Pareciera que la Biblia ense?a que todos los seres humanos llevamos yugos de diversos tipos. Unos ciertamente van en solitario halando la carga atada a la armaz?n que llevan en su cuello; otros lo hacen en pareja, unidos con alguna otra persona. Pareciera que los humanos preferimos aquellos aparatos que van uncidos con otro compa?ero o compa?era de turno, de acuerdo a la ocasi?n que se presente. Dec?a Agust?n de Hipona que las cargas m?s pesadas de los hombres son los pecados.
Llevad mi yugo sobre vosotros, y aprended de m?, que soy manso y humilde de coraz?n; y hallar?is descanso para vuestras almas porque mi yugo es f?cil, y ligera mi carga (Mateo 11:29-30). Esas palabras son de Jesucristo y presuponen que tenemos cargas pesadas que no podemos levantar, por lo cual nos sugiere que llevemos su yugo, pues arrastra una carga mucho m?s ligera. Entonces deducimos que en toda ocasi?n hemos de arrastrar un peso con nosotros, el yugo nuestro de cada d?a.
El contexto en que aparece esa exhortaci?n del Se?or es el siguiente: estaba hablando acerca de Juan el Bautista, el El?as que hab?a de venir, por lo cual dijo que el que tuviera o?dos para o?r que oyese. Estaba lamentando sobre algunas ciudades donde se hicieron muchas se?ales, pero cuya gente no se arrepinti? a pesar de los milagros realizados. Estaba agradeciendo al Padre porque hab?a escondido todas estas cosas de los sabios y de los entendidos, y las hab?a revelado a los ni?os, porque as? le hubo agradado al Padre.? Acababa de decir Todas las cosas me fueron entregadas por mi Padre?y nadie conoce al Hijo, sino el Padre, ni al Padre conoce alguno, sino el Hijo,?y aquel a quien el Hijo lo quiera revelar (verso 27).? Ese fue el contexto en el cual profiri? el enunciado Venid a m? todos los que est?is trabajados y cargados, y yo os har? descansar (verso 28).
Con esa invitaci?n hecha propuso que llev?semos su yugo y que aprendi?semos de su humildad de coraz?n, para poder hallar descanso para nuestras almas. De manera que esa solicitud o requerimiento va ligado a la voluntad del Padre que esconde esas cosas de ciertas personas y las revela a otras. Si revisamos por un instante un texto que habla acerca de la voluntad del Padre para mostrar su misericordia a quien ?l quiere, podr?amos verificar que tanto el Hijo como el Padre se ligan en la misma voluntad. En el evangelio de Juan, cap?tulo 6, desde el verso 26, podemos verificar que Jes?s hablaba a un numeroso grupo de disc?pulos que le segu?an, que hab?an sido beneficiarios directos del milagro de los panes y los peces, que disfrutaban de su palabra predicada. Sin embargo, el Se?or les tuvo que decir que a pesar de haberle visto ellos no cre?an. Por eso agreg?: Todo lo que el Padre me da, vendr? a m?; y al que a m? viene, no le echo fuera.
De manera que si comparamos los textos citados de los dos evangelios mencionados podemos deducir que la voluntad de uno est? unida a la voluntad del otro. En el evangelio de Mateo el Padre esconde ciertas cosas de algunas personas y las revela a otras; el Hijo da a conocer al Padre a quien ?l quiera revel?rselo. En el texto de Juan Jes?s anuncia que es el Padre quien le env?a a ?l la gente a quien el Padre no esconde esas cosas, y en consecuencia Jes?s no les echa fuera, no se los impide, pues su voluntad va unida a la del Padre, pues ellos dos son uno. ?
El evangelio de Juan sigue aclarando la voluntad del Padre: Que todo lo que me diere, no pierda yo nada, sino que lo resucite en el d?a postrero (verso39). ?Un poco m?s adelante contin?a el Se?or dici?ndoles a esos disc?pulos lo siguiente: Ninguno puede venir a m?, si el Padre que me envi? no le trajere; y yo le resucitar? en el d?a postrero...As? que, todo aquel que oy? al Padre, y aprendi? de ?l, viene a m? (versos 44 y 45). Jes?s se manifiesta a ellos como el pan de vida, exponi?ndoles que quien de ?l coma no morir?, sino que vivir? para siempre. Despu?s de ese manifiesto, muchos de sus disc?pulos dijeron que esa palabra era dura, y se preguntaban ?qui?n la podr?a o?r?? Pero como Jes?s sab?a que murmuraban de eso, les pregunt? si lo que hab?a dicho les hab?a ofendido. Les dijo tambi?n que hab?a algunos de entre ellos que no cre?an, pues que ?l sab?a desde el principio qui?nes cre?an y qui?nes no. De manera que retom? la tesis por la cual ellos murmuraban, que no fue solamente por la confusi?n con el asunto de comer su carne y beber su sangre, sino por la causa de su enredo; en tal punto les dijo: Por eso os he dicho que ninguno puede venir a m?, si no le fuere dado del Padre (verso 65).
