S?bado, 12 de marzo de 2011

Entre la gracia y la compra, podr?a ser uno de los temas adecuados para referir la situaci?n emblem?tica de la muerte por crucifixi?n de un temible malhechor. Convicto por la justicia romana, reconocida su culpabilidad por un juicio aparentemente justo, pues el mismo condenado se reconoce merecedor del castigo que se le hab?a impuesto, este otrora ciudadano del mundo es ahora integrante de las multitudes celestiales. Algunos han llegado a proferir que se trata del ladr?n m?s grande del mundo, pues le rob? la salvaci?n a Jes?s.

Otros, en cambio, m?s ajustados a las Escrituras, podr?amos hablar de la compra m?s eficaz hecha en la historia humana.? Al ?ltimo momento en que ya nadie daba ni un c?ntimo por su vida, en que ni siquiera se mencionaba que sus familiares o supuestos amigos estuviesen en su derredor, fue comprada su alma por el precio de la sangre de Jes?s. Pero no se trataba de un mercado de valores, tampoco de una oferta y contraoferta, para verificar qui?n daba m?s en la subasta de las almas, sino que simplemente se pon?a en evidencia el amor eterno del Padre para con sus elegidos en Cristo, por lo cual le fue extendida y alargada la misericordia a este ladr?n en la hora de su muerte.

Al menos dos hechos se confrontan en este suceso hist?rico. De un lado el plan sempiterno de la elecci?n, pero su otra faceta hist?rica se?ala el proceso a trav?s del cual se salvan los hombres. Este acontecimiento tambi?n es revelador de la personalidad de Jes?s mostrada en esta tierra, un hombre que estuvo acompa?ado por publicanos, bebedores, comedores, prostitutas, y a?n en la hora de la muerte por malhechores. Su ?ltimo compa?ero humano fue un proscrito juzgado por merecida causa a padecer tan salvaje ejecuci?n. En medio de la agon?a del Se?or, durante el proceso en el cual el Padre estaba a punto de abandonarle por haberle convertido en pecado, Jes?s no tuvo tiempo para dedicarse a pensar en s? mismo, ni en la magnitud de la obra que estaba realizando. No hubo un instante de tranquilidad cuando colgaba del madero para repensar su vida y su ministerio.? All? cuando era vilipendiado desde su otro costado - el del ladr?n que le vituperaba y le injuriaba -, tuvo que atender a la s?plica de uno que vio en ?l la oportunidad para escapar de la segunda muerte.

Jes?s en su agon?a no pudo ocuparse de sus propios dolores, ni de las molestias causadas por los clavos en sus manos y en sus pies, ni por las p?as incrustadas en su cabeza. En medio del dolor y llanto de sus m?s fieles pero pocos seguidores, tuvo que atender a un ?ltimo individuo a quien se le ven?a no s?lo la muerte sino la eternidad encima. El otro ladr?n segu?a en la mofa de la multitud, en la corriente f?cil del mundo que acusaba y se?alaba el absurdo y la locura de un Dios que fallec?a a manos de los mortales, por la acusaci?n de un grupo de religiosos que cre?an manejar la perfecta teolog?a. ?Qu? hizo que uno de los ladrones acudiera a Jes?s como su Se?or? ?Qu? le llev? a reconocer en Jes?s al Se?or que habr?a de volver en su reino?

La Biblia no lo dice abiertamente, pero s? lo deja desprender de las ense?anzas de ese mismo Jes?s que le hizo la promesa. Ya le hab?a mostrado a Nicodemo, el maestro de la Ley, la necesidad del nuevo nacimiento. Hubo de explic?rsela, pues la sabidur?a teol?gica del hombre religioso no le permit?a ver m?s all? de la letra escrita.? El viento es como el Esp?ritu, porque ambos son pneuma en lengua griega. As? como no sabemos de d?nde viene ni ad?nde va el viento, el Esp?ritu da el nuevo nacimiento a quienes quiere d?rselo.? Sabemos que hay un Dios que es perfecto y que tiene planes perfectos, por lo cual en su soberan?a da vida a quien quiere dar vida, y endurece a quien quiere endurecer. La evidencia la tenemos una vez m?s al lado de la cruz de Jes?s: dos ladrones justamente condenados, uno que nace para vida eterna, el otro que permanece declarado culpable.

