Lunes, 14 de noviembre de 2011

Suena lógico que si Jesucristo murió por todos en la cruz no puede enviar a muchos de ellos al infierno eterno.  Esto es lo que se ha denominado el argumento de la doble pena (doble sentencia), o lo que en Derecho se conoce como que nadie puede ser juzgado dos veces por el mismo delito. El Derecho Sajón lo llama double jeopardy o en latín ne bis in idem, conocido en el Derecho Napoleónico como autrefois acquit. Esta idea proviene del Derecho Romano. Una rara e interesante excepción a este principio jurídico se da en el delito cometido ante dos soberanías. Por ejemplo, si una persona comete un acto criminal contra los habitantes de una nación y ello involucra a los habitantes de otra, entonces una vez que paga condena en un país puede ser juzgado por ese segundo país por el mismo delito, por tratarse de diferentes personas y diferentes legislaciones. Sucede igual con el lavado de dinero que puede involucrar a varias naciones a la vez.

Pero algunos teólogos se ufanan de haber destruido la tesis de la doble pena, la que sugiere que si Jesucristo murió por todos en la cruz, luego no podría enviar al infierno de fuego a los que no creyeron en él.  Para ello hay algunos que se han inventado fábulas urbanas-teológicas, como es el caso de un rey que pagó la deuda de seis condenados a muerte bajo la condición de que se unieran a su ejército. Tres lo hicieron y tres rechazaron, pero no hubo fuerza jurídica alguna para que los que rechazaron unirse al ejército aceptaran el pago de la deuda. Se asegura que en estos casos impera un acto de plena voluntad o soberanía humana para desdeñar la oferta.

Este argumento tiene muchas contradicciones, aparte de contravenir lo relatado en las Escrituras. El gran error de esta proposición radica en el hecho de que esos seis prisioneros fueron avisados de la posibilidad de su liberación bajo la condición de unirse a la armada del rey. ¿Pero qué sucede con los miles y millones de reos de muerte que jamás han oído tal proposición? Muchas personas en la época en que Jesucristo estuvo en la tierra ni siquiera escucharon su palabra, cuánto más la gente que estaba fuera del entorno del pueblo de Israel en la época precristiana, y ¿qué de las personas en la época post-cristiana que jamás han oído hablar del evangelio?

Con este argumento roto y poroso, que echa aguas por doquier, pretenden destruir el argumento de la doble pena.  Si Cristo murió por toda la humanidad y pagó su deuda en la cruz, no tendría sentido que luego muchos tengan que pagar su propia deuda en la eternidad. La proposición expuesta es débil y falaz por cuanto no resiste el análisis lógico. 1) Los seis en la cárcel del rey fueron advertidos por el monarca; 2) los miles de millones de habitantes antes de Cristo y después de Cristo, que no han escuchado el evangelio antes de morir, nunca fueron advertidos; 3) no hay tal condición expuesta en el  evangelio como unirse a la armada de Dios, o a las filas de una religión cristiana; 4) el anuncio del evangelio es que hay que nacer de nuevo para ver el reino de Dios, pero ese acto no depende de nosotros sino de la voluntad divina; 5) Cristo murió por su pueblo, salvó a muchos, pero no a los réprobos en cuanto a fe, ni murió por Faraón, ni por Caín, ni por Judas, ni por Esaú, etc. De manera que no murió por todos, por lo cual no hay doble pena que pagar.

Nadie viene a mí, si el Padre que me envió no le trajere (Juan 6: 44). Con ese argumento Jesucristo propone su evangelio. Es la dádiva de Dios a su pueblo escogido desde antes de la fundación del mundo. Yo soy el buen pastor, el buen pastor su vida da por las ovejas (Juan 10: 11); vosotros no venís a mí (o no creéis en mí) porque no sois de mis ovejas (Juan 10:26). De manera que es un acto soberano de Dios el que creamos o no en Él. Mal puede Jesucristo morir en expiación por su pueblo (Mateo 1: 21) y salvar a muchos (Isaías 53: 11) para después volver a condenar al infierno al resto de la humanidad como si esta hubiese sido representada por él en la cruz. Verá el fruto de la aflicción de su alma, y quedará satisfecho; por su conocimiento justificará mi siervo justo a muchos, y llevará las iniquidades de ellos (Isaías 53: 11).

