Mi?rcoles, 23 de noviembre de 2011

Cuando ayunéis, no seáis austeros, como los hipócritas; porque ellos demudan sus rostros para mostrar a los hombres que ayunan; de cierto os digo que ya tienen su recompensa. Pero tú, cuando ayunes, unge tu cabeza y lava tu rostro, para no mostrar a los hombres que ayunas, sino a tu Padre que está en secreto; y tu Padre que ve en lo secreto te recompensará en público (Mateo 6: 16-18). Jesús no habló sobre el ayuno con un si condicional, no dijo si ayunáis, como si fuera una posibilidad en la vida de sus ovejas. El dio por sentado o por un hecho que el ayuno sería una práctica en la vida de los suyos. Por eso dijo cuando ayunéis, cuando ayunes, en referencia a lo que acontecería en un momento determinado con la vida de sus ovejas.

Hizo énfasis en el carácter secreto del ayuno. No debe ser anunciado a los demás cuando hacemos tal práctica. Por supuesto, hay momentos en que el ayuno es colectivo, pues como una actividad de la iglesia ha de anunciarse públicamente, intra-muros. Pero las más de las veces es un acto individual, como se desprende del texto de Mateo, pues existe una recompensa pública para aquellos que hacemos esto en secreto ante la presencia del Padre. De la misma forma habló Jesús en referencia a la oración secreta.

Mas tú, cuando ores, entra en tu aposento, y cerrada la puerta, ora a tu Padre que está en secreto; y tu Padre que ve en lo secreto te recompensará en público (Mateo 6: 6). Al igual que en el texto sobre el ayuno, Jesucristo no dijo si oráis, sino que se refirió a una práctica que debería ser cotidiana. Muchas fueron las veces en que Él oró y muchas las ocasiones en que nos lo recomendó. Velad y orad, para que no entréis en tentación. Es una actividad pública en la iglesia, porque se hace colectivamente. Se puede hacer en concierto con algún hermano, pues dijo que si dos de nosotros nos poníamos de acuerdo en pedir algo en la tierra, nos sería hecho por nuestro Padre. Pero es también la gloriosa oportunidad para entrar a la cámara secreta y cerrar la puerta. Cuando cerramos la puerta dejamos del otro lado el mundo con sus ruidos, con sus demonios, con sus consejas. Estar a solas con el Padre presupone realizar la comunión para la que hemos sido creados como ovejas. Es allí donde y cuando conversamos con el Señor, para expresarle nuestras intimidades. Sabemos que en la iglesia como colectivo nos inhibimos de compartir ciertos hechos secretos, pues hay detalles de nuestra vida que no nos gustaría que los demás los supieran.  Sin embargo, en la cámara secreta narramos lo que ya el Padre sabe, pero lo hacemos con más confianza, sin la limitación del público.

Las dos actividades van de la mano. Las dos se hacen para agradar al Padre y para beneficio nuestro. No se trata de convencer a Dios ni de persuadirlo, ni mucho menos de vencer su desgana. Simplemente se hace como acto de obediencia y como acto de placer. Pues obedecer al Padre resulta placentero en sus ovejas. ¿Acaso no nos conviene estar cerca del Pastor? ¿No nos conduce por lugares de delicados pastos? ¿No nos hace descansar junto a aguas de reposo? El buen Pastor ha prometido estar con nosotros todos los días, hasta el fin del mundo. El nos guiará aún más allá de la muerte. El bien y la misericordia nos rodearán todos los días de nuestra vida (Salmo 23: 6).

Existe una clara advertencia a los actos proselitistas de la oración y del ayuno. Tenemos el caso célebre del fariseo que subió al templo a orar cuando también un hombre público (tal vez un recaudador de impuestos, de esos que eran tan odiados en su tiempo) había subido con el interés de clamar a Dios. El fariseo, puesto en pie, oraba consigo mismo de esta manera: Dios, te doy gracias porque no soy como los otros hombres, ladrones, injustos, adúlteros, ni aun como este publicano; ayuno dos veces a la semana, doy diezmos de todo lo que gano. Cuando uno compara nuestra justicia con la de los demás cometemos un grave error. El creyente no debe buscar la prueba de su elección en sus obras, pues esas no son los frutos que hemos de mostrar. El fruto por excelencia es la justicia de Cristo o Cristo nuestra justicia. Cuando comprendemos que se debe a su trabajo en la cruz el que hayamos sido redimidos, entonces se produce en nosotros la justicia, el gozo y la paz en el Espíritu. La otra persona que también había subido al templo a orar era el publicano, quien estando lejos, no quería ni aun alzar los ojos al cielo, sino que se golpeaba el pecho, diciendo: Dios, sé propicio a mí, pecador (Lucas 18: 10-13).

La actitud del publicano es la que tenemos que imitar, no por el ritual de darse golpes en el pecho, sino porque estaba a lo lejos, con vergüenza, y solamente se acercaba a Dios ante quien clamaba por su propiciación. Jesucristo es nuestra pascua, nuestra propiciación, no sólo por la nuestra sino por la de todo su pueblo. Por eso Juan dice que si confesamos nuestros pecados, Él es fiel y justo para perdonarnos. Si nuestro corazón nos reprende, como en el caso del publicano, mayor que nuestro corazón es Dios y Él sabe todas las cosas.