?C?mo oir?n si no hay quien les predique?, se preguntaba el ap?stol Pablo refiri?ndose al proceso de la salvaci?n.? De seguro los ladrones hab?an escuchado la c?lebre noticia de la liberaci?n de Barrab?s, su compa?ero de prisi?n.? Habr?an o?do acerca del hacedor de maravillas que multiplic? los panes y los peces, de la resurrecci?n de L?zaro, de los ciegos que ve?an, de los cojos y paral?ticos que caminaban rectamente.? Alguien les habr?a dicho que unos leprosos hab?an sido sanados por Jes?s de Nazaret. Tambi?n se pudo haber comentado que Jes?s hab?a transformado el agua en vino, el primero de sus milagros. Paralelamente estaba el anuncio de los profetas, acerca del Mes?as que habr?a de venir.? Hab?a acontecido un hecho notorio reciente - hac?a apenas un poco m?s de treinta a?os- la matanza de los ni?os por el antiguo rey Herodes, todo ello ligado a la visita de los reyes del Oriente que le reconoc?an como a alguien especial. Tambi?n habr?a sido notorio en la prisi?n el asunto de la mujer ad?ltera y el perd?n otorgado por Jes?s.

La noticia de ?ltima hora ser?a el revuelo del momento: uno de sus doce disc?pulos le hab?a traicionado por unas pocas piezas de plata. Se hablaba de c?mo se hab?a suicidado al comprender la magnitud de la infracci?n. Por supuesto que todo ello era viva voz de la predicaci?n del evangelio en el momento. Con ese material en mano, el Esp?ritu de Dios da vida de resurrecci?n a un muerto en sus delitos y pecados, que merec?a seguir el mismo destino que le aconteci? a su compa?ero de c?rcel.

Pero el proceso de la salvaci?n sigue su camino, pues no es un simple acto m?gico o separado del hacer humano. Es absolutamente meritorio de Dios y de su gracia, pero es convergente con la nueva naturaleza implantada a trav?s del nuevo nacimiento. Ahora le tocaba manifestar su grito de vida al reci?n nacido. Deb?a realizar la toma del ox?geno para dar inicio al acto mec?nico de la respiraci?n. Ese primer grito hacia la vida lo fue en un doble sentido, para alertar y prevenir al otro de sus injurias, y para reclamar la leche espiritual no adulterada del Salvador del mundo. El clamor a Jes?s fue proferido con palabras sencillas, salidas dentro del contexto del dolor por la cruel crucifixi?n: Se?or, acu?rdate de m? cuando vengas en tu reino.?

Era un ladr?n moribundo.? Jes?s era un Dios despojado de su gloria, pues ahora estaba agonizante, encontrado entre los transgresores. Pero esa locura de Dios en forma de salvador clavado en la cruz operaba el milagro de ?ltimo momento para un ser humano urgido del mismo. De igual forma, era el ?ltimo est?mulo que el Padre le lanzaba al Hijo antes de abandonarlo por completo, record?ndole la promesa anunciada por los profetas acerca de que su siervo ver?a fruto, ver?a linaje. He all? uno de sus primeros frutos objetivos, el ladr?n suplicante.? Agonizante como estaba pudo salvar a un hombre que no mostr? obra alguna, que no tuvo tiempo ni de bautizarse ni de lavarse los pies, ni de comer el pan y el vino en su memoria. Parad?jicamente, estas dos agon?as, la de Jes?s y la del ladr?n, rindieron un fruto sin parang?n: en Jes?s la salvaci?n de sus elegidos, y en el malhechor la publicidad de sus palabras que fueron registradas en el libro de mayor circulaci?n en el planeta.

Jesucristo le hab?a prometi? que ese mismo d?a estar?a con ?l en el Para?so. En efecto, Jes?s muri? tal vez una o dos horas antes que el ladr?n, y cuando Jes?s estaba reci?n llegado al Para?so, le dio junto con sus ?ngeles un recibimiento noble y especial a quien sin m?rito alguno hab?a sido objeto de la gracia salvadora del Padre.

