Jueves, 17 de noviembre de 2011

Jesús un día le dijo a la mujer Samaritana que ellos adoraban lo que no sabían, porque la salvación venía de los judíos, muy a pesar de que los samaritanos estaban emparentados con los hijos de Jacob, presumiblemente con Manasés y Efraín. Además, se sabe que después de ciertas disputas surgieron dos reinos: el de Israel, en el norte, y el de Judá, cuya capital era Jerusalén. En el año 875 un rey trasladó la capital de Israel a Samaria.  

El gran problema de los samaritanos radicaba entre otros asuntos teológicos en que solamente reconocían los escritos  de Moisés como guía para su espíritu. Desdeñaron a los demás profetas, a los libros poéticos, y en general a todo lo demás que comprendía el Antiguo Testamento. Pero aunque ellos reconocían a Jehová como único Dios, a Moisés como profeta por excelencia, guardaban la ley y esperaban la venida de quien habría de restaurar todas las cosas, Jesucristo les dijo que ellos adoraban lo que no sabían.

Otro caso patético es presentado en el Nuevo Testamento. En Romanos capítulo 10, Pablo expone el error de los judíos, de quienes Jesús había dicho que venía la salvación. Estos son el lado contrario de los samaritanos. Sin embargo, el apóstol asegura que ellos tenían celo de Dios pero no conforme a ciencia. En otros términos, ni samaritanos ni judíos se ayudaron con lo que hacían, pese a que hablaban y leían escritos que referían al verdadero Dios.

Jesucristo aseguró que muchas personas creerían en él y exhibirían en su defensa el haber hecho milagros en su nombre, pero que él les diría en el día final que nunca los había conocido.

Hoy día debemos reflexionar al respecto. ¿A quién adoramos? Normalmente dentro de la cultura cristiana se sostiene que a quien se adora es al Dios de la Biblia. De ese libro obtienen su nombre, así como muchos aspectos doctrinales. Lo mismo que hacían los samaritanos. Otros más avezados exhiben un mayor acopio doctrinal, pero son como los judíos con celo de Dios sin el conocimiento de Dios.

¿Cuál es el conocimiento de Dios que rinde fruto a 30, a 60 y a 100? El conocimiento del evangelio, que no es otra cosa que la persona y la obra de Jesucristo. ¿Quién es Jesucristo y qué vino a hacer en este mundo? Responder a esas dos interrogantes de acuerdo con las Escrituras marca la diferencia entre la vida y la muerte.

El evangelio tiene dos sabores, uno grato y otro desagradable. Un olor de vida y otro de muerte. La metanoia a que nos llaman los anunciadores del mensaje evangélico implica un cambio de mentalidad. Ese es el arrepentimiento en lengua griega, la orden de cambiar la visión que nuestra mente tiene acerca de Dios. ¿Qué pensaba un samaritano acerca de Jehová? ¿Qué creía un judío acerca del mismo Dios? Es allí donde Jesucristo y Pablo desenmascaran el error de la imagen esculpida del Dios de la Biblia. Los grandes teólogos de la época precristiana ya se habían encargado de confeccionar una figura muy particular acerca del Dios de las Escrituras. Por un lado los samaritanos, atenidos en forma exclusiva a los cinco libros de la ley. Por el otro los judíos, con su gran celo y proselitismo, que recorrían cielo y tierra en busca de un adepto, para hacerlo doblemente merecedor que ellos del infierno de fuego. Esas son palabras de Jesús. De allí que el apóstol Pablo recoja la idea de cuán equivocados estaban los que actuaban de esa manera en su tiempo.

¿Se preocupó Jesucristo por evangelizar a la Jerusalén de su tiempo? El era y es Dios, pudo haber escogido no a doce sino a veinticuatro, a diez mil, a una legión de ángeles para que en forma sobrenatural ayudaran a los miles a propagar su mensaje. Pero escogió a doce, de los cuales uno habría de ser traidor. A ellos encomendó la propagación de su mensaje. Esa tarea se ha ido cumpliendo en el tiempo, pero dejando ¨huecos¨, vacíos en poblados donde jamás ha llegado ese mensaje. Aún hoy día miles mueren sin saber nada acerca de ese Jesús bíblico.

Esta situación debe llamarnos a reflexión. Jesucristo dijo que éramos una manada pequeña, que muchos serían los llamados, pero pocos eran los escogidos. Ni siquiera dijo que llamaría a todos y escogería a muchos, sino que llamaría a muchos a pesar de los pocos escogidos. Su preocupación y ocupación estuvo enlazada con su pueblo. Salvará mi siervo a muchos y Jesús salvará a su pueblo de sus pecados (Isaías y Mateo). En Juan capítulo 17 oró Jesús a su Padre, pidiendo que guardara a sus hijos del mundo, a los que Él le había dado. Fue muy explícito, como lo fue con la Samaritana. En el pozo donde la mujer fue a sacar agua Jesús le expuso lo equivocados que estaban ellos al adorar lo que no sabían. En su oración escrita en el capítulo 17 de Juan, Jesús no pidió por el mundo: no ruego por el mundo. De manera que si no rogó por el mundo rogó solamente por sus ovejas, por las que habrían de creer por la palabra de las primeras. De igual forma dijo en otra oportunidad (Juan 10) que él ponía su vida por las ovejas. Que los que no creían en él no podían creer porque no eran de sus ovejas. Que nadie podía ir a él, a menos que el Padre lo trajera (Juan 6), que la única forma de ver el reino de Dios era naciendo de nuevo, pero que eso no dependía de métodos humanos, de voluntad de varón sino de Dios (Juan 3).

