Lunes, 28 de noviembre de 2011

Jesucristo ha querido dejarnos la metáfora de las ovejas junto al pastor. No solamente se valió de los trabajadores del campo, como David, que acostumbraban a apacentar a los rebaños de ese tipo de animales, sino que él mismo se declaró como el buen pastor. Además, comparó a su pueblo como a un rebaño de ovejas.

Ciertamente, el calificativo que dio a sus seguidores fue el de corderos, los seres que van al matadero sin queja alguna. En contraposición o antítesis colocó a la cabra, para hacer el contraste con el indefenso animal. Pero más allá de la oposición hecha, nos interesa comprender la idea central de su metáfora, el hecho de que él se haya declarado a sí mismo como el buen pastor.

Dijo que daba su vida por las ovejas, pues el asalariado veía venir al lobo o al depredador natural de los animales que tenía en su rebaño y huía despavorido porque no le interesaban los corderos. También comparó a los anti-pastores como a lobos disfrazados de ovejas. De esta forma tenemos dos anti-modelos para la oveja: la cabra y el lobo.

El oficio del lobo es más cruento, porque viene a destruir y a devorar al indefenso animal. El trabajo de la cabra es el engaño, es pasar fácilmente por oveja, como su pariente genético, aunque su naturaleza es totalmente distinta. De hecho, de la cabra jamás saldrá una oveja, como de ésta no podrá producirse nunca una cabra.

En el seguimiento de la metáfora dada por Jesús, tanto la oveja como la cabra tienen pastores. El buen pastor dio su vida por las ovejas, nunca por las cabras. Los asalariados son hábiles orientando a las cabras en los montes, dándoles un alimento que solamente ellas pueden digerir. Pero una oveja no encuentra reposo junto al pastor de las cabras.

La metáfora continúa con la analogía que hagamos en la iglesia. Las cabras tienen otras costumbres preferenciales en cuanto a alimento y a gregarismo. Pese a sus similitudes con las ovejas, difieren de manera significativa en hábitos de pastoreo, selección de alimento, requerimientos de agua, actividad física, composición de la leche y carne, así como en cuanto a desórdenes metabólicos y parásitos. Pero lo que llama la atención en las parábolas y metáforas de Jesús, cuando refiere a estos animales, es que son muy similares. La similitud es lo que confunde al inexperto, cuando de lejos ve venir a los rebaños combinados.

De la misma forma en la iglesia hay personas que se asemejan mucho a las ovejas, pero que son tan diferentes como lo pueden ser las cabras. Más allá de la primera mirada, el pastor experto puede entender la diferencia entre estas dos clases de animales. Jesús dice que sus ovejas oyen su voz y le conocen y le siguen. A cada una llama por nombre, él va delante de ellas, pero hay algo muy relevante en el momento de la distinción definitiva entre uno y otro animal: la oveja no sigue al extraño, porque no conoce su voz, solamente sigue a su pastor.

Hay un peligro mayor, el lobo disfrazado de cordero. Este puede muy bien simbolizar al pastor de cabras que en ocasiones se introduce en las congregaciones de las ovejas, para tratar de devorarlas. Tal vez sea también un falso maestro. ¿Pero cómo puede ser devorada una oveja, en esta analogía de Jesús, si él mismo dijo que nadie nos arrebataría de sus manos? Simplemente que estos lobos disfrazados llenan de angustia y confusión doctrinal con sus fábulas artificiosas a las ovejas.  Estos animales se han entretenido con las cabras, han imitado su conducta y parecen que son pastoreadas por su verdadero pastor. Pero cuando oyen la voz de del buen pastor le reconocen y le siguen. Es allí cuando ellas dejan a las cabras con sus pastores naturales. Eso no puede llamarse una división de la iglesia, simplemente una separación natural por lo que cuesta seguir a Jesús. Hay que tomar la cruz diariamente, aborrecer, si fuere necesario, a nuestros seres queridos, negarnos a nosotros mismos, para seguir los pasos trazados por el buen pastor que va enfrente.

A veces suele suceder que una cabra en el rebaño confunde, molesta, inquieta. Pero así como la cizaña crece junto al trigo, al final de nuestro camino tanto los ángeles como el Señor se encargarán de separar a unos de otros: los ángeles arrancarán la cizaña y el Señor les dirá a las cabras que se aparten de él, pues nunca las conoció.

Nuestra paciencia se ejercita en esta vida, al tener que comprender que hay cabras en las congregaciones. Ello es necesario, pues se tiene que producir la apostasía, algunos tendrán que salir de nosotros para que se  demuestre que no eran de nosotros. Para creer en Jesucristo es necesario ser primero oveja, en cambio una cabra puede creer que cree en el buen pastor, pero eso no le garantiza que se transformará en oveja.  Genéticamente es imposible.

Por eso es que Jesús le dijo a Nicodemo que era necesario nacer de nuevo, y esto no ocurría por voluntad de varón sino de Dios. Pues así como el viento sopla de donde quiere, de la misma manera es todo aquel que es nacido del Espíritu. No sabemos adónde va el viento, ni de dónde viene con exactitud, de la misma forma opera el Espíritu de Dios, el cual hace conforme a lo que el Padre quiere. Nadie puede venir a mí, si el Padre que me envió no le trajere (Juan 6: 44).

Pero el buen pastor busca a la oveja extraviada hasta encontrarla, la toma en sus brazos y venda a la perniquebrada. El la devuelve al redil, sin importar que tenga que ir al desierto del mundo a buscarla. Esa es una verdadera historia de amor. Hay ovejas que están atrapadas en Babilonia, en los corrales del mundo, pero cuando oyen la voz del pastor salen presurosas porque conocen su voz. A partir de ese momento le siguen y no se desvían tras la voz del extraño, el salteador y destruidor, pues no conocen esa voz.

Esta es la maravillosa historia narrada por Juan en su primera carta, capítulo tres, verso uno, que dice: Mirad cual amor nos ha dado el Padre, para que seamos llamados hijos de Dios. Solamente las ovejas tienen ese distintivo, pues de las cabras dice la Escritura que Dios está airado contra el impío todos los días. De allí que el autor de Hebreos haya escrito: si oyereis hoy su voz, no endurezcáis vuestro corazón (Hebreos 3: 7-8). Yo no llamo a nadie a seguir a Cristo, pues eso podría atraer a las cabras, lo cual no tiene sentido. Solamente que cuando se anuncia el evangelio (la buena noticia de salvación para el pueblo de Dios) entonces las ovejas que oyen la voz del Pastor reaccionan y le siguen.  Porque los verdes pastos de la oveja y los arroyos de agua viva que ha de beber son Jesucristo, no la retórica de un predicador.

César Paredes

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Tags: SOBERANIA DE DIOS

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