¿Si el mundo entero está bajo el maligno, eso significa que la iglesia de Cristo está bajo el maligno? ¿Por qué razón Juan en 1 de Juan 5: 19 escribe: Sabemos que somos de Dios, y el mundo entero está bajo el maligno? ¿Es eso una contradicción? ¿No es más bien una aclaratoria del concepto mundo entero (todo el mundo) como una perífrasis, como una hipérbole, una exageración contrastiva, para resaltarnos a nosotros, los que somos de Dios? Uno de los textos más conocidos de la Biblia es el encontrado en el evangelio de Juan, capítulo 3, verso 16. Enseñado en miles de iglesias a lo largo de muchas décadas, quizás siglos, las masas que desfilan por los templos han memorizado sus palabras, para recordarlas en tiempo de evangelización. Esa porción de la Escritura nos pincela a un Dios amoroso que sacrifica a su Hijo Unigénito, para dar vida espiritual a la humanidad. El resultado de esa proposición dada por el Espíritu queda en manos de la raza humana, frustrando una vez más al Dios soberano que según sus palabras todo lo que quiso ha hecho (Salmo 115: 3).
El texto que nos ocupa dice de la siguiente manera: Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en él cree (que es creyente) no se pierda, mas tenga vida eterna. Sin embargo, el texto inmediato dice lo siguiente: Porque no envió Dios a su Hijo al mundo para condenar al mundo, sino para que el mundo sea salvo por él. Si Dios ama tanto al mundo (en el entendido de que se refiere a todas las personas en particular), y si Cristo vino a salvar al mundo (a todos y a cada uno en particular), pues que el verso citado en Juan 3: 17 asegura que el Hijo no vino para condenar al mundo (a todos y a cada uno distributivamente), vemos que existen muchos elementos que anuncian una broma, una mala jugada profética, o tal vez un quebradero de cabeza.
Ahora bien, la expresión para que todo aquel que en él cree tiene la misma implicación contextual en la que aparece. El razonamiento lógico apunta a que aquellos que tendrán vida eterna, y por ende no se perderán, serán los mismos que habrán de creer en el Hijo. ¿Y quién puede creer en el Hijo si no ha nacido de nuevo? Ese es el contexto de Juan capítulo 3, cuando Jesús explica al maestro de la Ley lo que implica el nuevo nacimiento. No obstante, en el texto griego, como podemos observar, no existe esta expresión todo aquel que en Él cree, sino que en su lugar existe un participio de presente que implica a los creyentes. De esta forma no hay contradicción alguna, pues los creyentes son los mismos por los cuales se tradujo todo aquel que en él cree.
¿Si Dios amó a todo el mundo, sin excepción, entonces por qué Jesucristo no pidió por el mundo? (Juan 17). ¿Es el mundo amigo de Jesucristo? ¿O es Jesucristo amigo del mundo? Porque si Dios amó al mundo con un amor tan grande - y no hay amor más grande que ese, que uno ponga su vida por los amigos - entonces todo el mundo habría de ser amigo de Dios. Pero esto no es verdad.
Lo cierto es que este amor es el más grande amor que Dios tiene, pero no puede ser mostrado sino a sus elegidos, no al mundo. Cristo murió por sus amigos, sus ovejas - el buen pastor su vida da por sus ovejas. El objeto directo de la frase Dios amó al mundo es naturalmente el mundo. Por eso, el vocablo mundo ton kosmon no puede ser transparentemente traducido como el receptáculo de cada uno de los habitantes de este planeta (muchos de los cuales yacen en el infierno de eterna condenación). Volvemos, pues, al concepto del mundo colectivo frente al mundo distributivo. Por ejemplo: a propósito de Juan el bautista en su ministerio, el evangelio relata que En aquellos días vino Juan el Bautista predicando en el desierto de Judea... salía a él Jerusalén, y toda Judea, y toda la provincia de alrededor del Jordán, y eran bautizados por él en el Jordán, confesando sus pecados (Mateo 3:1-6). Sin embargo, sabemos que al menos los escribas y fariseos, los saduceos, el Sanedrín, y muchos otros incrédulos no acudieron a esa cita. El mismo rey Herodes no lo hizo, ni Herodías su mujer ni su hija, ni muchos otros del palacio. Acá estamos frente a un todo colectivo, que no incluye distributivamente a cada elemento del grupo. Asimismo, el vocablo mundo es concebido como un todo colectivo, referente a los elegidos o a las ovejas del buen Pastor. El mundo de Juan 3:16 no es un mundo distributivo, para cada elemento del grupo humano. Y esa es una forma de usar el lenguaje, que no podemos eludir ni negar.