Jesús no quiso recibir adoración alguna de los samaritanos, ni de los judíos en las sinagogas con los cuales discutía en múltiples ocasiones. Una vez volteó la mesa de los cambistas, en clara oposición a los mercaderes del templo. Habían convertido la casa de oración en una cueva de ladrones. Nunca buscó multitudes para que lo siguieran, al contrario, se apartaba de ellas. Cuando se reunían para oírlo hablar les enseñaba, o les alimentaba, pero después se alejaba de ellos. En una oportunidad quisieron seguirlo, porque era un hombre hacedor de maravillas. Cuando lo encontraron él comenzó a hablarles del pan de vida, de comer su cuerpo y de beber su sangre. La muchedumbre comenzó a murmurar, y Jesús los increpó porque decían que la palabra expresada era dura y nadie la podía oír. ¿Cuál fue la palabra expresada que les pareció dura a esta multitud, que también fue catalogada como parte de sus discípulos que le seguían para escucharle su mensaje, alimentarse y maravillarse por sus milagros?  Si uno lee el capítulo 6 de Juan encuentra el relato con su respuesta. En el verso 65, Jesús usa un conector de causa y consecuencia: Por eso os he dicho que ninguno puede venir a mí, si no le fuere dado del Padre. Tenemos que buscar a qué hace referencia ese conector. La respuesta está en la misma frase del verso 65: al hecho de que ninguno puede venir a mí, si no le fuere dado del Padre. Allí Jesús no hizo caso de la multitud, no se interesó por incorporarla a sus filas como adeptos para enfrentar a los fariseos con la muchedumbre. Sabiendo que eran cabras y no ovejas, pues había venido a poner su vida por las ovejas (por eso hablaba del maná o del pan de vida que no perece y que conduce a vida eterna, con referencia a su cuerpo y a su sangre) les reiteró lo que les venía diciendo: que no podían ir a él porque el Padre no los había enviado. ¿Cuál fue la consecuencia inmediata de sus palabras? El verso 66 nos lo expone: Desde entonces muchos de sus discípulos volvieron atrás, y ya no andaban con él.  Se puede ser discípulo de Jesucristo y volverse atrás, porque así sucedió en ese momento y así seguirá sucediendo en la historia del cristianismo, como lo aseguró el apóstol Juan en una de sus cartas: Salieron de nosotros, pero no eran de nosotros; porque si hubiesen sido de nosotros, habrían permanecido con nosotros; pero salieron para que se manifestase que no todos son de nosotros (2 Juan 2: 19).

¿Si Jesucristo no se interesó por buscar cabras adoradoras, por qué nosotros tenemos que unirnos a ellas en su adoración? Muchos son atraídos y seducidos por la música cristiana, por la lectura de libros cristianos, por las predicaciones interesantemente cristianas. Sin embargo, no todo lo que brilla es oro. Allí puede haber un oasis que es simple espejismo, regido por el espíritu engañador, el mismo que Dios ha enviado para que los incrédulos continúen en su equívoco. ¿No le dijo Jesús a la mujer Samaritana que el Padre buscaba adoradores en espíritu y en verdad? Esos son los nacidos de nuevo que debidamente son llevados por el Espíritu a realizar tal obra. Mal puede uno que se llame cristiano adorar unido a los paganos, como si estuviesen en un servicio al mismo Dios. Jesús insistió en que los samaritanos adoraban lo que no sabían. Pablo argumentó que los judíos tenían celo de Dios pero no conforme a ciencia. Samaritanos y Judíos estaban muy cerca de la verdad. El que Satanás se disfrace de ángel de luz no lo hace partícipe de la adoración al Dios viviente. Para confusión ha sido enviado, para que los incrédulos crean a la mentira. Por eso, una oveja no seguirá la voz del extraño, porque no conoce esa voz.

La música entra fácilmente en el espíritu humano. Es difícil sacar un sonido que armónicamente se ha incrustado en los pliegues del alma. ¡Cuánto más difícil si viene acompañado de letras veraces y bíblicas, como las de los cinco libros de Moisés que seguían los samaritanos, o las del Antiguo Testamento completo que acuñaban los judíos! Ahora, en la era del Nuevo Testamento, la letra nueva se incorpora, pero son las cabras quienes las entonan para que las ovejas se le unan en su rebaño. Eso trae es confusión y estupor, pero Dios no nos ha puesto para vergüenza y confusión. ¡Salid de Babilonia, pueblo mío! Ese es el llamado de Dios vigente en los tiempos de hoy, porque el Señor busca adoradores en espíritu y en verdad.  ¿Habrá que explicar también lo que significa en espíritu y en verdad?

César Paredes

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Tags: SOBERANIA DE DIOS

Publicado por elegidos @ 11:45
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