En el texto de Lucas se mencionan tanto el ayuno como la oración. Se hace referencia al diezmo como una actividad propia de la época de Moisés. Sabemos que la iglesia primitiva o la del Nuevo Testamento, expuesta en las cartas de los apóstoles, en el libro de los Hechos o en el Apocalipsis, no menciona el diezmo como una práctica habitual, sino a las ofrendas. La gente compartía para no dejar a los hermanos en necesidad, ofrendaba y recogía dinero para ayudar a los más necesitados, en especial a los de la familia de la fe. Pero desde el nacimiento de la Iglesia sí se menciona el ayuno y la oración. Quizás la prueba más firme de la institución del ayuno en el Nuevo Testamento la da el mismo Señor cuando dijo: (Marcos 2:19-20) ¿Acaso pueden ayunar los que están de bodas mientras está con ellos el esposo? Entre tanto que tienen consigo al esposo, no pueden ayunar. Pero vendrán días cuando el esposo les será quitado, y entonces, en aquellos días, ayunarán.

Era una práctica habitual cuando se hacían actividades propias del reino de Dios. (Hechos 14:22-23) ...confirmando los ánimos de los discípulos, exhortándolos a que permanecieran en la fe y diciéndoles: Es necesario que a través de muchas tribulaciones entremos en el reino de Dios. Constituyeron ancianos en cada iglesia y, después de orar y de ayunar, los encomendaron al Señor en quien habían creído. Los tiempos han cambiado para maleficio de los creyentes, pues ahora en las iglesias se hacen banquetes cuando se ordenan a los obispos, cuando se nombran a los pastores o a los diáconos. Es costumbre hacer reuniones de acción de gracias en torno a un pavo, con papas y ensalada, con salsas y demás acompañamientos. No es que sea nocivo comerse un pavo en familia, en una reunión, pero llamar a ese acto acción de gracias es absolutamente contrario a lo que se enseñaba en el Nuevo Testamento.

Pero desde el Antiguo Testamento había una queja contra los que proclamaban ayuno. En un texto del profeta Isaías se recoge este clamor de Dios. Muchos han interpretado erróneamente bajo el argumento de que no se nos llama a ayunar sino a hacer justicia. No hay contradicción alguna con la advertencia contra la injusticia y el acto de ayunar, pues el mismo Jesucristo nos lo sugirió en el Nuevo Testamento, como ya vimos en Marcos 2: 20. Veamos lo que nos dice Isaías:

Clama a voz en cuello, no te detengas; alza tu voz como trompeta, y anuncia a mi pueblo su rebelión, y a la casa de Jacob su pecado. Que me buscan cada día, y quieren saber mis caminos, como gente que hubiese hecho justicia, y que no hubiese dejado la ley de su Dios; me piden justos juicios, y quieren acercarse a Dios.

¿Por qué, dicen, ayunamos, y no hiciste caso; humillamos nuestras almas, y no te diste por entendido? He aquí que en el día de vuestro ayuno buscáis vuestro propio gusto, y oprimís a todos vuestros trabajadores. He aquí que para contiendas y debates ayunáis y para herir con el puño inicuamente; no ayunéis como hoy, para que vuestra voz sea oída en lo alto.

¿Es tal el ayuno que yo escogí, que de día aflija el hombre su alma, que incline su cabeza como junco, y haga cama de cilicio y de ceniza? ¿Llamaréis esto ayuno, y día agradable a Jehová? ¿No es más bien el ayuno que yo escogí, desatar las ligaduras de impiedad, soltar las cargas de opresión, y dejar ir libres a los quebrantados, y que rompáis todo yugo? (Isaías 58: 1-6).

Como ya hemos expuesto, esta admonición de Isaías no nulifica el mandato de Jesucristo que ha sido expuesto en los diversos textos citados. Falta agregar que los que no se han acostumbrado a ayunar deben hacerlo progresivamente, pues en ocasiones el cuerpo no está habituado y se pueden generar molestias. Otra forma de ayuno fue la practicada por el profeta Daniel, quien se abstuvo de ciertos tipos de alimentos, de manjares deliciosos y del vino del rey. De esta forma cada quien encontrará la manera en que pueda practicar esta actividad tan importante para el espíritu, para el alma y para el cuerpo.

Daniel y sus compañeros se propusieron ayunar por 21 días, pero lo hicieron comiendo legumbres e ingiriendo agua como bebida. Sus rostros parecieron más robustos y mejores al cabo de los 10 días de ayuno. Esto es lo que se conoce como un ayuno parcial, la otra forma de hacer la actividad que fortalece tanto al espíritu como a la mente y al cuerpo. Dios ha querido en su soberanía que aprendamos estos ejercicios para beneficio nuestro. Pero al mismo tiempo ha advertido que no lo hagamos para sentirnos mejores que los que no lo hacen, ni para exhibicionismo dentro o fuera de las iglesias. Normalmente se hace en secreto ante el Señor, pero cuando se proclama ayuno público en la congregación ha de asumirse con humildad. De igual forma no puede haber ayuno válido si la persona que lo practica es un opresor, tiene ligaduras de impiedad o es un opresor del trabajador. Todo va de la mano, todo es un conjunto armonioso que se mueve en la conjunción con la justicia perfecta a la que hemos sido llamados.

César Paredes

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Tags: SOBERANIA DE DIOS

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