Mi?rcoles, 19 de octubre de 2011

Porque por un solo Espíritu fuimos todos bautizados en un cuerpo, sean judíos o griegos, sean esclavos o libres; y a todos se nos dio a beber de un mismo Espíritu (I Corintios 12:13). El bautismo del Espíritu es una de las obras maravillosas de Dios, pero la hace en el instante en que nacemos de nuevo. Así como un niño se forma en el vientre de la madre y le es dado un espíritu humano para que viva, de la misma forma cuando nacemos de nuevo se nos ha dado el Espíritu Santo para vivir espiritualmente. Eso es el bautismo del o en el Espíritu, no es más que un acto sobrenatural mediante el cual se pone de manifiesto que hemos pasado de muerte a vida. ¿Cómo es eso posible? El viento de donde quiere sopla, y oyes su sonido; mas ni sabes de dónde viene, ni adónde va; así es todo aquel que es nacido del Espíritu (Juan 3: 8).Y si alguno no tiene el Espíritu de Cristo, el tal no es de Él (Romanos 8: 9).

Recordemos que Jesucristo les sopló a sus discípulos el Espíritu Santo, eso fue tiempo antes del día de Pentecostés: Y al decir esto, sopló y les dijo: Recibid el Espíritu Santo (Juan 20:22). Allí nadie se cayó para ningún lado, nadie habló en lenguas, no hubo gritería alguna. Pero cuando el Espíritu descendió oficialmente en el Pentecostés se inaugura la Iglesia bajo el discurso de Pedro. Entonces se repartieron lenguas como de fuego. Se ha originado mucha confusión por la afirmación de que los cristianos deberían buscar el bautismo del Espíritu, especialmente como se manifestaba en el hablar en lenguas en el nacimiento de la iglesia. Pero el libro de los Hechos nos muestra tres ocurrencias del hablar en lenguas, y en ellas siempre estuvo presente el gentilicio judío y la actividad apostólica (Hechos capítulos 2,10 y 19).

Podríamos buscar las referencias al bautismo del Espíritu que encontramos solamente en el Nuevo Testamento: (Mateo 3:11; Marcos 1:8; Lucas 3:16; Juan 1:33; Hechos 1:5; 11:16; Romanos 6:1-4; 1 Corintios 12:13; Gálatas 3:27; Efesios 4:5; Colosenses 2:12). Acercarnos a esos textos nos da la pintura general del sentido de ese concepto estudiado. La deducción sacada es que este acto es para la iglesia en su totalidad, para los elegidos cuando han nacido de nuevo. Interesante que en la Escritura nunca se nos exhorta ni a nacer de nuevo ni a ser bautizado por el Espíritu. ¿Por qué? Sencillamente porque el nuevo nacimiento es un acto sobrenatural, ya que la humanidad entera está muerta en delitos y pecados, no hay quien busque a Dios, no hay quien haga lo bueno. De esta forma es la soberanía de Dios en un acto absolutamente divino la que produce de acuerdo a sus planes eternos e inmutables el nuevo nacimiento. Eso lo dejó claro Jesucristo en Juan 3, cuando hablaba con Nicodemo.  Y el bautismo en el Espiritu es un acto que se hace en nosotros, no por voluntad nuestra sino de Dios. Sin embargo, la Escritura sí que nos exhorta a ser llenos del Espíritu (Efesios 5: 18).

Al ser llenos o plenos del Espíritu se produce el fruto del mismo Espíritu (Gálatas 5: 22 - 23). Hoy día se ve como práctica en muchos centros religiosos el que la gente se caiga como producto de una supuesta unción especial. Eso no tiene fundamento bíblico, por más que traten de hilvanar textos fuera del contexto. Uno de ellos es el de Daniel, cuando el ángel se le apareció en una visión, que dice que cayó sobre su rostro en tierra, con un profundo sueño (Daniel 10: 9). Pero los que así argumentan no señalan los versos siguientes desde el 10 al 21, cuando fue tocado con una mano para que se pusiese sobre sus rodillas y después la voz le ordenó a ponerse en pie porque comenzó a darle la revelación. Le sucedió a Daniel porque quedó impávido con la visión, pero fue tocado una y otra vez para ser fortalecido.

