...y lo vil del mundo y lo menospreciado escogió Dios, y lo que no es, para deshacer lo que es, a fin de que nadie se jacte en su presencia (1 Corintios 1:28-29). Uno podría preguntarse acerca del sentido de esta cita bíblica. ¿Por qué razón escogió Dios a lo que no es, así como a lo menospreciado del mundo? Ciertamente alguien podría suponer que en la mente del Creador existía algún respeto por el proletariado. Pero antes de alegrarnos por tal simpatía veamos la opinión de Dios para con toda la humanidad: Todos los habitantes de la tierra son considerados como nada; y él hace según su voluntad en el ejército del cielo, y en los habitantes de la tierra, y no hay quien detenga su mano, y le diga: ¿Qué haces? (Daniel 4: 35). Con este texto se caen las esperanzas proletarias de enarbolar la bandera de la pobreza como argumento de obra ante el Creador.
Claro que la Escritura dice que a los pobres es anunciado este evangelio, que es difícil para un rico entrar al reino de los cielos, pero ciertamente esta preferencia no radica en la pobreza en sí misma, ni en obra alguna de pobre como ejemplo de humildad, sino que se hace para contrastar con lo que es. Por supuesto que los ricos de este mundo, así como todos sus amadores y seguidores, todos los que sin serlo anhelan llegar a tener fortunas, son los que se pueden jactar de haber alcanzado algo por su esfuerzo. El resto de la humanidad es despreciada por no lograr desarrollar sus habilidades para evitar el naufragio económico. Con este contraste como modelo, Pablo nos dice que Dios escogió a lo que no es, con el fin de deshacer lo que es. De manera que si la premisa mayor es que Dios considera como nada y como menos que nada a todos los habitantes de la tierra, allí se incluyen ricos y pobres. Luego, Dios escogió dentro de esa masa a los que son menos que nada, con el fin de deshacer cualquier vanagloria que pudiera haber en esas personas escogidas.
Si alguien es incapaz de alcanzar sus metas, será considerado perdedor. Tal persona no tiene de que gloriarse. De esta manera Dios escogió perdedores, pero no solamente pobres, también escogió ricos perdedores, es decir, aquellos que no se jactan en su presencia, pues reconocen al igual que los escogidos pobres que de no haber sido por la misericordia de Dios no entrarían al reino de los cielos. De esta manera queda descartado el atributo de pobreza como obra para merecer el reino. Dios quiso darles fe a muchos pobres, quiso que en medio de su escasez tuviesen la riqueza de la confianza en su promesa. Entonces ¿de qué habremos de jactarnos?
Todo lo hace Dios por y para su propia gloria, no por las obras del hombre. Cuando leemos Apocalipsis 17: 8 nos damos cuenta de esa realidad. El ser humano no puede tener jactancia alguna en haber estado inscrito en el Libro de la Vida, pues eso ocurrió mucho antes de que hiciese bien o mal, mucho antes de la fundación del mundo, antes de que entrara Satanás en el huerto del Edén. La bestia que has visto, era, y no es; y está para subir del abismo e ir a perdición; y los moradores de la tierra, aquellos cuyos nombres no están escritos desde la fundación del mundo en el libro de la vida, se asombrarán viendo la bestia que era y no es, y será (Apocalipsis 17: 8).
Esos nombres inscritos en el libro de la vida son los de los pobres y también los de los ricos. Poco importa que sean pocos ricos y muchos pobres, el asunto de trascendencia es que tanto unos como otros no podrán jactarse de haber alcanzado algo por sus méritos. El estar inscrito o no en el libro de la vida escapa a la habilidad o inhabilidad de cualquier persona, pues eso ha sido un acto fuera de su voluntad, y pertenece al exclusivo decreto de Dios desde la eternidad.
Frente a esta declaración de las Escrituras, muchos se retuercen en sus entrañas. A muchos les produce escozor, o les causa repugnancia. Los adjetivos no se esperan y desfilan en una mente que se considera a sí misma lógica. ¿No se trata de un Dios de amor, ese Dios de la Biblia? ¿No fue un acto de gracia el enviar al Hijo de Dios a morir en una cruz bajo semejante sufrimiento? ¿No representó Él a toda la humanidad, cargando los pecados de todo el mundo sobre sus hombros? ¿No es Él la justicia de Dios y no reconcilió Jesucristo al mundo con Dios? Esas son algunas de las exclamaciones en forma interrogativa que exponen los que se impactan con las declaraciones de los profetas y de los apóstoles, así como de las de Jesucristo mismo.
