toma su decisión en relación a Jesucristo. Eso equivaldría a decir que la Biblia da espacio para sugerir un pre-nuevo nacimiento, en donde se le pregunte al feto si quiere en realidad nacer de nuevo.

Por otro lado, queda claro que un gran enigma se abriría al seguir semejante tesis, ya que muchos no han oído la predicación del evangelio y por lo tanto han muerto sin la oportunidad de esa ¨gracia preventiva¨.  Pero así como Roma añade en otros contextos también lo hace en relación a la soberanía de Dios. Jesucristo dio dos recomendaciones muy trascendentes al respecto: Erráis, ignorando las Escrituras, y Examinad las Escrituras, porque a vosotros os parece que en ellas tenéis la vida eterna.

César Paredes

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Tags: SOBERANIA DE DIOS

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