Pisteuon (πιστεύω) es el participio presente griego que se traduce como creyente. Una traducción más feliz de Juan 3:16 podría bien ser: para que todo aquel creyente en él no se pierda, sino que tenga vida eterna (dado el carácter de participio presente en nominativo del verbo pisteuo). Se denomina participio activo al derivado verbal que en español acaba en -nte y denota capacidad de realizar la acción que expresa el verbo del que deriva. Muchos proceden de participios de presente latinos, como permanente, balbuciente, alarmante, cantante, estudiante, presidente, durante, mediante, bastante, creyente. De manera que un creyente es quien ha sido capacitado para creer. Aunque el amor de Dios pudo estar desde el principio - pues nos ha amado con amor eterno - y aunque Cristo dio su vida por sus ovejas o sus amigos, Juan es cónsono con su teología aprendida de Jesús. Dice en su Primera Carta, capítulo 4, verso 19, que nosotros le amamos a él, porque él nos amó primero. ¿Y cuándo se demostró ese amor por sus amigos, sino hasta que nuestro nuevo nacimiento lo evidenciase en nosotros? Nos amó primero, luego le amamos. No puede el mundo amar a Cristo, no puede desearlo, pues es su enemigo. Y Dios está airado todos los días contra el impío.
Lucas 2: 34 dice lo siguiente: He aquí, éste está puesto para caída y para levantamiento de muchos en Israel, y para señal que será contradicha. Al parecer muchos irían a caer, a tropezar en esta roca, y muchos irían a ser desmenuzados por ese Mesías anunciado. Por otro lado, la gran mayoría de la raza humana ha muerto sin haber escuchado el anuncio del evangelio. Entonces algo sucede con esa tesis de que Dios realmente amó al mundo como totalidad de personas.
Por ejemplo, si decimos Aconteció en aquellos días, que se promulgó un edicto de parte de Augusto César, que todo el mundo fuese empadronado (Lucas 2: 1), ¿significa realmente que cada ciudadano del mundo de entonces fue empadronado? Acá la restricción semántica se refiere al mundo del Imperio Romano. Cuando Jesús dijo en Juan 8: 26, Muchas cosas tengo que decir y juzgar de vosotros; pero el que me envió es verdadero; y yo, lo que he oído de él, esto hablo al mundo, ¿se está refiriendo al mundo en su totalidad distributiva, o en forma colectiva? Sabemos que apenas algunos judíos le escucharon. O tal vez este otro texto puede ayudarnos a comprender la restricción semántica del término mundo, de acuerdo a su contexto de aparición: Pero los fariseos dijeron entre sí: Ya veis que no conseguís nada. Mirad, el mundo se va tras él (Juan 12: 19). ¿A cuál mundo se refiere este texto? ¿Se ha ido todo el mundo tras Jesús, con cada uno de sus habitantes?
