Jueves, 15 de julio de 2010

Seg?n la Biblia Dios ha creado todas las cosas para que permanezcan por siempre. El gran problema es c?mo habr?n de permanecer por la eternidad. Algunas personas sufrir?n pena por la eternidad, otras gozar?n de la vida eterna. Pero en ambos casos, los dos grupos permanecer?n por siempre. Asimismo, el Cosmos ser? rehecho pues habr? nuevos cielos y nueva tierra. El salmo 148 lo canta de esta manera: Alabadle, vosotros sus ?ngeles; Alabadle, vosotros todos sus ej?rcitos?sol y luna;?vosotras todas, lucientes estrellas. Alabadle, cielos de los cielos, y las aguas que est?n sobre los cielos. Alaben el nombre de Jehov?; porque ?l mand?, y fueron creados. Los hizo eternamente y para siempre; les puso ley que ser? quebrantada?Alabad a Jehov? desde la tierra, los monstruos marinos y todos los abismos; el fuego y el granizo, la nieve y el vapor, el viento de tempestad que ejecuta su palabra;?el ?rbol de fruto y todos los cedros; la bestia y todo animal, reptiles y vol?tiles; los reyes de la tierra y todos los pueblos,?el pueblo a ?l cercano.

Esto suena incre?ble, como incomprensible son sus juicios y todo lo que hace. Insondables son sus misterios, y todo lo que se ha propuesto ha hecho. ?C?mo puede una cosa inanimada, o un ser vivo sin comprensi?n, dar alabanza a su Creador? La respuesta descansa en la poderosa voluntad del Se?or de todo cuanto existe. El hombre mismo es formado del polvo de la tierra, y en el soplo de aliento de vida obtuvo la sapiencia necesaria para comprender que era criatura. Le fue dado el lenguaje para que pudiera comprender la relaci?n de los nombres y las cosas, para que mantuviera un di?logo con su Creador y con sus semejantes. Un gran consuelo se anuncia en el libro del Apocalipsis cap?tulo 22 cuando se proclama que no habr? m?s maldici?n. Esa maldici?n anunciada en el G?nesis ha afectado a toda la creaci?n, pero una vez eliminada la creaci?n misma ser? regenerada y repotenciada para que se pueda producir ese fen?meno proclamado en ese c?ntico.

Cuando los jud?os se relacionaban con otros pueblos, ellos se identificaban a s? mismos como temerosos del Dios del cielo, quiz?s en un intento por diferenciar a las divinidades de las tribus humanas con el Dios Creador de todo cuanto existe (Jon?s 1:9). El primero en usar ese forma de presentaci?n fue Abraham cuando dijo: y te juramentar? por Jehov?, Dios de los cielos y Dios de la tierra, que no tomar?s para mi hijo mujer de las hijas de los cananeos, entre los cuales yo habito (G?nesis 24:3).? Tambi?n aparece esta expresi?n en los libros de Esdras y de Nehem?as, cuando se habla del decreto de Ciro, rey de Persia: El Se?or Dios del cielo?me ha encargado construirle una casa en Jerusal?n (Esdras 1:2). Tambi?n Daniel recoge esta referencia en el cap?tulo 2 de su libro: el Dios del cielo levantar? un reino que no ser? jam?s destruido. En el Nuevo Testamento es Juan quien retoma esa forma de referencia a la divinidad b?blica: y blasfemaron contra el Dios del cielo... y los dem?s se aterrorizaron, y dieron gloria al Dios del cielo (Apocalipsis 16;11 y 11:13).? Esto es de suma importancia teol?gica, pues el Dios de la Biblia no es solamente el Dios de un pueblo, llamado judeo-cristiano, sino el Creador de todo cuanto existe.

Pero ese mismo Dios llamado de muchas formas es el Dios que provee para cubrir toda necesidad del creyente, abundando en esperanza, pues es un Dios de amor (1 Juan 4:8), cuyo Esp?ritu da un fruto que es amor, ya que ?l es amor y paz. Es asimismo el Dios de toda gracia, pues nos salva por su gracia, el que nos hace crecer en ella y quien a trav?s de ella nos ha llamado a su eterna gloria (1 Pedro 5:10).? Es el Dios de paz, que satisface esa necesidad en nuestra alma de creyentes. Es el Padre de misericordias y Dios de toda consolaci?n, el cual nos consuela en todas nuestras tribulaciones, para que podamos tambi?n nosotros consolar a los que est?n en cualquier tribulaci?n, por medio de la consolaci?n con que nosotros somos consolados por Dios (2 Corintios 13-4). Es tambi?n el Dios de paciencia, de Gloria y de misericordia.

Ese Dios Creador nos ha hecho sus hijos por los m?ritos de Cristo, de manera que podemos repetir las palabras de Juan cuando exclamara: Mirad cual amor nos ha dado el Padre, para que seamos llamados hijos de Dios. Ahora bien, este don de ser sus hijos conlleva algunas implicaciones desagradables, pues el texto enunciado contin?a de la siguiente manera: por eso el mundo no nos conoce, porque no le conoci? a ?l (1 Juan 3). El desconocimiento del mundo es su rechazo hacia nosotros, su burla continua por lo que anunciamos, su sarcasmo y se?alamiento. La incredulidad del mundo se convierte en una justificaci?n para zaherir a las personas que s? pueden creer con la fe necesaria en ese Dios del cielo y de la tierra, y es l?gico que sea as?, pues que no entendiendo nuestro razonamiento y vi?ndose incapacitados para razonar como lo hacemos, entonces se suponen superiores en entendimiento a nosotros.

En el entendido de que la fe es un regalo de Dios y que no es de todos la fe (o lo que es lo mismo, no es de todos ese regalo), nosotros podemos ver al mundo como el conglomerado de personas que queriendo hacerse sabios se hicieron necios. ?C?mo puede ese Cosmos tan inmenso y complicado estar all? por capricho del mismo Cosmos? ?Por voluntad del azar! Dir?n algunos que as? ha sucedido, sin embargo ser? como un espejo que refleja una imagen opuesta: el mundo nos pide se?ales y sabidur?a, y nosotros solamente predicamos a Cristo crucificado. La incomprensi?n del mundo se traduce en su desconocimiento hacia nosotros. En otros t?rminos, el mundo nos ignora porque no puede comprender lo que sucede en nuestras vidas. Pero el mundo no solamente ignor? a Jes?s, sino que lo rechaz?, se molest? contra ?l, al punto de llevarlo al martirio. Nosotros estamos en la misma balanza, pues hemos sido llamados a comparecer como testigos. Curiosamente la palabra griega para testigo es martys, de donde se origina la idea de que hemos de sufrir por aquello que testificamos (el martirio).

Para la fe es posible entender que toda la creaci?n alabar? el nombre de Jehov?. Para el mundo -que por supuesto carece de fe- su gran pregunta es parecida a la hecha por el Fara?n: ?Y qui?n es Jehov? para alabarle? Nos conforta la palabra de Jes?s cuando proclam?: el cielo y la tierra pasar?n, pero mis palabras no pasar?n. Este cielo y esta tierra ser?n renovados, dejar?n de ser como lo son ahora, bajo la maldici?n del pecado o la rebeli?n a Dios, pero la palabra de Jes?s permanecer? por siempre, como por siempre permanecer? su obra.

C?sar Paredes

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Tags: SOBERANIA DE DIOS

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