La oraci?n de Jes?s es una pieza cl?sica de la Biblia, o un documento teol?gico, pero siempre recordada por los que leen el Nuevo Testamento. Juan cap?tulo 17 nos entrega este monumento sacerdotal producido por el Mes?as poco antes de su muerte, la oraci?n intercesora. Su tiempo se acercaba vertiginosamente, como cuando estamos a punto de comenzar un tr?mite demasiado importante en nuestras vidas. Era el momento de su muerte el que le estaba aguardando y Jes?s exclam? a su Padre que su hora hab?a llegado. Bajo estos momentos de intensidad, su alma se refugiaba por entero en su Padre. Despu?s de esta pl?tica recogida por el evangelista vino todo lo de Judas y su traici?n. El saludo del hijo de perdici?n era el inicio de su papeleo como traidor, a la manera de un bur?crata, con su ?sculo p?rfido en su alevosa colaboraci?n con el Sanedr?n. Jes?s sab?a todas las cosas y las afront? con valent?a y sosiego.
Algunos te?logos extra?amente argumentan que Jes?s no era Hijo de Dios hasta que vino a este mundo en esa cualidad. Pero Cristo mismo asegura en esta oraci?n que ?l tuvo gloria al lado de su Padre antes de que el mundo fuese. De manera que esa condici?n la ha tenido desde mucho antes de que naciese: era Hijo y era Dios. Jes?s tambi?n nos define el concepto de vida eterna: conocer al ?nico Dios verdadero y a Jesucristo el enviado. Si lo eterno no tiene fin, entonces conocer a Dios y a su Hijo no tendr? l?mite. ?La eternidad con Cristo implica tener el conocimiento personal y experimental de dos personas, el Padre y el Hijo. No basta solamente con saber que hay un Dios, sino que debemos conocer qui?n es, y c?mo es, cu?l es la cualidad sobresaliente de su amor. Es Emanuel, el Dios con nosotros revelado por medio de lo que Dios se ha dignado manifestar de s? mismo y de su plan. Jes?s estaba seguro de que su misi?n estaba satisfecha hasta ese momento, pues sus disc?pulos ya hab?an comprendido la procedencia de los dones del Mes?as.
Otro concepto entregado en esta oraci?n sacerdotal es el de los elegidos del mundo. Estas son las personas que el Padre le ha dado a Jes?s, los hombres que del mundo me diste. Ac? se echa por tierra toda argumentaci?n ostentosa y soberbia de la libre voluntad humana. Es el Padre el que otorga ese privilegio a la humana raza y Jes?s es el que recibe esos enviados. La raz?n radica en que esos elegidos siempre han sido del Padre, pues como dijo Jes?s: tuyos eran y me los diste, en consecuencia ellos han guardado su palabra. En ese momento Jes?s ya no se consideraba estar en el mundo, pues sab?a que pronto saldr?a de estas ataduras y volver?a a su morada celestial, pero ruega para que esos disc?pulos sean guardados de tal forma que sean uno, para que contin?en siendo uno, as? como el Padre y el Hijo son uno. Cristo considera un hecho pasado el haber estado con sus disc?pulos en esta tierra, por eso dijo: cuando estaba con ellos en el mundo ninguno se perdi? (excepto el hijo de perdici?n, para que la Escritura se cumpliese). Esto es revelador de su deseo de partir y estar con el Padre, lo cual le era much?simo mejor; pero tambi?n se pone de manifiesto la idea de un plan eterno e inmutable: ese Judas estuvo planificado desde los siglos, y la Escritura deb?a cumplirse. Por eso se perdi?, por eso traicion?. Sin embargo vemos que no hubo ninguna fuerza ejercida contra su voluntad, sino que de buen gusto hizo cuanto hizo, as? como los centuriones romanos y los jud?os de turno tambi?n hicieron de buen agrado las burlas y vejaciones, crucificando al Cristo en forma despiadada. Cada detalle hab?a sido planeado por el Padre y la Escritura deb?a cumplirse.
En su concepto sobre el mundo tambi?n encontramos que el mundo aborrece a los que siguen verdaderamente a Jes?s. La raz?n es la santificaci?n, pues santificar quiere decir separar, y por el hecho de no ser del mundo ?ste nos aborrece. En ocasiones queremos salir de esta vida, deseamos irnos a las moradas celestiales, pero Jes?s no ruega por eso sino para que seamos guardados del mal en medio de este mundo. Del estar pasamos al ser. Estamos en el mundo pero no somos del mundo, as? como Jes?s tampoco es del mundo. La mejor forma de separarnos de esta realidad y maquinaria aborrecedora de Jes?s es santificarnos en la verdad del Padre. Esa verdad es la palabra misma, el Verbo hecho carne, la predicaci?n anunciada como buena nueva. ?Nos separamos del mundo en la medida en que nos sumergimos en la verdad de Dios. Yo soy el camino, la verdad y la vida (Jesucristo). ?
