S?bado, 19 de noviembre de 2011

Y le presentaban niños para que los tocase; y los discípulos reñían a los que los presentaban. Y viéndolo Jesús, se enojó, y les dijo: Dejad los niños venir, y no se lo estorbéis; porque de los tales es el reino de Dios (Marcos 10: 13-14). ¿Significa la expresión de los tales una extensión a cada niño del planeta, o es apenas un elemento comparativo?

En el Judaísmo no se consideraban a los niños pequeños como que estuvieran bajo la Ley. Tenían que cumplir los 13 años de edad para que fuesen responsables ante la Ley de Dios dada a Moisés. Pero el recibir el reino de Dios como un niño tiene la implicación de comprender que por la Ley, que nadie pudo guardar satisfactoriamente -excepto Cristo- no pudo ser el  mecanismo para entrar al reino (Y que por la ley ninguno se justifica para con Dios, es evidente, porque: El justo por la fe vivirá; y la ley no es de fe, sino que dice: El que hiciere estas cosas vivirá por ellas. Cristo nos redimió de la maldición de la ley, hecho por nosotros maldición (porque está escrito: Maldito todo el que es colgado en un madero),  para que en Cristo Jesús la bendición de Abraham alcanzase a los gentiles, a fin de que por la fe recibiésemos la promesa del Espíritu -Gálatas 3: 11-14).  Claro, eso no deja por fuera a los 10 Mandamientos, y a las ordenanzas morales que de ellos se desprenden, pues esa ley no ha quedado derogada.

Recordemos que Jesús dijo que debemos ser como niños (Mateo 18: 1-5). ¿Esto refleja su inocencia o la manera sencilla en que se aproximan a las enseñanzas en que se les educan? Porque si de inocencia se tratase entonces no habría pecado original, ni nadie heredaría la culpabilidad de Adán. Recordemos que en el Antiguo Testamento los enemigos de Dios eran odiados y arrasados muchas veces por Él en las guerras.  Y ello incluía a los niños (véase el caso de Josué y la destrucción de los infantes en las batallas ordenadas por el Dios de Israel).  De cierto os digo, que si no os volvéis y os hacéis como niños, no entraréis en el reino de los cielos. Así que, cualquiera que se humille como este niño, ése es el mayor en el reino de los cielos. Y cualquiera que reciba en mi nombre a un niño como este, a mí me recibe (Mateo 18).

Jesucristo es el mismo Jehová, en la persona del Hijo. Yo y el Padre uno mismo somos. Jesús está comparando el hacerse como niños como la vía por la que entraremos al reino de Dios. No precisamente por la inocencia de los niños que levantó o mostró, sino por la manera cierta en que un niño cree lo que le cuentan.

Una pregunta debemos hacernos. ¿Se pierde la salvación? Por cierto que no. De manera que Judas fue niño, pero Judas no fue salvo cuando era un niño, sino que al igual que los Esaú del mundo ya había sido condenado, por cuanto era un hijo de perdición. De esta forma queda demostrado que no porque se sea niño se es necesariamente hijo de Dios. ¿Pero qué sucede con los infantes que mueren sin haber escuchado el evangelio? ¿Los salva Dios por operación del Espíritu Santo, como parece sugerirnos la Confesión de Westminster? ¿Por qué dijo David que él iría a reunirse con su bebé que murió recién nacido, pero que su niño no vendría a él? (2 Samuel 12: 21-23).  Pareciera que David sugiere que él se reuniría con él en el cielo.

