En el principio era el Verbo.? Ese fue el comienzo de todas las cosas, seg?n el evangelio de Juan.? El disc?pulo amado de Jes?s es conocido como el evangelista del amor. El qued? vivo por mucho tiempo y muri? desterrado en la isla de Patmos.? Juan inicia su libro exponi?ndonos la trascendencia del Dios hecho carne, el que habit? entre nosotros. No era el Dios visto seg?n los gn?sticos, que sosten?an que un ser tan puro no pod?a jam?s habitar en medio de la raza humana ca?da.? Era el Dios del amor, el que manten?a en su totalidad el car?cter divino, pero que asum?a a cabalidad la naturaleza humana.? Era el Dios hecho hombre.? Sin embargo, el ?nfasis de Juan por presentar a Jes?s como el Cordero sin mancha, presupone que su naturaleza humana no estuvo contaminada por la de Ad?n.? Era l?gico, pues su misi?n fue la de quitar el pecado del mundo.
Sabemos que esa manera de hablar est? restringida al pecado quitado como cordero pascual.? La pascua jud?a se hac?a para conmemorar la hu?da de Egipto, en la que los dinteles de las puertas del pueblo esclavo estuvieron rociadas o pintadas con sangre de cordero, para que el ?ngel del Se?or al iniciar la matanza de los primog?nitos egipcios no tocase a las familias protegidas con esa marca de la sangre.? El otro Juan, llamado el bautista, es el gran testigo presentado por el evangelista al inicio de su relato evang?lico.? Vino un hombre llamado Juan, a quien Dios envi? como testigo, para dar testimonio de la luz. Aclara la distinci?n entre el testigo y lo atestiguado, pues se?ala que Juan no era la luz, sino su testimonio.
Dijo el ap?stol que esa luz verdadera, que ya estaba en el mundo, ten?a una funci?n trascendente:? alumbrar a todo ser humano.? Jesucristo dijo en una oportunidad que la gente no quer?a ir a la luz, porque sus obras eran malas, por eso amaron m?s las tinieblas que la luz.? Aunque de nuevo el lenguaje nos muestra sus limitaciones, la expresi?n para alumbrar a todo hombre no es necesariamente una proposici?n distributiva a cada elemento de la raza humana, sino una elocuci?n colectiva, referida a la humanidad como conjunto.? Por cierto, una de las personas que fue alumbrada e iluminada por esa luz, fue el ladr?n en la cruz.? Sin contacto previo con el Mes?as, crey? en ?l en su coraz?n y confes? con su boca que era el Se?or.? Dos actos suficientes para mostrar la misericordia alcanzada.? El otro ladr?n, el que se mantuvo en su sarcasmo hasta el final de su vida, no tuvo la dicha de ver cambiado su coraz?n de piedra.
La iron?a en esta venida f?sica del Creador es que aunque el mundo fue creado por medio de ?l, el mundo no le reconoci?.? Vino a lo que era suyo, pero los suyos no le recibieron. Sin embargo, a todos los que le recibieron, les dio el poder de ser hijos de Dios. De inmediato el ap?stol aclara, para evitar colocar la causa por efecto y el efecto por la causa: estos no nacen de la sangre, ni por deseos de la carne, sino por voluntad de Dios.? Juan est?, desde el inicio de su evangelio, pincelando la naturaleza soberana del nuevo nacimiento, que poco m?s tarde relatar? al mencionar la explicaci?n hecha a Nicodemo por Jes?s.? Si antes hab?a dicho que hubo gente que recibi? a Jes?s, que crey? en su nombre, por lo tanto fueron hechos hijos de Dios, ahora est? aclarando que esa situaci?n no es otra cosa que una consecuencia de la voluntad absoluta de Dios.