Sin embargo, ¿no dice el libro del Apocalipsis que se le añadirán las plagas de ese libro a todo aquel que le añada una palabra? Porque ya fueron selladas las revelaciones, pues ese era el punto final de lo perfecto que habría de venir. De manera que quienes alegan que deben caer a tierra por recibir la unción y revelación están haciendo burla de lo dicho en Apocalipsis y están malinterpretando lo que le sucedió a Daniel.           

De manera curiosa y contrastante resulta el que los cristianos en Corinto hablaron en lenguas, pero sin estar llenos del Espíritu, pues de otro modo no habrían recibido la recriminación de Pablo. El hablar en lenguas constituye parte de una profecía dada en el Antiguo Testamento, referente a que Dios hablaría al pueblo de Israel y no entenderían. En lengua de tartamudos, lo declara Isaías: porque en lengua de tartamudos, y en extraña lengua hablará a este pueblo (Isaías 28: 11). Cuando Pablo escribe su carta a los Corintios, en el capítulo 14, interpreta ese texto del profeta y agrega que su cumplimiento se ha dado en medio del don de lenguas. Dice en el capítulo 14 de la carta mencionada que: En la ley está escrito: En otras lenguas y con otros labios hablaré a este pueblo; y ni aun así me oirán, dice el Señor. Así que, las lenguas son por señal, no a los creyentes, sino a los incrédulos; pero la profecía, no a los incrédulos, sino a los creyentes. ¿Por qué? Porque ese era el signo para anunciar que había llegado el final del pueblo judío como custodio de la Ley, como custodio de las Escrituras. Ahora se abría el tiempo de los gentiles. Aclaro que Pablo continúa en Romanos 11 diciéndonos que no debemos despreciar a los judíos, pues Dios todavía tiene su plan con ellos y al final de los tiempos Israel será salvo, de manera que Dios no ha desechado a su pueblo y nosotros no debemos jactarnos contra ellos. Pero su fin como custodio de la Palabra Divina llegó marcado con las lenguas como señal.

Recordemos que las tres manifestaciones narradas en el libro de los Hechos acerca de las lenguas se dieron en tres contextos judíos. Siempre había pueblo judío, pues para ellos era la promesa de hablar en otras lenguas como una señal de castigo. El don de lenguas iba a acabarse, dijo Pablo, así como el don de profecía, cuando viniera lo perfecto. ¿Qué es lo perfecto sino la palabra de Dios?  Las tres ocasiones en que se habla en lenguas relatadas en el libro de los Hechos ponen de manifiesto un contexto judaico y apostólico. En el texto ya mencionado las lenguas fueron una señal para los judíos incrédulos, dejando manifiesto el poder sobrenatural que embargaba a los apóstoles. Los judíos presentes en el sitio de reunión del Pentecostés posiblemente eran bilingües, pues cada uno de ellos les oía hablar en su propia lengua (partos, medos, elamitas, habitantes de Mesopotamia, de Judea, de Capadocia, del Ponto y de Asia, así mismo de Frigia, Panfilia, Egipto, de regiones del Africa, romanos y judíos, cretenses y árabes), y cada uno de ellos escuchó la posterior predicación de Pedro, que se supone habló en lengua galilea. La otra ocasión de las lenguas está reseñada en Hechos 10:44-48, y de nuevo se magnificaba a Dios. Esta es la ocasión en que el evangelio es presentado a los gentiles, y las lenguas son un testimonio del poder sobrenatural que acompañaba a los apóstoles -que eran judíos-, un signo de la inclusión de los gentiles en el Reino de Dios. Algo más puede entenderse de esta segunda ocasión en que aparecen las lenguas: había un grupo de judíos fieles de la circuncisión quienes quedaron atónitos al comprender que entre los gentiles sucediese lo mismo que había acontecido en el Pentecostés. De manera que acá también sigue cumpliéndose la interpretación que Pablo hace del texto de Isaías, según el cual Dios hablaría en lengua de tartamudos.   En tercer lugar, Hechos 19: 6 reseña la ocasión en que otro grupo de judíos creyentes del mensaje de Juan el Bautista escuchó por boca de Pablo el mensaje evangélico.  Una vez bautizados en el nombre del Señor Jesús Pablo les impuso las manos y comenzaron a hablar en lenguas y a profetizar. Este grupo de creyentes del mensaje de Juan no lo había sido del mensaje de Cristo, sino que estaban bajo la Ley habiendo cumplido una ordenanza bautismal.  Sin embargo, al oír la palabra evangélica de Pablo creyeron y de nuevo aparece la señal de las lenguas como manifestación a los judíos incrédulos, así como señal de acompañamiento del poder apostólico.