Existe el mundo como concepto. Por eso se nos habla de que el mundo entero está bajo el maligno (Primera de Juan 5: 19), a pesar de que los creyentes no estamos bajo el poder del maligno. No améis al mundo, ni las cosas que están en el mundo. Si alguno ama al mundo, el amor del Padre no está en él ( Primera de Juan 2: 15). ¿Cómo es posible que el Padre amara tanto al mundo y al mismo tiempo el Padre nos prohibió a nosotros amarlo de la misma forma? ¿O es que acaso se refiere el contexto a dos tipos de mundo? Ciertamente, Dios ama el orden, pues no es Dios de confusión.
En resumen, que el texto memorizado de Juan 3: 16 debería continuarse con el subsiguiente, que nos anuncia que Jesucristo no vino a condenar al mundo, sino a salvarlo. De manera lógica entendemos que, si mundo se refiere a cada uno de los habitantes del planeta, en el sentido distributivo del término, entonces Cristo vino a salvar a toda la humanidad. Pero eso no ha sido cierto en modo alguno, ya que Dios hubiera quedado frustrado. Comprendemos por el resto de las Escrituras que el sentido del vocablo mundo es colectivo, restrictivo, pues que Jesús oró, según relata Juan 17, por los que el Padre le había dado, y no oró ni pidió por el mundo. ¿Por cuál mundo no pidió Jesús? Ciertamente, pidió por los de Juan 3: 16 y 17. No rogó por los que son cabras, cizaña o simiente de la serpiente.
Como Juan también escribió el libro del Apocalipsis y tres cartas que se recogen en el Nuevo Testamento, resultaría una contradicción impensable que presentase el tema de la elección de las ovejas junto con la expiación de toda la raza humana. ¿Qué quiso decir el apóstol con el texto hallado en una de sus cartas, que dice: Y Él es la propiciación por nuestros pecados; y no solamente por los nuestros, sino también por los de todo el mundo (1 de Juan 2:2).
Para conocer quién es el destinatario de este mensaje, averigüemos primero qué personajes están descritos en él. Tenemos a un sujeto de tercera persona singular, Él, que hace referencia clara al verso anterior, a Jesucristo el justo, como abogado ante el Padre. El otro personaje está representado por un pronombre posesivo de primera persona plural, el cual refiere a un determinado grupo. Cuando se repite este pronombre posesivo en la frase y no solamente por los nuestros, sabemos que se refiere a los judíos o a la iglesia. Vemos dos destinatarios sobre los cuales va a recaer la propiciación. Esta nueva agrupación de personas se enuncia por el adjetivo todo, que da el valor de pluralidad al sustantivo que le sigue: el mundo.
Pero las dos frases del verso se conectan con un adverbio en forma negativa: y no solamente, lo cual crea oposición en los dos destinatarios de la expiación. En otros términos, tenemos dos posibilidades para reconocer esos dos grupos: 1) el colectivo de los judíos, en donde se incluye el apóstol de Galilea, contrapuesto al otro colectivo concebido en la expresión: todo el mundo; 2) Se puede inferir que el segundo grupo hace referencia a la iglesia conocida por Juan, en la que él mismo se incluye como destinatario del mensaje - por ser miembro de la Iglesia de Cristo - contrapuesto al otro colectivo denominado todo el mundo. En ambas concepciones, el elemento común es el segundo destinatario representado por todo el mundo. ¿Cuál es la referencia de este segundo destinatario?
A partir de las dos posibilidades antes mencionadas, se contrastan dos categorías de personas en este texto de Juan: 1)Los judíos,2) la iglesia. Tenemos a todo el mundo, los gentiles. 1) Nosotros los judíos (por aquello de nuestros pecados) y el resto del mundo (de las gentes, o de los gentiles); 2) nosotros, la iglesia actual, para el momento de Juan (por aquello de nuestros pecados) y el resto del mundo (de las gentes, o de los gentiles). De nuevo, otra vez, ¿quiénes son todo el mundo?
Las razones para comprender que la expresión todo el mundo en 1 de Juan 2:2 está limitada a los elegidos del Padre, se van a exponer a continuación.