Otro criterio importante es el de las personas que sostienen que dado que los que creen en el evangelio son salvos y los que no lo creen están perdidos, si Dios regenera a un niño o incluso a un no nacido, Él hace que crea el evangelio. ¿Cómo lo hace? Si se ignora la justicia de Dios, que es Cristo, la cual está revelada en el evangelio, se está perdido (Romanos 10: 13). Pero ¿tienen los niños muy pequeños o aún los que están en el vientre de la madre, la capacidad para creer la justicia de Dios? Tal parece que sí. Es el caso de Juan el Bautista, que estando en el vientre de su madre Elisabeth se movió cuando estuvo en presencia del Salvador que estaba en el vientre de María. Y entró en casa de Zacarías, y saludó a Elisabeth. Y aconteció, que como oyó Elisabeth la salutación de María, la criatura saltó en su vientre; y Elisabeth fue llena del Espíritu Santo, y exclamó a gran voz, y dijo. Bendita tú entre las mujeres, y bendito el fruto de tu vientre.  ¿Y de dónde esto a mí, que la madre de mi Señor venga a mí? Porque he aquí, como llegó la voz de tu salutación a mis oídos, la criatura saltó de alegría en mi vientre (Lucas 1: 40-44).  El hecho de que Juan el Bautista saltara de alegría en el vientre de Elisabeth fue el indicativo de ella para decirle a María que era bendita, y que bendito era el Señor que estaba en ese vientre. La razón la da en el verso 44: Porque he aquí, como llegó la voz de tu salutación a mis oídos, la criatura (Juan) saltó de alegría en mi vientre

Si el Señor dice que su maldición está en la casa del malvado (Proverbios 3: 33), no hay bendición alguna en dicha casa. Y ¿cuándo maldijo y odió Dios a Esaú? No cuando estaba grande y adulto, sino aún antes de nacer (Romanos 9). De allí se supone que si David tuvo la confianza de que iría a su hijo después de su muerte, es porque como tenía el Espíritu de Dios pudo comprender que esa criatura era bendecida y no estaba bajo la maldición de Dios. Pues el que se muera de una u otra manera no hace suponer que se está en una u otra forma de relación con Dios. Hay hijos de Dios que han padecido muerte cruel, en el madero, por el fuego, con la tortura, a través de accidentes de autos, de avión, por asesinatos, etc., y hay impíos que han muerto en calma junto a sus lechos, rodeados de atención médica y familiar. Como dijo Asaf en el Salmo 73: no tienen congojas por su muerte.

La Biblia dice:  Se apartaron los impíos desde la matriz; se descarriaron hablando mentira desde que nacieron (Salmo 58: 3). De manera que ser como niños y de los tales, los que son como esos niños, presupone heredar el reino de los cielos. Pero no porque se presuponga que son inocentes, sin el pecado heredado de Adán, sino porque se es electo desde la eternidad. Pero hay que escuchar el evangelio, y éste no es otro que la persona y la obra de Jesucristo. ¿No fue eso lo que sintió Juan el Bautista en el vientre de su madre? ¿No estaba frente al Salvador y por eso se regocijó su espíritu? De la misma forma, el Señor en su soberanía puede hacer que su evangelio sea declarado por la boca de las personas ante los infantes que están en sus vientres. ¿Quién limita su soberanía? Pero al mismo tiempo debemos tener cuidado en decir cómo lo hace, pues Él ha declarado en su palabra el método. El es el pastor de las ovejas y a cada una llama por su nombre. Él es el que llama, así como lo hizo con Juan el Bautista, y las ovejas oyen su voz y le siguen. ¡Cuán importante es declarar el evangelio, incluso a los niños que estén en los vientres de la madre! Tal vez sean de Dios y por ello necesitan la voz del Pastor. De seguro que no habrá ninguna de esas ovejas que se haya quedado sin el llamado de su Pastor.  Al menos eso se desprende de la lectura completa de las Escrituras y en especial de los textos antes mencionados. Por cierto, este último, referido a la voz del Pastor y a que sus ovejas escuchan su voz y no se van tras el extraño, se encuentra en Juan capítulo 10. Vale la pena leerlo con atención y derivar la conclusión lógica que de él se desprende.

César Paredes

[email protected]

destino.blogcindario.com

 

Para un complemento sobre el tema, véase en inglés:

http://www.outsidethecamp.org/efl47.htm

 


Tags: SOBERANIA DE DIOS

Publicado por elegidos @ 13:07
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