Ese Verbo hecho carne habit? entre nosotros, y hemos contemplado su gloria, la que corresponde al unig?nito del Padre.? Esas palabras del ap?stol lo colocan como un nuevo testigo de la presencia de Jes?s en la historia.? Pedro el ap?stol nos escribi? un legado de suma importancia para los que no vimos a Jes?s manifestado dentro del espacio-tiempo.? Dijo que nosotros am?bamos a Jes?s sin haberle visto.? Jes?s le dijo a Tom?s, el de la duda, bienaventurados los que no vieron y creyeron.? Por lo tanto, las palabras de Pedro nos dibujan como seres felices por haber cre?do en el Hijo de Dios sin haberle visto.? No vimos sus maravillas, no estuvimos a su lado en la alimentaci?n a los cinco mil, no conocimos a sus amigos, ni presenciamos la resurrecci?n de L?zaro.? Tampoco fuimos a las bodas de Can?, ni vimos al paral?tico caminar, ni a los ciegos cuando vieron, ni a los cojos andar.? No vimos a Jes?s sobre las aguas, ni cuando calm? al enaltecido mar con su palabra.? Supimos del endemoniado gadareno, a quien le sac? m?s o menos 2000 demonios con una sola orden, pero no estuvimos para ver a los cerdos correr hacia el mar.? Nunca vimos la lepra de los 10 que cur? en un solo instante, ni le acompa?amos junto a la cruz, pero conocemos sus declaraciones teol?gicas brindadas al ladr?n arrepentido:? te digo que hoy estar?s conmigo en el para?so, lo que constituye la bendita esperanza de pasar de la vida terrenal a la vida eterna, al cruzar el umbral de la muerte.? No vimos su transfiguraci?n, ni estuvimos bajo la enramada, como los privilegiados elegidos para ese prop?sito.? Tampoco presenciamos su arresto, precedido de la traici?n del hijo de perdici?n.? Tampoco escuchamos a Pilatos, ni fuimos testigos de los centuriones romanos que le azotaban, ni escuchamos los gritos de las multitudes aupando su crucifixi?n.? Sabemos que soltaron a Barrab?s, como una ant?tesis de la cualidad del Cordero sufriente.? No estuvimos en el camino de Ema?s, cuando anduvo junto a un grupo de sus disc?pulos, poco despu?s de su resurrecci?n.? No vimos a los ?ngeles ni les escuchamos cuando dijeron que ese mismo Jes?s que ascend?a al cielo, asimismo habr?a de venir de nuevo.? Sin embargo, cre?mos a su palabra acerca de que vendr?a por nosotros, cuando termine su prop?sito en el tiempo previsto por el Padre, mientras nos prepara un lugar en las moradas celestes, mientras intercedes por los suyos.? Sabemos que envi? a su Esp?ritu para que more entre nosotros, para que nos recuerde todas estas cosas y nos d? el entendimiento para crecer en sabidur?a y revelaci?n, para orientarnos en la verdad.?
Juan el ap?stol y Juan el bautista testificaron del Cordero de Dios.? Ellos fueron protagonistas del testimonio, pero nosotros tambi?n somos sus testigos referenciales porque hemos cre?do sin haberle visto.? De su plenitud hemos recibido gracia sobre gracia.? Si la ley fue dada por medio de Mois?s, la gracia y la verdad nos fue entregada por medio de Jesucristo.? He all? la gran diferencia, ya que la ley no salv? a ninguno, sino que por ella fuimos entrenados en la conciencia del pecado.? Ella fue el ayo que nos llev? a Jesucristo, nos educ? para entender que si quebrant?bamos un punto nos hac?amos culpables del resto de sus mandatos.? De manera que la salvaci?n operada en nosotros no pudo ser por obras, pues ni las ten?amos ni pod?amos gloriarnos de ellas, sino por la gracia de Dios.
La gracia presupone gratuidad, algo que no se paga, que se recibe, pero que al mismo tiempo no se merece.? La d?diva de Dios ha sido la vida eterna en Cristo Jes?s.? A Juan el bautista le preguntaron los jud?os acerca de qui?n era ?l, c?mo se declaraba a s? mismo.? El respondi? que no era el Cristo, ni El?as, ni el profeta, sino la voz del que grita en el desierto. ?De inmediato recomend?: enderecen el camino del Se?or, al utilizar palabras del profeta Isa?as.? El camino del Se?or estaba torcido, porque ese sendero anunciado desde anta?o por profetas, escrito en el Antiguo Testamento, lo hab?an deformado.? Entendemos que la palabra de Dios es una l?mpara a nuestros pies, para alumbrar el camino en que hemos de andar.? Si los hombres amaron m?s las tinieblas, entonces se desviaron del camino que alumbraba aquella luz.? Por eso Juan recomend? enderezar el sendero del Se?or, para que la gente dejara de tropezar.? De all? que Cristo tuvo que decir en una oportunidad a un grupo de personas, que ellos eran ciegos gu?as de ciegos.? Pues si se hab?an apartado de la luz, entonces les abundaba la ceguera, por lo cual transitaban por senderos que les parec?an rectos, pero cuyo final era camino de muerte.