1- No puede haber contradicción entre lo que Cristo dijo en el evangelio de Juan y lo que Juan dice en su carta;
2- Cristo afirmó que la gente no iba a Él porque no era parte de sus ovejas, pues el ser oveja es una condición para llegar a creer en Él ( pero vosotros no creéis, porque no sois de mis ovejas, como os he dicho): Juan 10:26;
3- Que nadie puede ir a Él, a menos que el Padre lo haya enviado (Ninguno puede venir a mí, si el Padre que me envió no le trajere; y yo le resucitaré en el día postrero): Juan 6:44;
4- Que Cristo dijo que Él pondría su vida por las ovejas (no por las cabras). Yo soy el buen pastor; el buen pastor su vida da por las ovejas (Juan 10:11); así como el Padre me conoce, y yo conozco al Padre; y pongo mi vida por las ovejas (Juan 10:15);
5- Que como Jesús sostuvo ante un numeroso grupo de personas que ellos no eran sus ovejas (punto 2 y 4), se entiende que no puso su vida por los que no eran sus ovejas. De allí que su expiación no los alcanzó, pues su expiación no fue por cada individuo del mundo;
6- Que el concepto de expiación entendido por Juan, como por cualquier judío educado bajo los preceptos de la Ley de Moisés, se entiende como el apaciguamiento de la ira de Dios, la solvencia obtenida por el hombre expiado de pecado, la sustitución del castigo a recibir. Es sabido que la expiación practicada por el sacerdocio levita, como símbolo de lo que habría de venir, no se extendió nunca al resto de la humanidad. Estuvo circunscrita a la nación de Israel, y entre ellos solamente al grupo por los que se ofrecía la ofrenda sacrificial;
7- Que mal puede un sacrificio expiatorio brindado por toda la humanidad convertirse en un acto inútil, cuando todo lo que Dios hace es bueno en gran manera. Habría sido inútil que Jesucristo hubiese pagado por los pecados de todo el mundo (en el sentido distributivo del término, de cada miembro de la raza humana), si miles y miles de personas están hoy bajo el castigo eterno;
8- Que los escritores bíblicos dan por hecho cierto que muchos han sido destinados para condenación eterna: y por avaricia harán mercadería de vosotros con palabras fingidas. Sobre los tales ya de largo tiempo la condenación no se tarda, y su perdición no se duerme (2 Pedro 2:3). Judas 1: 13 refiere a los que espuman su propia vergüenza; estrellas errantes, para los cuales está reservada eternamente la oscuridad de las tinieblas;
9- Que los ángeles también son parte del mundo, pues son creación de Dios. Si Cristo fue la propiciación por los pecados de todo el mundo en el sentido distributivo del término, entonces también murió por los ángeles caídos. Pero es el mismo apóstol Judas quien escribe acerca de estos seres espirituales, en el capítulo 1, versos 6 al 7 de su carta: Y a los ángeles que no guardaron su dignidad, sino que abandonaron su propia morada, los ha guardado bajo oscuridad, en prisiones eternas, para el juicio del gran día; como Sodoma y Gomorra y las ciudades vecinas, las cuales de la misma manera que aquéllos, habiendo fornicado e ido en pos de vicios contra naturaleza, fueron puestas por ejemplo, sufriendo el castigo del fuego eterno.
Jesucristo como propiciación de los pecados de los creyentes de ese momento en que Juan escribió, lo es también de los creyentes del Antiguo Testamento, así como de los que hemos sido y de los que serán de su Iglesia después de Juan. He allí el sentido propuesto por el apóstol, con su expresión no solamente por los nuestros, sino también por los de todo el mundo. A los judíos les era común suponer que para los gentiles, que son las gentes, que son el resto del mundo, no había propiciación alguna, pues no les fue otorgado el ofrecer sacrificios y ofrendas por su pecado (aunque hay excepciones de gentiles creyentes en el Viejo Testamento). En el Antiguo Pacto, esa era una actividad reservada para los levitas, que debían ejercer un sacerdocio impecable, por lo que podría profanarse ese sentido de impecabilidad con su extensión al resto del mundo.