A propósito de Juan 10: 26 ya mencionado, se cree en Jesucristo porque se es del grupo de sus ovejas, no a la inversa como muchos malinterpretan forzosamente. No dice la Escritura que los que creen en él llegan a ser ovejas. No, pues es el mismo Jesús quien habla y afirma todo lo contrario: primero se es oveja, luego se cree. ¿Cómo es eso posible? Jesucristo mismo explicó en muchas ocasiones este argumento. Recordemos el caso del árbol bueno que no puede dar frutos malos, y el árbol malo que jamás dará frutos buenos:  Guardaos de los falsos profetas, que vienen a vosotros con vestidos de ovejas, pero por dentro son lobos rapaces.  Por sus frutos los conoceréis. ¿Acaso se recogen uvas de los espinos, o higos de los abrojos? Así, todo buen árbol da buenos frutos, pero el árbol malo da frutos malos. No puede el buen árbol dar malos frutos, ni el árbol malo dar frutos buenos. Todo árbol que no da buen fruto, es cortado y echado en el fuego. Así que, por sus frutos los conoceréis (Mateo 7: 15- 20).

El mandato de Jesucristo de predicar el evangelio a toda criatura es lógico: nosotros no sabemos quiénes son los escogidos. En segundo lugar tiene un propósito negativo, pues los que escuchan y rechazan su llamado reciben mayor condenación. Esa ha sido su voluntad manifiesta. Tal vez parezca algo macabro, un absurdo, pero eso es lo que aparece escrito en los profetas, en los apóstoles, en los evangelios.

El apóstol Pablo dijo que él había sido crucificado con Cristo (Gálatas 2: 20). ¿Cómo es eso posible? Simplemente porque Jesucristo lo representó a él en la cruz. Ahora bien, eso vale para cada uno de los representados en Él en el madero. Desde esta perspectiva, ¿puede cualquiera de los que odian a Dios argumentar que ellos han sido crucificados con Cristo? Dios está enojado todos los días contra el impío (Salmo 7: 11).

Finalmente, el argumento de la doble pena como excepción en el caso de doble soberanía no es válido en el campo teológico. En la Biblia se habla de un solo Dios soberano, pues se dice que fuera de Él no hay quien salve. Él, y solamente Él es Dios. De manera que hay una sola y única soberanía, por lo cual no podría jamás existir la excepción a la doble pena como sí sucede en el Derecho Internacional.  Si del abrojo no se recogen higos, ni de los espinos uvas, quiere decir que es asunto de naturaleza el dar un determinado fruto. Esa es la naturaleza de los Esaú y de los Jacob. No podía Faraón haber dado un fruto diferente al que produjo, muy a pesar de la petición de Moisés y del castigo progresivo de Dios para probar su corazón. La razón la explica el mismo Dios, pues le dijo a Moisés que Él endurecería el corazón del Faraón. Pablo al retomar este ejemplo en Romanos 9 expone el argumento del objetor: ¿Por qué, pues, inculpa? Pues, ¿quién ha resistido a su voluntad?

La respuesta del Espíritu Santo a través del apóstol mencionado sigue vigente: ¿quiénes somos nosotros para discutir con Dios? ¿Por qué vamos a pleitear con el Hacedor? ¿No tiene potestad en su soberanía de endurecer a unos y de dar gracia salvífica a otros? Por cierto, en el argumento inicial con que comenzamos nuestra tesis, el rey de la fábula sí que tenía potestad para proponer la libertad de los reos bajo la condición de que se unieran a su armada. ¿No parecería indecente reconocerle menos soberanía al Dios del universo? Es basado en ella que se propuso la salvación para unos y la condenación para otros. No hubo condición alguna, ni siquiera para que se unieran a su armada, pues no necesita de nosotros ya que Él no anda en una lucha contra el mal, como si fuera un Dios dualista que se debate entre dos fuerzas y necesitara adeptos para que el bien triunfara.

El hecho mismo de que sus profecías se cumplen al calco de la letra nos muestra que lo que se ha propuesto es precisamente que el mal se exponga en forma creciente (la maldad será multiplicada en los tiempos del fin) y que Él se regocije en salvar a su pueblo. Como bien lo dijo, que si estos días no fueran acortados, nadie sería salvo, mas por causa de los escogidos estos días serán breves o acortados. Y por cierto que ese futuro no lo vio en los corazones de los hombres, pues no hay quien busque a Dios, no hay bueno ni aún uno. Simplemente que de acuerdo a su decreto eterno esperará con paciencia para que nosotros, los escogidos, completemos el número. Apocalipsis 6:11 es otra analogía interesante a estudiar en esto de la soberanía exclusiva de Dios en cuanto a la salvación.

César Paredes

[email protected]

destino.blogcindario.com


Tags: SOBERANIA DE DIOS

Publicado por elegidos @ 9:09
Comentarios (0)  | Enviar
Comentarios