Juan el bautista vio a Jes?s acercarse y fue movido a reconocerlo p?blicamente.? Dijo que all? ten?an al Cordero de Dios, que quitaba el pecado del mundo.? De nuevo, ese mundo es un todo colectivo, no distributivo, como ya sabemos.? Muchos no creyeron en ?l, Judas le entreg?, otros lo asesinaron, muchos le injuriaron, el otro ladr?n en la cruz muri? en su cinismo cargado de pecado: si eres el Cristo, s?lvate a ti mismo y a nosotros, pronunci?.? Pero las palabras de Juan no mintieron, pues la misi?n de Jes?s se cumpli? a cabalidad, adem?s de que ?l lo afirm? en la cruz cuando proclam?:? Consumado es.? Ese fue el momento en que propici? por el pecado de su pueblo, como lo afirm? el profeta Isa?as, como lo asegur? el ?ngel a Mar?a, cuando le habl? del nombre Jes?s, que salvar?a del pecado a su pueblo.? Abandonado por su Padre, porque carg? nuestro pecado, dice la Biblia que por nosotros fue hecho pecado.? All? naci? nuestra amistad hist?rica con Dios, all? se rompi? la atadura de la enemistad del hombre con su Creador, pero de nuevo, no de cada uno de los hombres, pues que la Escritura es muy clara cuando afirma que el prop?sito de Dios se ha cumplido a cabalidad: salvar a algunos para mostrar su misericordia? y condenar a otros para mostrar su ira.
A Juan el bautista le preguntaron sobre Jes?s, pero tambi?n le interrogaron acerca de s? mismo.? El dijo que se consideraba como la voz que clama en el desierto.? Voz clamantis in deserto, es la expresi?n latina muy conocida en la cultura cristiana.? Esa expresi?n recuerda las palabras de Isa?as, ?qui?n ha cre?do a nuestro anuncio?? O tal vez las de El?as: ?solamente yo he quedado?? O tal vez nos motiven a pensar en el concepto de manada peque?a expresado por Jesucristo.? Eso somos los cristianos a trav?s de los siglos, una manada peque?a que clama en el desierto, pues casi nadie oye nuestro anuncio.? Muchos se mofan, otros est?n sordos, otros se tornan pendencieros.? A algunos les da por construir mega iglesias, para sentir que han colmado el desierto de Juan, que muchos han cre?do al anuncio, que la manada ha crecido.? Pero la mayor?a no tiene la raz?n, en materia teol?gica, o en materia del esp?ritu.? Ese no es terreno propicio para la democracia, ni para la estad?stica.? El mensaje del evangelio sigue siendo personalizado, dirigido al individuo, bajo el dictamen de Jes?s: s?gueme.?
La soledad de los profetas, la soledad de Juan desterrado en Patmos, la del bautista en el desierto, la de Jes?s en Getseman?, es la misma que acompa?a a cada creyente en la historia.? Todos tenemos que padecer por la causa del evangelio, y esa ha sido la forma en que a Dios ha placido salvarnos.? Dejar padre, hermano, madre, hijo, casa, por causa del evangelio.? Negarse a uno mismo, sin mirar atr?s, con el solo gozo de la compa??a de Jes?s, y con la mirada de confianza en el hermano que se cruza en nuestro camino.
Juan el bautista testific? que Jesucristo era el Hijo de Dios.? De la misma forma lo hizo el otro Juan, al escribir su evangelio.? Muchos lo hacemos hoy en d?a, sin otra prueba que nuestra fe, pero eso no puede ser cre?do por el hombre natural.? Es necesario el nuevo nacimiento, como le dijo Jes?s a Nicodemo.? Es necesario nacer del Esp?ritu, y eso no obedece a nuestra voluntad, sino a la voluntad del Padre en su preordinaci?n de los eventos.? Cuando eso aconteciere en cada uno de los elegidos, entonces tambi?n podr?n decir con Juan las palabras escritas en una de sus cartas:? Mirad cual amor nos ha dado el Padre, para que seamos llamados hijos de Dios (1 Juan 3: 1).? El autor del libro de Hebreos un d?a proclam?:? Por lo cual, como dice el Esp?ritu Santo:?Si oyereis hoy su voz, no endurezc?is vuestros corazones.
C?sar Paredes
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