Sin fe es imposible agradar a Dios, y este ladr?n lo agrad? por cuanto su fe es catalogada dentro de las m?s sublimes, pues crey? a un salvador moribundo, vejado, sufriente y ridiculizado. La locura del transgresor pudo ser notoria en la hora de su muerte, ya que se lanz? a creer que ese vecino suyo vendr?a como Se?or en su reino.? Comprendi? que si no se integraba a ese reino entonces tendr?a que seguir compartiendo por los siglos con su antiguo compa?ero de celda, y eso era una carga que no deseaba arrastrar por m?s tiempo. Su fe le mostr? c?mo actuar a contracorriente, frente a las burlas de su camarada y de los otros que merodeaban en el monte de la crucifixi?n. Supo que no ten?a derecho como aquellos ap?stoles elegidos para tan noble faena, pues a lo mejor en su mente se dispar? el latiguillo social y cultural de que otros merecer?an por su conducta semejante redenci?n.? Sin embargo, ?l se reconoci? a s? mismo como merecedor de su castigo y quiso reconocer en ese cuerpo moribundo de Jes?s al Dios de la vida.

Pero esa fe que se le imput? a su favor no ?fue su creaci?n, sino obra de la gracia, pues la fe es un regalo de Dios. Sus habilidades para el hurto y el robo no le cualificaban para robar una salvaci?n tan grande. M?s bien fue comprado por un exagerado precio, la sangre de un Cordero inocente a cambio de una persona que val?a menos que nada.? Despu?s de haber sido catalogado como escoria social - ya juzgada como tal por los romanos -, sin familiares que le velaran los ?ltimos suspiros de su vida, no tuvo siquiera el h?lito de alg?n buen recuerdo de su prisi?n. No trajo a su memoria los goces temporales de los que pudo disfrutar en sus imp?dicos oficios para ganarse la vida. ?Incluso, pudo haber sido objeto de observaci?n y atisbo por parte de los pocos seguidores que acompa?aban a Jes?s, quienes tal vez no ve?an con agrado que su Se?or fuese crucificado como malhechor al lado de estas dos joyas encontradas entre los m?s degradantes anaqueles sociales.

Y ese ladr?n en la cruz nos anima a nosotros a comprender que la misericordia de Dios no la interrumpe la multitud de nuestras faltas. Si Abraham fue llamado amigo de Dios, si Mois?s fue grande ante los ojos del Creador, si El?as fue arrebatado al cielo en una carroza de fuego, este manoteador tambi?n fue recibido con gran alegr?a en el Para?so. Es la historia de un alma comprada por el precio de la redenci?n, siguiendo el canon establecido en el Antiguo Testamento, planificado desde los siglos, y alcanzado en el Nuevo Pacto.? Es la historia de un hombre amado con amor eterno, al cual se le ha extendido la misericordia.

Su relato nos da lecciones de teolog?a, de c?mo somos alcanzados los que sin m?rito alguno hemos sido tocados por la gracia salv?fica. Tambi?n nos ense?a que despu?s de esta vida, inmediatamente despu?s de la muerte, iremos a morar a ese lugar donde est? Jes?s. A Pablo le instruy? lo mismo el registro narrativo de los ?ltimos momentos de este criminal crucificado, pero tambi?n le fue confirmado en la revelaci?n escrita que el vivir es Cristo,? y el morir es ganancia, ya que partir y estar con Cristo es much?simo mejor.

El ladr?n le dijo a Jes?s: Acu?rdate de m? cuando vengas en tu reino. Entonces Jes?s le dijo: De cierto te digo que hoy estar?s conmigo en el para?so (Lucas 23: 42-43). Porque para m? el vivir es Cristo, y el morir es ganancia...teniendo deseo de partir y estar con Cristo, lo cual es much?simo mejor (Filipenses 1:21-23).

C?sar Paredes

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Tags: SOBERANIA DE DIOS

Publicado por elegidos @ 14:13
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