Por eso la sorpresa para los judíos, cuando en el Nuevo Testamento (bajo el Nuevo Pacto de la sangre de Jesús), la expiación se hizo extensiva a las gentes, a los gentiles, a todo el mundo.
Otro caso de narración hiperbólica lo tenemos en Lucas 3: 21, al narrar el bautizo hecho por Juan: Aconteció que cuando todo el pueblo se bautizaba, también Jesús fue bautizado; y orando, el cielo se abrió. Sabemos por los mismos evangelios que no todo el pueblo fue bautizado, porque ni los escribas, ni los fariseos, ni los miembros del Sanedrín, ni miles de incrédulos lo hicieron. Como ya mencionamos, lo mismo sucedió con el censo, en la época del nacimiento de Jesús. Lucas 2: 1 lo narra: Aconteció en aquellos días, que se promulgó un edicto de parte de Augusto César, que todo el mundo fuese empadronado. Sabemos que es una expresión que refiere a un grupo limitado de personas, no a cada individuo del planeta de entonces, ni siquiera de todo el mundo bajo el imperio romano.
Con la expresión el mundo entero está bajo el maligno, no se puede incluir al grupo de los santos que pertenecen a Dios y no pertenecen al mundo (1 de Juan 5: 19). Recordemos a Jesús en la oración recogida por Juan en su evangelio, capítulo 17: ellos no son del mundo, como tampoco yo soy del mundo. Cristo es un abogado (1 de Juan 2: 1), pero no aboga por cada uno de los del mundo. Al contrario, Jesús dijo: no ruego por el mundo (Juan 17), lo cual presupone que no murió por todo el mundo, sino por sus ovejas. De esto se desprende que Jesucristo no es la propiciación por el pecado de Judas Iscariote, del Faraón de Egipto, de Caín, de los réprobos en cuanto a fe del Nuevo Testamento, ni del impío que hizo para el día malo (Proverbios 16: 4), junto con un gran etcétera que incluye a los Esaú que aborreció antes de que hiciesen bien o mal. También Juan 12: 19 dice: Pero los fariseos dijeron entre sí: Ya veis que no conseguís nada. Mirad, el mundo se va tras él. Nosotros sabemos que muchos judíos no lo hicieron así, ni muchos gentiles. Incluso, los judíos todavía se lamentan en su muro por no tener un altar donde sacrificar, ni un sacerdote para que haga la expiación, pero dijeron en aquel tiempo que el mundo se iba tras Jesucristo.
Para concluir, creo firmemente que la palabra mundo en la Biblia es relativa. Su significado depende del contexto en que aparece, además de que ha de verse bajo todo el manto de las Sagradas Escrituras y no de textos aislados. Por ejemplo, el mundo entero está bajo el maligno, vosotros sois del mundo, el mundo os aborrece, el mundo ama lo suyo, Satanás es el príncipe de este mundo, el mundo pasa y sus deseos...son claros ejemplos de un mundo con un significado negativo. Dios no ama a ese mundo, sino que es su gran enemigo. Lo tolera con paciencia, como a vasos de ira preparados para el día de su ira, como quienes han nacido para presa y destrucción. Pero en ocasiones los creyentes son llamados el mundo. Juan 6: 33 lo dice: Porque el pan de Dios es aquel que descendió del cielo y da vida al mundo. El mundo de Juan 3: 16 se refiere a los hombres, pero nunca a cada individuo de la especie humana. Los que Dios eligió son llamados a menudo el mundo, todo el mundo, las naciones del mundo. Los judíos tenían la misma distinción que tenemos ahora con la iglesia y el mundo, de todas las naciones, lenguas y tribus (Para amplificar, véase también Comentarios de la Biblia -el evangelio de Juan-, de John Gills).
César Paredes.
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