La visi?n de su obra lo mantiene en alerta en ese momento aciago: sabe que otros habr?n de creer por la palabra de esos disc?pulos. La cadena continuar?a por muchos siglos hasta que el n?mero de los consiervos se complete, de tal manera que ruega no solamente por sus ap?stoles, sino por los que creer?n a partir de ellos. ?Qu? garant?a ten?a Jes?s de que ver?a linaje y ser?a saciado? La respuesta obvia est? en que a pesar de que el mundo no ha conocido a Dios hay un remanente dejado por el mismo Creador para ser testigos de su rescate. El verso 9 dice muy claramente: Yo ruego por ellos; no ruego por el mundo, sino por los que me diste; porque tuyos son. Algunos argumentar?n que la seguridad de Cristo en cuanto a los que habr?an de creer estaba centrada en el hecho de que ?l le pidi? al Padre por esos que creer?an despu?s de sus ap?stoles. Pero si esa es la respuesta, entonces tampoco habr?a discusi?n por cuanto Jes?s expl?citamente no pidi? por el mundo. Y sabemos que todos estamos hechos de la misma masa (Romanos 9), que estamos muertos en delitos y pecados, que no hay justo ni a?n uno, que estamos destituidos de la gloria de Dios, que la paga del pecado es muerte. De manera que si alguien es capacitado para ir a Jes?s a pesar de todas estas condiciones negativas se debe a que ese ha sido un don de gracia (gratis), un regalo de Dios. Los que no van a Jes?s, sencillamente no han recibido ese obsequio. ?Por qu?, pues inculpa? Esa es la interrogante que nos azota a nuestro intelecto sumergido en la vieja naturaleza. Ese es el argumento del que no ha sido justificado en los m?ritos de Cristo. La respuesta tambi?n la encontramos en la Biblia, en el cap?tulo 9 de Romanos: ?Y qui?n eres t?, oh hombre, para que alterques con tu Creador?
La potestad del Alfarero sobre el barro para hacer una vasija para honra y otra para destrucci?n queda de manifiesto como otro de los conceptos teol?gicos desprendidos de la oraci?n de Jes?s. Muy a pesar de que iba hacia la muerte sacrificial, Jes?s reconoc?a la soberan?a de Dios. De esa forma se sujet? una vez m?s a la voluntad de su Padre y no pidi? por el mundo. No rog? por la raza humana ca?da, sino solamente por los que el Padre le hab?a dado y por los que le dar?a en su debido momento. No fue en vano que Pablo escribiera que fuimos predestinados para salvaci?n desde antes de la fundaci?n del mundo. Adem?s, la elecci?n no estuvo basada en m?rito alguno de parte nuestra, m?rito que el Padre viera en nosotros antes de elegirnos, porque el mismo ap?stol sustenta que somos todos hechos de la misma masa, que no es por obras, para que nadie se glor?e. Que hemos sido escogidos para salvaci?n antes de que hici?semos bien o mal, para que el prop?sito de Dios conforme a la elecci?n permaneciese, no por las obras sino por el que llama (Romanos 9:11); ???As? tambi?n aun en este tiempo ha quedado un remanente escogido por gracia,?y si por gracia, ya no es por obras; de otra manera la gracia ya no es gracia. Y si por obras, ya no es gracia; de otra manera la obra ya no es obra (Romanos 11: 5-6).
Resta decir por ahora que el objetivo de Jes?s al venir con nosotros era darnos a conocer el nombre del Padre, con el prop?sito de que su amor habite en nosotros. Ese amor no lo comprendemos en su justa dimensi?n, pero Juan en una de sus cartas lo menciona: Mirad cual amor nos ha dado el Padre, para que seamos llamados hijos de Dios; el ap?stol del amor nos recuerda un s?ntoma que puede ser tambi?n una consecuencia de ese prop?sito divino: por esto el mundo no nos conoce, porque no le conoci? a ?l?(1 Juan 3). En s?ntesis, que fue Juan el que recogi? estas palabras de la intercesi?n de Jes?s poco antes de su martirio, y como fiel historiador nos entrega: Estas cosas habl? Jes?s, y levantados los ojos al cielo, dijo? Lo que dijo Jes?s fue un conjunto de declaraciones teol?gicas de suma importancia, tan relevantes que no conviene pasarlas por alto.
C?sar Paredes
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