¿Si Jesucristo representó a toda la humanidad en la cruz, entonces por qué razón habló Él del infierno, más que otra persona en el Nuevo Testamento? Tal vez la respuesta radica en la voluntad sagrada del hombre: unos aceptan y otros rechazan su oferta. La economía divina se reduce a un hecho de oferta y demanda. Si esto es cierto, entonces Dios es definitivamente un malísimo y pésimo comerciante. Ya que tiene todos los medios publicitarios a su alcance, y me refiero a los medios sobrenaturales -para no requerir a los medios humanos- y ha podido colocar unas cuantas legiones de ángeles desde el huerto del Edén hasta nuestros días, anunciando sin cansancio -pues no se dice que los ángeles padezcan de agotamiento- para que proclamen a los cuatro vientos que Jesucristo es el Señor, que está esperando por usted. Además, a ese Dios le ha fallado la habilidad de persuasión, que se supone completa en un ser Todopoderoso. Una palabra suya bastó para sanar a un leproso, para hacer que Pedro le siguiera, para que Lázaro resucitase. Con una sola orden se nos ha dicho que creó la luz: sea la luz, y la luz fue hecha. Por su palabra creemos que fue constituido el universo, dice la Escritura. Entonces con una palabra suya ha podido llamar a todas las almas bajo un mismo pregón de resurrección para que nacieran de nuevo y fuesen salvas.
O le ha fallado la persuasión y la técnica comercial de la salvación, o ha sucedido algo diferente a lo que muchas personas piensan. Tal vez lo que ha pasado es exactamente lo que las Escrituras advierten: que hizo a unos como vasos de honra y a otros como vasos de deshonra. Así lo recoge Hechos 13: 28, que los que creyeron estaban destinados para vida eterna. Este término (destinados) es el mismo que usa Pedro para referirse al otro grupo, el de los reprobados. Dice así referente a Cristo :Piedra de tropiezo, y roca que hace caer, porque tropiezan en la palabra, siendo desobedientes; a lo cual fueron también destinados (1 Pedro 2: 8-9). El mismo verbo, el mismo Destinador, pero diferente grupo pre-destinado. Pedro continúa inmediatamente con lo siguiente: Mas vosotros sois linaje escogido, real sacerdocio, nación santa, pueblo adquirido por Dios, para que anunciéis las virtudes de aquel que os llamó de las tinieblas a su luz admirable; vosotros que en otro tiempo no erais pueblo, pero que ahora sois pueblo de Dios; que en otro tiempo no habíais alcanzado misericordia, pero ahora habéis alcanzado misericordia (verso 10).
De manera que según el verso 8, los que no escogió para salvación fueron alistados para desobedecer. No es un dejar de lado, sino que fueron colocados para caer, para ser destinados para la desobediencia. Ya Jesús lo había dicho según lo recoge el evangelio de Juan 10:11: Yo soy el buen pastor...el buen pastor su vida da por las ovejas. También añadió: pongo mi vida por las ovejas (verso 15), y en el verso 26 sentencia: pero vosotros no creéis en mí porque no sois de mis ovejas. Frente a tal evidencia en la Escritura muchos se golpean contra esa roca, de manera que no pueden entender en su espíritu que es así y no de otra manera. Les parece dura esta palabra y argumentan con falsa autoridad que nadie la puede oír. Es decir, construyen una falacia de generalización apresurada al decir que como la palabra es dura nadie la puede oír. Si a mí no me invitan, más nadie será invitado. Eso es presunción extrema, soberbia adquirida en el Edén gracias al padre de la mentira. Seréis como dioses, de manera que un dios decide lo que conviene y lo que se rechaza.
Pero, desde antes de la fundación del mundo la elección y el creer están conectados. Tiene sentido que Cristo haya muerto solamente por los escogidos, decir lo contrario es la antítesis, por lo tanto es jugar el rol de anticristo, de antagonista de Jesucristo. Curiosamente, los arminianos así lo hacen, con fresco descaro, sin importarles nada lo que la Escritura expone. Al contrario, tuercen los textos amparados en un amor universal de un dios que no existe sino en la imaginación popular. Y muchos van esclavos de semejante doctrina, pero lo peor es que sus pastores tampoco entienden. Si no entienden la voz del Pastor, entonces es que siguen la voz del extraño.