Concluimos que la naturaleza de las lenguas no era otra que buscar dar un testimonio del poder sobrenatural de Dios en medio de su pueblo judío, y por extensión a los gentiles dentro de la Iglesia.  Las lenguas habladas bajo el don no son otras que lenguas reales, históricas, pertenecientes a comunidades lingüísticas previas, preexistentes. En ningún momento son lenguas extáticas, balbuceo esotérico, sino claras construcciones de habla, con su fonética, morfología, sintaxis y semántica (e incluso pragmática) como componentes mínimos del hacer lingüístico. Son lenguas que además cumplen con el propósito fundamental de ellas, la comunicación de un mensaje.  Normalmente era un mensaje de declaración de la magnificencia de Dios. Y así como los ángeles hablaron en lenguas humanas cuando se manifestaron a los hombres, las lenguas dadas en Pentecostés y subsiguientemente fueron lenguas humanas.

En ninguna otra carta bíblica se hace mención a este fenómeno, de manera que se entiende que cesó, que dejó de existir. Juan, a quien se considera el apóstol que sobrevivió a los demás y murió ya anciano, nunca relató algo vinculado con las lenguas y nunca propició el que se hablase de esa forma. Pedro tampoco lo hizo, ni Santiago ni Judas. En las cartas apostólicas sólo fue Pablo el que las mencionó para recomendar el orden en medio del caos de Corinto y para anunciar su próxima extinción.

Así como hay diferentes dones para cada miembro de la iglesia, hay diferentes momentos históricos en los cuales se necesita la manifestación de esos dones.  Pablo explica esta situación en muchas de sus cartas, y en especial a los Efesios cuando en capítulo 2, verso 20, declara que el conglomerado de la iglesia está edificado sobre el fundamento de los apóstoles y profetas, siendo la principal piedra del ángulo Jesucristo mismo.  Hay un fundamento, como acota Pedro: porque nunca la profecía fue traída por voluntad humana, sino que los santos hombres de Dios hablaron siendo inspirados por el Espíritu Santo (y Pedro estaba hablando inspirado por el Espíritu Santo como parte del fundamento de la iglesia), 2 Pedro 1:21.

Pablo lo atestigua cuando asegura que lo que él ha predicado no lo ha recibido ni aprendido de hombre alguno, sino por revelación misma de Jesucristo. De manera que para que una iglesia sea llamada apostólica le basta con ser fiel al mensaje de los mismos apóstoles, sin que se pretenda hurgar en experiencias sobrenaturales bajo el ánimo de buscar nueva revelación.

