Muy a pesar de la abrumadora evidencia mostrada en la Biblia, la mayor?a de las personas que creen en la predestinaci?n no soporta la idea de que ese mismo Dios es quien endurece los corazones de sus reprobados. Suponen que los hombres son dejados en sus propias miserias, dejados en forma pasiva hacia su propia destrucci?n. En un sentido sabemos que por s? misma la humanidad nunca podr?a anhelar voluntariamente a su Creador. ?Pero tenemos que comprender que la arcilla por su propia cuenta no puede confeccionarse a s? misma como vaso de deshonra.
Quiz?s la raz?n de semejante contradicci?n, entre lo revelado en la Biblia y lo que muchos de sus lectores piensan al respecto, estriba en el hecho de imaginar a un Dios que ajeno al pecado no se ensucia sus manos configurando mecanismos adversos a su voluntad. Presuponen que la voluntad del Creador es otra, una que est? en conflicto con su omnipotencia y su control soberano absoluto sobre los detalles de todo cuanto acontece en sus dominios. En efecto, si se dejase que el hombre malo hiciese su voluntad en forma abierta, entonces muchos -por no decir todos- de los planes que Dios tiene para con los vasos de honra estar?an en el m?s peligroso de los desequilibrios. Ser?a como caminar por la cuerda floja, sobre un mar de bestias salvajes en espera para devorarnos.
En el libro de Isa?as encontramos un relato muy relevante para ilustrar lo que ac? exponemos. El rey de Asiria hab?a sido escogido por Dios para castigar al pueblo objeto de su ira divina. Ese rey no lo pensar?a de esa manera, sino que entender?a al contrario que era su propia voluntad la que lo guiaba y lo encumbraba sobre sus vecinos. Esa actitud le llevar?a a envanecerse, a encumbrar su ego, desentendido de la soberan?a de Dios. Pero para sorpresa del rey, una vez que Dios hubiese llevado a cabo su obra en el monte de Sion y en Jerusal?n, castigar?a su soberbia. La raz?n era simple: un alegato de haberlo hecho con el poder de sus manos, con su sabidur?a y prudencia.
Dios resiste a los soberbios, y como prueba tenemos el castigo infringido a Lucifer por presumir encumbrarse y ser semejante al Alt?simo. Dios pregunt? a trav?s del profeta: ?Se gloriar? el hacha contra el que con ella corta? ?Se ensoberbecer? la sierra contra el que la mueve? ?Como si el b?culo levantase al que lo levanta; como si levantase la vara al que no es le?o! (Isa?as 10: 15).
Desde este contexto relatado debemos abstenernos de suponer que las personas malvadas no son utilizadas y enviadas por Dios a realizar sus actos. A?n en esto tambi?n se manifiesta la gloria de Dios, como lo dice Pablo en Romanos 9: 22, ?Y qu?, si Dios, queriendo mostrar su ira y hacer notorio su poder, soport? con mucha paciencia los vasos de ira preparados para destrucci?n...?
Yo soy Jehov?, y ninguno m?s hay; no hay Dios fuera de m?. Yo te ce?ir?, aunque t? no me conociste,?para que se sepa desde el nacimiento del sol, y hasta donde se pone, que no hay m?s que yo; yo Jehov?, y ninguno m?s que yo, que formo la luz y creo las tinieblas, que hago la paz y creo la adversidad. Yo Jehov? soy el que hago todo esto (Isa?as 45:5.7).
?No dice la Escritura que Dios escogi? a Esa? antes de que sus obras fuesen buenas o malas? Fue su prop?sito eterno y su voluntad inmutable la que eligi?, la que form? vasos para destrucci?n, para que su poder y su ira fuesen reconocidos. Fue dentro de este mismo prop?sito que escogi? a Judas como hijo de perdici?n, a Fara?n, a los que son r?probos en cuanto a fe, a los que est?n preparados de antemano para eterna condenaci?n, a Herodes, y a todo aquel que le adversa. Dios est? airado todos los d?as contra el imp?o, y lo est? desde la eternidad, desde siempre. Ciertamente es un Dios terrible, nada parecido al que hemos conocido en las iglesias, en los cuentos de navidad, en la literatura universal. Ese Dios bonach?n que est? rogando para salvar las almas, o el que se disfraza de pobre para visitar a los hombres y mostrarles su piedad, no existe en la Biblia. El mismo exclama: ?A qui?n, pues, me har?is semejantes o me comparar?is? (Isa?as 40:25). ?No hizo Dios al malo para el d?a malo? (Proverbios 16:4).