Ese es el contexto en el cual habla Jes?s, el de la soberan?a de Dios. Es a sus escogidos a quienes exhorta a tomar su yugo y su carga, a ir a ?l para buscar descanso para sus almas. Y es en esa perspectiva de la elecci?n incondicional e inmutable que podemos dar respuesta a su llamado, sintiendo el alivio de la carga del pecado, el abandono del tormento acusatorio del mundo, que solamente se consigue en el yugo impuesto por Jes?s. Llevad mi yugo sobre vosotros, pues unidos a ?l por el Esp?ritu su carga es f?cil, por cuanto hemos sido despojados del enorme peso del pecado y de la culpa.
De esta forma, cobran mucho sentido las palabras de Pablo cuando nos advierte a no unirnos en yugo desigual con los infieles, pues no hay comuni?n entre Cristo y Belial (el demonio), ni entre la luz y las tinieblas, ni entre la justicia con la injusticia, ni entre el creyente y el incr?dulo (2 Corintios 6: 14-15). Nuestro yugo se tiene con el Se?or y con los creyentes, pues somos su pueblo adquirido, y andamos como peregrinos y extranjeros en el mundo.
La carga que el mundo nos impone es demasiado pesada y dura de llevar, pero cuando vamos a Cristo ese peso desaparece, pues el Se?or no tiene comuni?n con el mundo ni con sus obras ni con sus agobios. ?Esa magn?fica expresi?n de buena disposici?n de Dios para con su pueblo pone de relieve la responsabilidad nuestra en no hacer a los otros lo que no queremos que nos hagan.???No es m?s bien el ayuno que yo escog?, desatar las ligaduras de impiedad, soltar las cargas de opresi?n, y dejar ir libres a los quebrantados, y que romp?is todo yugo?... ?Entonces invocar?s, y te oir? Jehov?; clamar?s, y dir? ?l: Heme aqu?. Si quitares de en medio de ti el yugo, el dedo amenazador, y el hablar vanidad... (Isa?as 58:6 y 9).
El que sienta la fatiga y la carga de la ley, de sus reglamentos, de la imposibilidad de cumplir la norma divina, de sentirse culpable por el pecado que agobia, entonces puede ir a ?l en esa gentil invitaci?n: Venid a m? (verso 28 de Mateo 11).? Jes?s promete un alivio del temor, de la ansiedad y de la incertidumbre. Al someternos a su autoridad estamos llevando su yugo, no el de la iglesia institucional, no el de los manipuladores religiosos.? Jes?s nos exhorta a aprender de ?l, como la ?nica persona autorizada para ense?ar a quienes son s?bditos de su reino.? El es manso y humilde de coraz?n, lo cual nos habla de su car?cter (a diferencia de los sabios y entendidos mencionados en el verso 25).? La consecuencia de ese aprendizaje es el descanso para nuestras almas, pues ?l es la paz, por lo cual dijo:? La paz os dejo, mi paz os doy; yo no os la doy como el mundo la da. No se turbe vuestro coraz?n, ni tenga miedo (Juan 14:27).
Para llevar su carga (sus mandatos) tenemos la ayuda del Esp?ritu Santo dejado a los creyentes. El ser humano siempre va a tener un yugo y una carga que portar. ?Qui?n es tu compa?ero de carga? ?Qu? yugo tienes en tu cuello? No podemos servir a dos se?ores, pero siempre habr? dos: o servimos al pr?ncipe de este mundo, o al Se?or de se?ores. Tal parece que en este universo donde vivimos no hay una tercera opci?n.? Para los imp?os no hay paz ?(Isa?as 57:21); no hay paz para los malos (Isa?as 48: 22).
C?sar Paredes
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