El texto de Marcos 16, versos 14 al 18, aparenta prometer unos dones extraordinarios para toda la iglesia. Marcos nos cuenta que Jesús dice que estas señales seguirán a los que creen, y cuando dice en mi nombre (se entiende que los discípulos son los comisionados para tan magnífica tarea).  De manera que toda esa gran obra milagrosa que hicieron los apóstoles por mandato divino nos persigue como señal de la autenticidad del evangelio. Esa es su marca de origen que todavía perdura, sin que se pretenda afirmar que cada creyente (que no es un apóstol) iría a heredar ese conjunto de señales. No dijo Jesús que cada creyente heredaría ese conjunto de señales, que cada creyente tendría potestad para hacer esos milagros; lo que dijo fue que esas señales apostólicas seguirían (perseguirían en la primera acepción del griego) a los que creyeran en su nombre. Y estas señales seguirán a los que creen: En mi nombre echarán fuera demonios; hablarán nuevas lenguas… En ese texto de Marcos 16, el contexto refiere a los discípulos en forma exclusiva. La gran pregunta es ¿quién es el sujeto de la oración En mi nombre echarán demonios? En la respuesta está la solución. Notemos que aunque las señales seguirían a los que creen, los que echan demonios en el nombre de Jesús son otras personas, son los comisionados directos, los discípulos. Si hubiere duda veamos el verso 20 del mismo capítulo: Y ellos (se entiende que son los discípulos), saliendo, predicaron en todas partes, ayudándoles el Señor y confirmando la palabra con las señales que la seguían.  Obsérvese que el mismo autor interpreta el texto: las señales seguían a la palabra predicada, no dice que los creyentes hacían esos milagros. Sin embargo, Pablo no fue un creyente inmediato, pero fue picado por una víbora sin recibir daño alguno. De igual forma sacó un espíritu inmundo de una mujer (Hechos 16: 18); Santiago recomendaba en una carta a ungir con aceite y orar por los enfermos, para que sanasen y fuesen perdonados. Pero esos signos sobrenaturales estuvieron dando apoyo al nacimiento de la iglesia, no se perpetuaron en el tiempo. No obstante, el Señor no tiene límite alguno y puede, así quisiera, hacer cualquier milagro por la vía que mejor le parezca.

¿Se comunica Dios con su pueblo, hoy día?

En la relación dialógica tanto el hombre como el Creador se comunican simultáneamente, se dicen cosas y se interrumpen, como en la comunicación habitual y natural de los humanos.  Eso no obsta para que la Palabra Escrita continúe hablando en quienes tiene que hablar, pero presupone un canon establecido hace siglos el cual cerró la profecía o la revelación sobrenatural en cuanto al célebre misterio declarado a los hombres.

De hecho, la comunión con el Espíritu Santo, el cual es el Consolador enviado como vicario de Cristo, permite una actividad comunicativa especial entre el hombre regenerado y su Creador.  El Espíritu se contrista en nosotros, se alegra, nos capacita para la oración, nos conduce a toda verdad, nos convenció (como cuando nos libró del mundo) de justicia, de juicio y de pecado, nos ayuda en nuestras oraciones a pedir lo que conviene entre otras muchas cosas expuestas en las mismas Escrituras.  Dentro del contexto de la soberanía de Dios los cristianos reconocemos que Dios actúa en nosotros, y que Él es quien produce en nosotros así el querer como el hacer; pero para ello Él ha dejado su Espíritu en la iglesia, repartido a cada quien de acuerdo a su medida, para actuar en nosotros.  Dentro de esa función activa del Espíritu la dinámica comunicativa se alinea bajo el sentido comunitario evangélico, pero también alimenta nuestra identidad individual e inconfundible dentro del proceso comunicativo con el Creador.  Dios no es una máquina autómata para dar respuestas; simplemente nos ha dejado a su Espíritu con nosotros porque su deseo es precisamente la comunicación. La oración es el regalo dado a los creyentes como uno de los tantos mecanismos comunicativos.

