La revelaci?n se refiere a la manifestaci?n de Dios al hombre, en relaci?n a su persona, obras y planes Y aparec? a Abraham, a Isaac y a Jacob como Dios Omnipotente, mas en mi nombre Jehov? no me di a conocer a ellos (Exodo 6:3). La epifan?a es la aparici?n que Dios hace ante los hombres para revelar de S? mismo alguna proposici?n. Tambi?n puede referirse a la manifestaci?n final de Jesucristo en su segunda venida, como lo asegura Pablo en su Primera ep?stola a Timoteo: ...que guardes el mandamiento sin m?cula ni reprensi?n, hasta la aparici?n de nuestro Se?or Jesucristo (6:14).
De una manera teol?gica los eruditos describen dos tipos de manifestaciones hechas por el Creador: la general y la especial.? La general la presupone la Biblia, cuando se?ala en m?ltiples textos esta forma natural externa e interna al hombre exhibida por Dios. Los cielos cuentan la gloria de Dios, y el firmamento anuncia la obra de sus manos (Salmo 19:1); porque lo que de Dios se conoce les es manifiesto, pues Dios se lo manifest?. ?Porque las cosas invisibles de ?l, su eterno poder y deidad, se hacen claramente visibles desde la creaci?n del mundo, siendo entendidas por medio de las cosas hechas, de modo que no tienen excusa (Romanos 1: 19-20).?
La especial se refiere a la palabra divina como ha sido manifestada en las Escrituras: Y extendi? Jehov? su mano y toc? mi boca, y me dijo Jehov?: He aqu? he puesto mis palabras en tu boca (Jerem?as 1:9). Recordemos el caso de Jacob, quien edific? un altar y llam? su lugar bet-el, porque all? le hab?a aparecido Dios, cuando hu?a de su hermano (G?nesis 35:7). El autor de Hebreos nos asegura que la palabra dicha por medio de los ?ngeles fue firme (2:2). Pedro nos asegura en su Segunda Carta (cap?tulo 1, versos 19 al 21) que Tenemos tambi?n la palabra prof?tica m?s segura, a la cual hac?is bien en estar atentos como a una antorcha que alumbra en lugar oscuro, hasta que el d?a esclarezca y el lucero de la ma?ana salga en vuestros corazones; entendiendo primero esto, que ninguna profec?a de la Escritura es de interpretaci?n privada,? porque nunca la profec?a fue tra?da por voluntad humana, sino que los santos hombres de Dios hablaron siendo inspirados por el Esp?ritu Santo.
Por cualquiera de los dos tipos de revelaciones, la general -tanto externa como interna- y la especial bajo m?ltiples v?as: ?ngeles, inspiraci?n, profec?as, epifan?as, etc., el hombre queda obligado bajo la responsabilidad de reconocer a su Creador y de buscar Su prop?sito. Sin embargo, muchos sostienen que somos producto de la casualidad, de una evoluci?n que se origin? por s? misma, que Dios no tiene arte ni parte en la naturaleza ni en ning?n sitio del cosmos. Ante esta disyuntiva propuesta por las dos tesis antag?nicas, la b?blica y la human?stica, nos queda esperar el resultado final, bajo la tutela del mensaje salom?nico: Hay camino que parece derecho al hombre,? pero su fin es camino de muerte (Proverbios 16:25).
El creyente comprende que la fe es la confianza que tiene en la promesa de Dios, sabe que lo espiritual se ha de discernir espiritualmente; en consecuencia aguarda la manifestaci?n gloriosa que habr? de acontecer en su vida, muy a pesar de que su vieja naturaleza le reclame volver atr?s. Quiz?s la esencia de la concupiscencia humana radica en el origen mismo de su error, cuando en el huerto del Ed?n el hombre prefiri? comer del ?rbol del conocimiento del bien y del mal. Esta desobediencia implica que la naturaleza humana se centr? en su independencia del Creador, pues quiso escoger la otra opci?n, la que era separada de la voluntad revelada y expuesta por Dios.
Hoy d?a el ser humano contin?a por su cuenta, desprendido del Ser Supremo.? La capacidad desarrollada en el Ed?n, la habilidad para seleccionar, para escoger y decidir por s? mismo - en forma independiente del mandato del Creador - acompa?a al hombre hasta el presente, en todas las facetas de su vida. Las consecuencias de esa decisi?n independiente tambi?n est?n asociadas en nuestra vida: maldita ser? la tierra por tu causa; con dolor comer?s de ella todos los d?as de tu vida (G?nesis 3:17). ?Y qu? es lo que nos rodea a diario, sino el dolor del mundo contaminado por su independencia del Creador? ?Pues todas las escogencias y todos los razonamientos humanos son esclavos de la carne y de la corrupci?n. En el esp?ritu humano s?lo abundan las tinieblas y no se alberga ning?n lugar para la verdad, ya que est? muerto en delitos y pecados, no hay quien busque a Dios, no hay quien haga lo bueno. El hombre y Dios est?n enemistados. Sucede la vida del creyente que el bien que queremos hacer no hacemos, pero el mal que odiamos esto hacemos; ?cu?nto m?s no habr? de acontecer en aqu?l que no ha sido rescatado de su vana manera de vivir! Si el justo con dificultad se salva, entendemos que es imposible para el hombre natural encontrar la salida.
En s?ntesis, Dios propuso un escape a trav?s de la reconciliaci?n con el pecador por los m?ritos de su Hijo. Y esto no depende de nosotros, sino de ?l que tiene misericordia para con quien quiera tenerla. Ah, pero el esp?ritu de independencia es tal, que a?n en el plano de la teolog?a cristiana hay quienes abortan el verdadero contenido de la proposici?n para concebir her?ticamente, fuera de Dios. Curiosamente, la palabra griega para herej?a conlleva el significado de escogencia; αἵρεσις [hairesis /hah?ee?res?is/] se traduce como un acto de tomar o capturar.? El verbo αἱρετίζω [hairetizo /hahee?ret?id?zo/] se traduce como escoger o pertenecer a una secta. No en vano el hombre se ha ganado ese apodo de hereje ante su Dios, pues escoge para s? mismo el ser independiente de su creador, a tal punto que dada su circunstancia teol?gica de estar muerto ante Dios, de ser nada y menos que nada, de estar separado del Creador, se arroga para s? mismo la opci?n de decidir si va o no va a Cristo.
Muy a pesar de que la Escritura toda navega en la tesis de un Dios soberano que hace como quiere, que decide el destino humano y que salva al que quiere, la teolog?a contempor?nea en su reflejo m?s humanista posible ha guardado para s? los recuerdos de las viejas herej?as, dilucidando que es al hombre el decidir si recibe o rechaza a Cristo como su Se?or y Salvador. ?No es ir?nico que la escogencia y el escoger son una herej?a, en lengua griega? La humanidad entera es extra?a, est? sumergida en su propia secta, separada de Dios, hundida hasta lo sumo en su libre escogencia. Su naturaleza le lleva a despe?aderos osados, a finales torcidos, y si no fuera porque Dios se ha guardado un remanente para S? mismo, nadie ser?a salvo.
C?sar Paredes
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