No somos del mundo, por eso el mundo no nos ama. De igual forma Jesucristo ama a unos y a otros no ama, pero a los que ama lo hace con amor eterno. Su sangre tiene el valor idéntico para cada oveja rescatada. No hay ovejas no rescatadas (las cien de la parábola fueron recogidas en el redil y ninguna puede ser arrebatada de sus manos). Pero tampoco hay un amor disminuido hacia los que se pierden, porque para eso fueron destinados, de manera que su aborrecimiento, su rechazo, su odio hacia ellos es simplemente eso: rechazo, odio y aborrecimiento, porque está airado contra el impío todos los días. Salmo 5: 4-6 dice: Porque tú no eres un Dios que se complace en la maldad; el malo no habitará junto a ti. Los insensatos no estarán delante de tus ojos; aborreces a todos los que hacen iniquidad. Destruirás a los que hablan mentira; al hombre sanguinario y engañador abominará Jehová. Dios destruirá a aquellos que hablan mentira, y destruir en este contexto es odiar. ¿No dice Proverbios 6: 16-19 que siete cosas odia Dios en su corazón? El odio de Dios no se puede definir como un amar en menos cantidad, pues eso sería decir una mentira. ¿Quién quiere el ¨amor¨ de Cristo por Judas? La verdadera definición de odio en Dios es lo contrario del amor, no es un amor con menos intensidad. De la misma forma el mundo nos aborrece, no dice que nos ama poco, sino que nos odia, pues ama lo suyo y nosotros somos de Cristo. Romanos 9: 11 lo dice claramente, desde la eternidad pasada, antes de la fundación del mundo, antes de hacer bien o mal, la elección fue incondicional, no en base a que hiciese bien o mal. Dios escogió a un engañador como Jacob, a un pecador sin igual como Jacob y lo transformó en Israel. Después nos llamó el Israel espiritual, de manera que no hay duda del amor de Dios hacia su pueblo escogido, pues no se basa en obra o mérito nuestro, en decisiones oportunas que habremos de tomar, sino en su gracia soberana.
Tomemos el caso de Manasés como ejemplo. ¿Qué mérito pudo haber en ese rey rebelde que hizo abominables hechos ante Jehová? Sacrificó niños por el fuego, colocó un ídolo en el templo de Jehová, ofrendó a los demonios, por lo cual Jehová trajo contra ellos (los de su reino) a los generales del ejército del rey de los asirios, los cuales aprisionaron con grillos a Manasés, y atado con cadenas lo llevaron a Babilonia. Mas luego que fue puesto en angustias, oró a Jehová su Dios, humillado grandemente en la presencia del Dios de sus padres. Y habiendo orado a él, fue atendido; pues Dios oyó su oración y lo restauró a Jerusalén, a su reino. Entonces reconoció Manasés que Jehová era Dios. Después de esto ... quitó los dioses ajenos, y el ídolo de la casa de Jehová, y todos los altares que había edificado en el monte de la casa de Jehová y en Jerusalén, y los echó fuera de la ciudad. Reparó luego el altar de Jehová, y sacrificó sobre él sacrificios de ofrendas de paz y de alabanza; y mandó a Judá que sirviesen a Jehová Dios de Israel (2 Crónicas 33:1-20).
Una persona como Manasés no merece consideración alguna, pues por su culpa muchos se extraviaron y se perdieron eternamente. Pero no podemos decir que el arrepentimiento de Manasés fue lo que lo condujo a Dios. No. Simplemente él también era una oveja, pues de lo contrario tampoco hubiera podido creer ni arrepentirse. Esa es la grandeza de la misericordia de Dios, que hace como quiere y tiene misericordia y se compadece de quien Él quiere. Al lado de Jacob tenemos a Manasés, a Saulo de Tarso, a David el pecador, a millones de personas que no merecemos nada, pues somos como menos que nada, pero de los cuales Dios ha querido tener misericordia.
Tal vez surja la pregunta: ¿para qué predicar el evangelio, o cuál evangelio anunciar? Ciertamente que estas dos interrogantes son válidas, pero cada una tiene su respuesta: anunciamos el evangelio porque es un mandato, porque quiso Dios salvar al mundo por medio de la locura de la predicación y ¿cómo oirán si no hay quien predique? De igual forma el evangelio a anunciar es la persona de Jesucristo junto con su obra en la cruz. Cristo, la justicia de Dios, nuestra pascua. Jesús, quien salvará a su pueblo de su pecado, el mismo que fue proclamado por Isaías como el siervo que salvará a muchos.
El que tiene oídos para oír oirá, y el que esté destinado para tropezar en esa roca que es Cristo, el Verbo de Dios hecho carne, la palabra de Dios, tropezará para su propia perdición. El que no cambia su mentalidad respecto a Dios servirá a un ídolo semejante a sí mismo, el cual no puede salvar. Y los que sacrifican a los ídolos, a los demonios sacrifican (1 Corintios 10: 20).
César Paredes
destino.blogcindario.com
Tags: SOBERANIA DE DIOS