Si Dios no participa activamente en el endurecimiento de los corazones de los imp?os, entonces no entendemos por qu? dijo que hablar?a a este pueblo en par?bolas, en una forma tal que oyendo no entendiesen, viendo no comprendiesen, no fuese a ser que se arrepintiesen y ?l tuviese que sanarlos (o salvarlos). Si pasivamente los hubiese dejado en su maldad, ser?a suficiente; pero quiso participar activamente, y es por ello que controla incluso al imp?o en todas sus malas acciones. De all? que Pablo aseverase que fue antes de que Jacob o Esa? hiciesen buenas o malas obras que Dios escogi? a uno para mostrar su misericordia y al otro para demostrar su ira y su poder. Esto nos lleva a un prop?sito activo y no simplemente judicial, como muchos sostienen tratando de suavizar lo terrible y lo implacable de su dictamen. Y es que esa es la ?nica forma mostrada por el Dios soberano que se revela en la Biblia, muy a pesar de que los predicadores a trav?s de muchos siglos se hayan encargado de suavizar la voluntad divina. La continua pregunta a trav?s de los tiempos ha sido la misma: ?Por qu?, pues, inculpa? Pues ?qui?n ha resistido a su voluntad?
La respuesta que dio Pablo a ese interlocutor ret?rico fue tan severa como severo era el Dios que predicaba. ?Y qui?n eres t? para que alterques con Dios? (Romanos 9). Somos criaturas, objetos en sus manos, todos hechos de la misma masa de arcilla, y ?l es el Alfarero, Se?or absoluto y soberano que tiene potestad para hacer como quiere, y no hay quien detenga su mano y le diga: ?Epa! ?qu? haces? Puede ser que esto no guste a mucha gente, pero esa es la respuesta b?blica. Puede ser que usted se interese en forzar otra respuesta, y de seguro la va a encontrar en los escritos de te?logos de toda especie: calvinistas, reformados, arminianos. Tambi?n a trav?s de los dichos y opiniones de los fariseos, como bien escribi? Flavio Josefo acerca de ellos, dici?ndonos que sosten?an la idea de que nuestro futuro estaba determinado por la manera de comportarnos en este mundo. En fin, que las obras siempre cuentan como objetos tangibles, y es mucho m?s f?cil para mi conciencia carnal el tener en su haber hechos, cuestiones f?cticas: el hecho de haber aceptado a Cristo como salvador y Se?or, ?el hecho de haber sido bautizado, el hecho de haber sido miembro de la iglesia, el hecho de haber sido activo dentro de la iglesia, el hecho de haber pasado muchos a?os de mi vida al servicio de ese Dios en el cual hemos cre?do.
Sin embargo, todos estos hechos son absoluta banalidad, por cuanto no es por obras, para que ninguno se glor?e, sino por gracia. Y si por obras, entonces la gracia ya no ser?a gracia. De manera que mal pudi?ramos estar creyendo en un falso dios, en un ?dolo de confecci?n abstracta, un prefabricado que emula nuestra conciencia, nuestro car?cter, que se acomoda y calza con nuestra visi?n de lo que debe ser un buen dios. Poco importa que le demos el nombre de Cristo, o de Jehov?, o de Creador, pues que tambi?n se dijo que vendr?an falsos Cristos, y a muchos enga?ar?an. Pero estos falsos Cristos han estado viniendo y construy?ndose a trav?s de muchos siglos, y a muchos han enga?ado, mas nunca a los escogidos. Da terror pensar en que el Dios de la Biblia sea tan soberano y tan independiente de nuestra voluntad, pues que ha hecho y hace como quiere, y no tiene consejero. Pero ese terror me puede desviar de su presencia si corro a fabricar un nuevo dios ajustado a mis expectativas. Caso contrario, como elegido de Dios puedo inclinarme a reconocer su magnificencia y absoluto control sobre cada evento bueno o malo de la historia, y decir como lo dijo el Mes?as en reconocimiento p?blico de la soberana voluntad de su Padre: Te alabo, Padre, Se?or del cielo y de la tierra, porque escondiste estas cosas de los sabios y de los entendidos, y las revelaste a los ni?os. S?, Padre, porque as? te agrad?. Todas las cosas me fueron entregadas por mi Padre; y nadie conoce al Hijo, sino el Padre, ni al Padre conoce alguno, sino el Hijo,?y aquel a quien el Hijo lo quiera revelar. Venid a m? todos los que est?is trabajados y cargados, y yo os har? descansar (Mateo 11: 25-28).
C?sar Paredes
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