Resumamos: 1) el Pentecostés abrió una puerta comunicativa hacia el pueblo elegido de Dios. Suponía una señal del castigo de Dios a Israel pero al mismo tiempo por ese castigo el mundo gentil fue incorporado para salvación, pues por la transgresión de Israel vino la salvación a los gentiles, para provocarles a celos. Y si su transgresión es la riqueza del mundo, y su defección la riqueza de los gentiles, ¿cuánto más su plena restauración? (Romanos 11:12). 2) La profecía bíblica del Antiguo Testamento tiene su continuidad dentro de la profecía bíblica del Nuevo Testamento (o del Nuevo Pacto). El hecho mismo de que el mensaje de Pentecostés haya sido dado en una multiplicidad de lenguas gentiles (aunque en principio para los judíos que habitaban las regiones de esas lenguas) presupone el cumplimiento profético anunciado en el Antiguo Pacto, a través de muchos emisarios del Dios bíblico.  3) A pesar de esas lenguas los judíos como nación siguen sin creer en el evangelio, como parte del castigo proferido a través de Isaías: mas no quisieron oír. La palabra, pues, de Jehová les será mandamiento tras mandamiento, mandato sobre mandato, renglón tras renglón, línea sobre línea, un poquito allí, otro poquito allá; hasta que vayan y caigan de espaldas, y sean quebrantados, enlazados y presos (Isaías 28: 11-13). 4) Esas lenguas no fueron usadas nunca como un mecanismo extático sino como un vehículo comunicativo natural, mediante el cual el poder de Dios se manifestó en forma particular como señal de doble cumplimiento: a los judíos les recordaba la antigua profecía de Isaías, pero a los gentiles les anunciaba la misericordia de la gracia de Dios para incorporarlos de una vez a su plan de salvación.  5) Dentro de este período de transición entre el antiguo y nuevo pacto los apóstoles jugaron un rol extraordinario, con poderes extraordinarios para la instauración de la iglesia en sus primeros tiempos. Ellos constituyeron lo que la misma Biblia ha llamado el fundamento apostólico, si bien Cristo es la cabeza angular de la piedra fundamental. En esa piedra han tropezado muchos y ¡ay de aquél a quien esa piedra le caiga encima!  6) La tarea de los apóstoles fue fundamental pero es al mismo tiempo irrepetible por cuanto no habrá otra fundación de la iglesia. Ya fue fundada de una vez y para siempre por lo cual esa antigua tarea terminó, si bien nos toca a nosotros seguir edificando en esa misma estructura y tener cuidado de ver cómo edificamos. 7) Al enemigo de las almas le interesaría muchísimo presentar un nuevo Cristo, o muchos nuevos Cristos. A él no le interesa que se presente al verdadero Jesús; asimismo le interesa bastante que se hable de nuevos apóstoles como si hubiese nuevos fundamentos, de nuevos dones milagrosos como si fuesen necesarios.

Si las lenguas cesaron, como parte de los poderes especiales dados a los apóstoles y aún a la iglesia incipiente, ¿qué son esas lenguas que se dicen hablar hoy día en muchas organizaciones religiosas? Ha habido estudios que relacionan a las lenguas extáticas como pertenecientes a sectas muy disímiles doctrinalmente, lo cual nos lleva a preguntarnos si es posible que el Dios de paz (que no de confusión) anda anunciándose en esos grupos tan opuestos doctrinalmente. Sabemos que eso no está sustentado en la Palabra revelada por todo lo cual sospechamos que hay alguien interesado en crear ruido con la imitación burda del don de lenguas del Pentecostés, así como de muchos milagros. El diablo, como león rugiente, anda alrededor buscando a quien devorar (Pedro).

Ni lenguas, ni unciones extrañas, ni tembladeras, ni balbuceos. Nada de eso es bíblico y nada de eso hicieron los apóstoles quienes nos dieron el fundamento.  Y Jesucristo, quien es la piedra angular de la iglesia, así como su cabeza, jamás habló en lenguas y jamás tuvo tembladeras ni entró en éxtasis para manifestar sus profecías o el cumplimiento de las mismas. Quienes pretendan desviar su doctrina obedecen a doctrinas de demonios, como lo anunció Pablo a Timoteo.

César Paredes.

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Tags: SOBERANIA DE DIOS

Publicado por elegidos @ 18:04
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